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domingo, 23 de diciembre de 2007

LA MAS LINDA DE TODAS





LO LINDO DE LA VIDA ES LA SORPRESA. EL NO SABER QUE ES LO QUE VIENE, ES LO QUE LA HACE MERECEDORA DE SER VIVIDA. DE OTRA MANERA, NO TENDRÍA SENTIDO. O MEJOR DICHO, TENDRÍA UN RECORRIDO UNIDIRECCIONAL DEL CUAL NO PODRÍAMOS ESCAPAR, Y AL CUAL DEBERÍAMOS DE ATENERNOS CUALQUIERA FUERA ESTE, Y CUALQUIERA FUERA SU FINAL.




EN ESTE CONTEXTO, LA VIDA ME HA REGALADO LA POSIBILIDAD DE CONOCER A UNA PERSONITA, QUE NO SOLO SE HA COMPRADO VARIAS PARCELAS DENTRO DE MI CORAZÓN, SINO QUE CASI SIN HABLAR, ME HA ENSEÑADO MUCHO.












LES PRESENTO A VICTORIA, LA MAS LINDA DE TODAS.

















Victoria es morocha, bajita y algo rellenita. Cumplió 15 años no hace mucho, hubo fiesta y tuve el honor de ser invitado. Es simpática, extrovertida y muy, pero muy cariñosa. Si prestan atención a su fotografía, notaran que esta delata la presencia de una irregularidad. Si, algún desajuste en su cadena genética hizo que naciera padeciendo SÍNDROME DE DOWN. Digo padeciendo, para ajustarme al lenguaje de la calle, pero en realidad, tengo muchas ganas de decir que ha sido bendecida con el síndrome de Down. Les cuento por que.








Debo decir que antes de conocerla, y ante la inminencia de este hecho, estaba algo inquieto. O mas bien preocupado conmigo mismo, porque no estaba seguro de poder manejar la situación con naturalidad, ya que nunca había tenido contacto directo con una persona Down. Bueno, les cuento que cinco minutos después de conocernos, ya eramos amigos de toda la vida. Suena extraño, pero fue así. Jamas conocí persona alguna que tuviera tal poder de... inclusión emocional. Se hace querer con una mirada. A la segunda, ya te dan ganas de abrazarla y de apretarle esos cachetes regordetes que tiene. Es maravillosa. Uds. dirán que soy yo; que justo me encontró en un momento medio maricón de fragilidad emocional, y me pasaron todas estas cosas. Y yo también lo creí así al principio. Pero con el tiempo vi que a otras personas les pasaba igual. Y me convencí. Era ella, no yo.








A esta altura, y después de haber tenido largas charlas y ardorosos debates conmigo mismo, he concluido que lo que la vida le ha negado en capacidad intelectual, se lo ha recompensado con creces en capacidad emocional. Tanto es así, que aveces siento algo así como una especie de envidia de no poder sentir tan a pecho lleno como lo hace ella. De que mis emociones siempre estén contaminadas con productos emanados de la razón tales como miedo, inseguridad, preconceptos, cálculos de probabilidades, conductas aprendidas, mecanismos de defensa, y otros. En ella eso no existe. Sus sentimientos son absolutamente puros y cristalinos. Así como nacen, salen al exterior. Nada de tabues, nada de filtros sociales. Diganme si esto no es digno de ser envidiado. Ven, envidia que ella tampoco conoce. Esto no implica que no sepa lo que es el dolor, el sufrimiento o el llanto. Si que lo sabe. Y lo demuestra a boca llena. Su tristeza, es pura tristeza. Y su alegría, es pura alegría. Y su alegría es absolutamente contagiosa. Quizás por ser emoción en estado puro, no lo se. Pero basta una sola sonrisa de su boca, para hacerte sentir que vale la pena estar vivo, y entender en un instante, que las cosas por las que nos preocupamos nosotros, "la gente normal", son dignas del mas eximio e ilustre de los estúpidos.








Como les dije anteriormente, participe en carácter de invitado a su fiesta de 15. Nunca vi una sonrisa que disparara una ola expansiva de felicidad tan poderosa como la suya en el momento de entrar al salón. Veías su boca, luego su sonrisa, y ahí sabias que unas milésimas de segundo mas tarde, algo bueno te iba a pasar por arriba y se te iba a meter hasta el alma. Y así pasaba. Era imposible no emocionarse. Hasta el mas duro de los corazones era convertido en gelatina con el poder de su sonrisa. Era una sonrisa que emanaba alegría primero que nada, pero que era acompañada y sustentada por sentimientos tales como agradecimiento, piedad, calma, paz, bondad y sobre todo mucho, pero mucho amor.








Bueno, la cosa es que luego de vivir experiencias como estas, no me quedo otra alternativa que refleccionar sobre algunas cuestiones y replantearme algunas otras. Y por supuesto, luego de esto, compartirlo con Uds., mis queridos amigos. Creo que es bueno y sano que cada tanto nos preguntemos cosa como estas. ¿En que estamos gastando cada minuto de nuestras vidas? ¿Somos felices? ¿Hacemos cosas para ser felices? ¿Somos auténticos? Nuestras preocupaciones, ¿son realmente cuestiones fundamentales, o nos han hecho creer a través de la historia que si lo son? ¿Disfrutamos de la vida? O nos preocupamos demasiado por un futuro que siempre va a estar un paso adelante y no vivimos a pleno el presente. ¿Valoramos realmente lo que tenemos, o gastamos demasiada energía en anhelar lo que desearíamos tener? ¿Damos realmente a nuestros afectos el valor que tienen? ¿Le decimos a las personas que queremos, que las queremos?








No todos tenemos la suerte de ser como Victoria. Pero quizás, tan solo quizás, con un poco de esfuerzo y mucha constancia, podamos llegar algún día a vivir la vida a pleno. A dar sin recibir. A amar gratis. A sonreír porque si. A aceptar a todos sin mas. Y por que no, a bajarle los humos a la razón, que tanto daño le han hecho a la humanidad, y subírselos a la emoción, que tan relegada ha estado siempre.
















¡¡¡ FELICES FIESTAS PARA TODOS !!!




lunes, 17 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (3)

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Una vez que los técnicos salieron de debajo del vehículo sin haber hecho nada mas que eso, estar debajo del vehículo, decidimos emprender el resto del viaje. A la orden del capitán subimos todos a bordo, ya que el brioso motor rugía cual feroz loen africano denotando sus ansias por devorar de un mordisco, los deliciosos 90 kmts. que nos separaban de Trinidad. Una vez que estuvimos cada uno en su sitio, arrancamos. O mejor dicho, tuvimos la intención de arrancar, ya que en un hecho que a esa altura no sorprendió a ninguno de los pasajeros, no entraba la primera. Es más, creo que tampoco entraba la segunda, porque por más que hacía fuerza para moverse el tipo, no avanzaba ni un metro. Amén de que teníamos que sortear una pequeña lomita (entiéndase montículo de arena de aproximadamente 30 cmts. de altura y con una pendiente negativa de 23º) para poder salir de la estación de servicio hacia la ruta. Y no la subía che! Creo que dejo de comer una semana, me echo a Rodrigo al hombro recién comido y recién bañado, me monto en un monopatín y lo paso a las risas. Y el muy ladino del auto no lo subía. Y bueno, nos quedaríamos a vivir ahí nomas. Intentamos salir marcha atrás y creo que ni esa entraba. Todos para abajo otra vez. Mierda! Menos mal que minutos antes habíamos tenido la precaución con una de las niñas, de adquirir en el minimarket de la estación una "checha" bien fría que en parte nos hacía olvidar las penurias a las que estábamos siendo sometidos. La cosa fue que luego de tomar un par de vasos del vital elemento espumoso, ya no recuerdo ni como en un determinado momento estábamos en la ruta. Lento, pero en la ruta al fin.
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"Lo siento medio pesado..." dijo el negro de mierda éste que hacía las veces de chofer. Y a mí que ya no me importaba nada a esa altura, sin exteriorizar un solo monosílabo pensé,"que explote de una vez si es que tiene que explotar la lata, ésta así paramos de sufrir" Pero no, no solo que no explotó sino que con el devenir de los kmts. comenzó a tomar velocidad hasta llegar a una velocidad casi que normal. Ya no digamos velocidad crucero, pero sí velocidad canoa. Y así seguimos, un poco frenado de a ratos y otro poco bien. Yo para mí que era el viento cruzado de 0.3 nudos que lo frenaba al cascajo ése. Recuerdo como si fuera hoy el momento de máxima emoción en el viaje y que por cierto causó una espontánea explosión de júbilo en el público presente, cuando pasamos un vehículo en la ruta que circulaba en la misma dirección que nosotros. Aleluya. Rayos y centellas. Cáspitas. Recórcholis. Qué placer. Qué dicha. Se ve que un poco me había empezado a encariñar con el aparato éste, porque hasta me sentí un poquito orgulloso de él. Recuerdo que el caballo que tiraba el carro nos miró -me pareció a mí- casi que con un poco de envidia cuando lo dejamos lentamente atrás. Majestuoso.
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No fue sino hasta varios kmts. más adelante y luego de haber tenido que parar para cerrar el capot no menos de una media decena de veces, que descubrimos que nos habíamos quedado total, rotunda y fulminantemente sin frenos -entiéndase que el que se había quedado sin frenos era el montón de fierros ése- pero a los efectos era lo mismo. Era ya casi un hecho que a Trinidad íbamos a llegar, el tema era como íbamos a hacer para parar. Yo ya estaba, entre la cerveza, el mate y las empanadas, totalmente resignado. Por mí que siguiera derecho y apuntara directo a la Tahona (o a cualquier cañada o cúmulo de agua y barro que nos quedara de paso). Pero no. El chofer tenía intenciones de detenerse a cualquier precio. Así que por ahí por la rotonda empezó a frenar -entiéndase a apretar el pedal que en algún tiempo remoto hizo las veces de freno y que a esta altura solo servía para ayudar a desarrollar de manera rápida y eficaz los músculos de la pantorrilla- hasta que cuando íbamos cruzando la virgencita esa que hay a la entrada de la ciudad y al ver que no llegábamos nunca y que la colisión era inminente, sentí unas ganas casi incontenibles de bajarme y seguir caminando "adelante". Pero me las aguanté (más que nada por respeto a mi amigo) y no abandoné el barco. Pasando apenas la Texaco y a la altura de los Silos ya íbamos con el freno de mano a todo trapo y creo que con la marcha atrás puesta. Igual avanzaba el muy bárbaro. Seguramente han visto la película "Máxima Velocidad II", no? Bueno, esto era lo mismo, lo único que en lugar de ser un crucero que entraba lentamente en la ciudad, era un "a u t o". Y conste que lo escribo en partes no por capricho, sino porque es así; piezas mecánicas sueltas que hacen un denodado y loable esfuerzo por hacer las veces de medio de transporte. La cosa fue que en un determinado momento, un servidor cerró los ojos, se tapó los oídos y casi diría que se me escapó una especie de plegaria vaya a saber a quién. Me entregué a la suerte.
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Cuando los volví a abrir, el vehículo estaba detenido. Ayudado seguramente por una fuerza divina, el diestro chofer había logrado insertar el auto en el taller de su padre -el padre del chofer, obvio- sin infringirle siquiera un rasguño -cosa que por cierto ni se hubiera notado- a la carrocería. Estábamos a salvo.

viernes, 14 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (2)

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No sé que se le había pegado en la rueda delantera izquierda -seguramente un chicle- que no le permitía a la imponente mole avanzar adecuadamente. Como habrán podido ver en la imagen superior, tras denodados esfuerzos del ingeniero de abordo y con el molesto revoloteo de Antonio a su alrededor simulando hacer algo ( en realidad si hacía algo, molestaba ) superamos el primer escoyo. Acto seguido, cargamos todo el equipaje humano y pusimos proa hacia los accesos de la capital.
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Teníamos mate, bizcochos y empanadas. Todo se perfilaba para que el viaje, salvo imprevistos de orden mecánico, transcurriera con tranquilidad. Y debemos haber hecho unos... 3 kmts. desde la última parada, cuando habiendo ya alcanzado -según cálculos mentales, porque el velocímetro por supuesto que no funcionaba- una velocidad crucero de aproximadamente 80 kmts/h, de pronto, un golpe seco a fierro viejo nos pone el corazón en la boca ( y a mí en particular la filmadora incrustada en la córnea ). Frenada brusca ! Va, brusca es un decir. Creo que habríamos frenado un poco más de bruscamente si hubiera sacado una pata para afuera. Bueno, la cosa es que luego de que el vehículo se detuvo, descendimos cual escuadrón especial de SWAT, portando cada uno toda clase de utensilios ( cualquier cosa servía con tal de hacer un poco de bulla ). Cables, herramientas, lámparas, valizas, etc. Yo por lo pronto, seguí con mi cámara filmadora sin apartarme un ápice de mi carácter de REGISTRADOR DE ACONTECIMIENTOS. Por el momento no me lo permite ni la tecnología ni mis obtusos conocimientos de informática, pero quizá en un futuro no muy lejano les pueda hacer llegar vía cualquier cosa la cinta de video en el cual están registrados los acontecimientos por mi narrados. El tema era que se había abierto el capot bruscamente y eso ocasionó el fuerte ruido que nos hizo echar pié a tierra. No se vayan Uds. a pensar que el pedazo de chapa ése se abrió por causa de la velocidad desarrollada por el bólido!. No, no, no. Se abrió porque el gancho que en en una época remota hizo las veces de seguro se había convertido con el pasar de los años en un conglomerado de alambres oxidados que ya no cumplía función alguna. El tema fue resuelto una vez más gracias a la pericia de Alberto, quién sin ninguna clase de tapujos y demostrando una humildad que a muchos les queda grande, quitóse pues el cinturón que retenía su pantalón en el lugar y ató fuertemente -al mejor estilo McGiver- el capot al paragolpes dando el problema por finalizado. Otra vez estábamos en marcha.
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"Está medio frenado ... " fueron las siguientes palabras que escuché de parte del conductor 30 segundos más tarde a haber emprendido la marcha nuevamente. " Pero la gran puta carajo..." -personando la expresión- fue lo único que atiné a pensar en ese momento. Llegamos nuevamente a la velocidad crucero de 70 kmts/h ( nótese que era un crucero cada vez más destartalado ) cuando tuvimos que frenar porque se nos interpuso estoico el Puente sobre el río Sta. Lucía. Y bueno. Yo pensé que si uno intentaba pasar un vehículo por piezas no te cobraban peaje, pero ahí me desasné de mi error. Sí te cobran, y lo mismo que si fuera en un auto entero y de verdad. Son unos abusadores. Pasamos el puente podría decirse que casi sin complicaciones y una vez que habíamos viajado unos 10 minutos seguidos sin que pasara algo extraño, comencé a sentirme más tranquilo. La ronda de mate, que hasta ese momento se había visto interrumpida en reiteradas ocasiones, retomó su cadencia. Probamos al fin las empanadas y comenzamos a deglutir el bolo alimenticio formado por los bizcochos ingeridos varios kmts. atrás y el cual había quedado atracado en el tercio superior de la tráquea, más exactamente entre la glotis y la epiglotis por causa de los avatares del viaje.
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Sé que pueden pensar que estoy mintiendo, pero aunque no lo crean y luego de todo ésto, llegamos sin problemas a San José. Por obvias razones, cada vez que buscaba a los actores del relato para tomarles una fotografía posando junto al flamante vehículo, se encontraban debajo de él. ¿Qué raro no?

jueves, 13 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (1)

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Hay cosas que pasan y dejan huellas. Esta que les voy a contar a continuación, fue una de ellas. Imaginen por un momento la situación. El primer auto de mi mejor amigo. Yo soltero. El soltero. Para nosotros, el mundo conspiraba y casi que nos empujaba a empezar a librar las más titánicas correrías hasta ese momento vividas. Para inaugurar esta nueva vida, decidimos hacer un viaje a nuestro pueblo natal, en el interior del país. He aquí el comienzo del relato.
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"A la 1 en punto te paso a buscar" dijo mi amigo Antonio con voz de brigadier general retirado, cuando hablé por teléfono el día anterior al viaje en cuestión. "Mira que no esperamos a nadie", agregó luego en tono amenazante. Ante tamaño apuro, no tuve mas remedio que pelearme con toda la plana mayor de mi empresa, a fin de lograr que me dejaran salir 5 minutos antes de la hora señalada para estar presto y en guardia, cuando mi amigo estacionara su flamante máquina frente a mi trabajo. Eran exactamente las 14:30 cuando mis ojos de lince divisaron una oscura silueta corriendo presuroso entre la multitud en dirección a mí. Era el negro informal éste -porque no sé si les comenté que mi amigo podríamos decir que es, este... digamos... ligeramente acubanado- que amén de llegar 1 hora y media tarde, venía a pata el pelotudo. Y no se pierdan la excusa: "No encontré como llegar hasta tu trabajo sin cometer una infracción...". Sin palabras; el muy atolondrado había dejado el auto como a 5 cuadras por no saber cómo llegar. Y bueno, hay que entenderlo, no es lo mismo andar en bicicleta -que era su medio de transporte habitual hasta el momento- que en auto. Se ve que en el birodado no respetaba un carajo las flechas, ni los semáforos, ni nada. Bueno, el tema es que yo ya estaba bastante cansadito de esperar. Pero mi mal humor fue en pocos segundos obnubilado por la excitación del inminente viaje. Cansado de caminar llegamos al auto. Como yo más o menos estaba al corriente de qué clase de auto había adquirido mi amigo, a medida que avanzábamos por la calzada trataba, estirando al máximo mis vértebras cervicales superiores, de localizar entre la enorme cantidad de autos estacionados, alguno que cumpliera los pocos requisitos que se necesitaban; cuatro ruedas y estado calamitoso. No fue hasta que estuve a 10 mts. de distancia que lo vi. Era él. Tal y como era hace 57 años -que fue cuando lo hicieron- pero con los dramáticos efectos del paso del tiempo sobre su osamenta. Imponía respeto. Nadie se atrevía a siquiera a acercarse; supongo que por miedo a que se destartalara del todo. La cosa era que ahí estaba esperándonos, en marcha y además con una damisela en su interior. Era un espectáculo dantesco. Me acerqué cauto, sigiloso; lo miré de cerca y en un arranque de brabura tomé la manija de la puerta trasera derecha y tiré con decisión. Y volví a tirar. Cuando estaba logrando tirones de alrededor de 3200 libras y casi a punto de quedarme con la puerta en la mano, escucho la ronca voz de mi amigo que tardíamente me advierte, " Esa no abre...!!! " Puta carajo. Empezamos fenómeno.
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Una vez instalado en el asiento posterior del vehículo en cuestión y habiendo saludado a la niña que se encontraba sentada en el asiento delantero, pude comprobar que realmente no es tan malo que un resorte oxidado del tapizado se te incruste con vehemencia en el traste. Me lo quité discimuladamente como quién quita un anzuelo clavado en un dedo y me corrí hacia la derecha, con la esperanza de que la sentadera estuviera un poco menos peligrosa de ese lado. De todas maneras, más que sentarme, lo que hice fue ir en cuclillas hasta el trabajo de otra dama, que era nuestra segunda parada antes de partir y que por cierto, se encontraba en dirección exactamente contraria a la salida de Montevideo. A esta altura ya eran como las 3 de la tarde. L recogimos y dando vuelta 180º pusimos proa hacia donde debíamos levantar a Susana, una de las tantas tías del protagonista de ésta historia. Llegamos a las 15:30 a dicha casa -que por cierto estaba ubicada a 3 cuadras de mi trabajo-, y ahí fue realmente donde empezó el calvario.
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Había un ruidito. Más bien era algo así como un silbidito que molestaba y no dejaba concentrar al conductor. En realidad, el mentado ruido era prácticamente imperceptible para el resto de los mortales que íbamos a bordo del aparato, pero como el chofer dijo " me molesta el ruido ", nos pusimos todos a buscar en forma compulsiva la fuente emisora del sonido en cuestión. He omitido decir que además de las personas nombradas, iba también en carácter de ingeniero de abordo y por tanto como póliza de seguros Alberto, hermano de Antonio y del cual se decía que era el que nos podía sacar las papas del fuego en caso de que la cosa se pusiera negra. Bendito sea Alberto !!! No un ingeniero, sino varias ordas de ingenieros se hubieran necesitado para recorrer los tristes 188 kmts. que nos separaban de nuestro destino, si no hubiera sido por la pericia y destreza del muchacho en cuestión. No habíamos salido de Mdeo. y el panorama era éste.



domingo, 9 de diciembre de 2007

PEQUEÑO Y BREVE RELATO DE AMOR SÚBITO


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"Fue en la placita de la esquina. Cuando la vi por primera vez, supe de inmediato que era el amor de mi vida. Mi cara se llenó de calor y color al instante. Mis ojos luchaban conmigo mismo por decidir entre bajar la mirada, y mirarla. Mi boca húmeda, se llenó de pronto de un dulce sabor que jamás había probado. Todos mis músculos se tensaron hasta quedar en alerta, al tiempo que mi corazón latía más fuerte que nunca, como queriendo escapar.


Era pequeña y hermosa. Su caminar era tan perfecto y delicado, que parecía hacerlo sobre nubes de algodón. Las líneas de su delicado cuerpecito eran absolutamente armónicas y geometricamente exactas. Y su rostro, simplemente angelical. Todo en ella era hermoso. Ese delicado collar rosa que llevaba con elegancia. Ese minúsculo moñito, también rosa, que agregaba una dosis de ternura a su ya tierna mirada. Si hasta esa metálica cadena que la sujetaba por el cuello y la mantenía unida a su dueña, le quedaba linda.


De pronto, me miró y la miré En un instante supimos todo el uno del otro. Nuestras fibras más íntimas se abrieron súbitamente como una rosa, y nos conocimos. Y supimos que nos habíamos amado siempre.


En un momento y de un tirón, se soltó de la mano que la sujetaba, y emprendió una alocada carrera a mi encuentro. Parecía volar. Sus delgadas patas y manos tocaban apenas el verde y suave pasto en perfecta armonía. Sus blancos rulitos apenas si se dejaban acariciar por el viento, y sus finas orejitas se mantenían erguidas, seguramente a la espera de una señal de mi parte. De pronto, un ómnibus que pasaba la pisó y le aplastó la cabeza. Me fui para mi cucha triste".
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Guau

miércoles, 5 de diciembre de 2007

ODA A TUS OJOS

Pocas cosas hechizan más a un hombre que los ojos claros de una mujer bella. Hace mucho, mucho tiempo, unos ojos claros me dictaron este poema.




CELESTE DIVINO, MIRADA DE ANGEL,
RAYITOS DE PLATA QUE OPACAN EL SOL.
VERDE AZUL MARINO DE GATA SALVAJE.
DIRECTO A TUS OJOS INICIO ESTE VIAJE.
ATADO A UNA NUBE LLAMADA ILUSIÓN.
FUGACES CHISPAZOS DE NIÑA PERDIDA,
ME ATRAPAN, ME ATAN, ME IMPIDEN HUÍR.
CON DULCES ZARPAZOS ARAÑAS MI VIDA.
DIAMANTES CELOSOS, BRASITAS PRENDIDAS.
ADICCIÓN PERVERSA. DIVINO ELIXIR.
PISANDO SEGUNDOS TRANSCURREN LAS HORAS.
PENSANDO EN TUS OJOS SE ALIVIA EL DOLOR.
OLVIDANDO EL MUNDO, OCASO Y AURORA,
NO IMPORTAN, SE ESFUMAN. MAÑANA ES AHORA.
AYER NO FUE NUNCA, SOLO IMPORTA EL HOY.
QUISIERA BAÑARME EN TUS OJOS DE CIELO.
QUISIERA PERDERME EN TU BOCA DE MIEL.
SIN REDES TIRARME. UNIRTE A MI VUELO.
JUGARNOS LA VIDA BIEN LEJOS DEL SUELO.
FUNDIRME EN TU MAGIA DE NIÑA MUJER.


SI CUPIDO ATIENDE MIS RUEGOS ERRANTES.
SI AFRODITA ACEPTA MI OFRENDA DE HONOR.
SE UNIRÁN LOS CUERPOS QUE HOY ESTÁN DISTANTES.
SEREMOS AMIGOS. SEREMOS AMANTES.
SEREMOS AUTORES DE UN PACTO DE AMOR.

domingo, 2 de diciembre de 2007

DESPERTAR

Es exactamente a las 6 de la mañana y de lunes a viernes cuando, sin ningún tipo de pudor ni consideración, el radio-reloj que los amigos de Philips han tenido la deferencia de obsequiarme intenta, mediante alaridos intermitentes de volumen totalmente desconsiderado, hacer que mi lánguida y esquelética osamenta abandone el tibio lecho en el cual se encuentra plácidamente sumergido. Ante tamaños embates, un servidor se defiende aplicando una serie de manotazos de diferente alcance que desesperadamente tratan de enmudecer al endemoniado aparato. Luego de varios intentos frustrados y mediante la aplicación de un certero golpe en su parte superior es que lo logro, no sin antes, por supuesto, haber también logrado sin querer, tirar al suelo gran parte de las frazadas, sábanas, y demás elementos calentatorios que por las noches cubren mi cuerpo. Cinco minutos dura el efecto de mi lucha, ya que luego de pasado ese tiempo, el aparato maldito comienza otra vez su demoníaco canto el cual consigue indefectiblemente hacerme montar en cólera. Es tanta la estrategia bélica que me veo obligada a desplegar diariamente que luego de varios intentos pierdo completamente mis deseos de seguir estando en la cama.
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Once minutos faltan para las 7 de la mañana cuando tímidamente asomo el dedo gordo de mi pie izquierdo con el único motivo de medir la temperatura ambiente existente a esa hora de la madrugada. Segundos después, y en un estoico acto colmado de heroicidad y bravura es que pego un felino brinco que me deja situado a aproximadamente 170 pulgadas de la catrera y generalmente en posición de cúbito horizontal. Meticulosamente y sumergido en la semi-oscuridad del recinto y/o bulo trato afanosamente de localizar todas y cada una de las prendas que la noche anterior han quedado diseminadas por los alrededores de la cama. Una vez reunidas todas las piezas de mi indumentaria y ya en mi poder también el perfume y la toalla me traslado presuroso y sumido en un profundo temblor hacia el baño donde me dispongo a dar una tibia y confortable ducha.
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Una vez que he llegado al recinto de aseo, en primera instancia mi misión es tratar de no agarrarme una congestión con el frío gélido y los chifletes de viento que penetran a velocidades huracanadas tanto por la banderola ( que no cierra bien ) como por debajo de la puerta, donde hay una rendija de aproximadamente 45 centímetros de alto. Tapo el ya mencionado cráter con el paño de piso puesto a modo de chorizo y procedo a despojarme de la ropa de cama no sin antes haber abierto la ducha ya que el agua caliente tarda un tiempo prudencial en recorrer la cañería y llegar a su extremo superior; 5 minutos como mínimo. Una vez que el agua alcanza aproximadamente los 50 grados centígrados, hago varios intentos hasta que por fin logro meterme debajo del chorro, ( más bien chorrito, porque da pena el pobre. Son como 5 hilos de agua desflecados que se las arreglan ingeniosamente para esquivarme cuando intento mojarme ). A duras penas logro, luego de un período de tiempo no demasiado corto mojarme por completo la cabellera para poder así colocarme el champú así como también la crema de enjuague. Cuando estoy terminando de quitarme el jabón del cuerpo y estoy presto a cerrar la lluvia, el agua alcanza al fin la temperatura que me hubiera gustado tuviera desde el principio. Tomo la toalla, que cuidadosamente me encargué de colgar en el pestillo de la puerta y me seco a toda prisa en medio de una serie de contoneos y movimientos pélvicos que tienen la única e importante misión de evitar que muera de hipotermia. Me visto a toda prisa, seco el piso, lavo concienzudamente cada una de mis piezas dentales, pongo en orden mis cabellos y parto hacia el living.
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Enciendo el televisor en el canal 4 para enterarme de algunas noticias del acontecer nacional e internacional al tiempo que comienzo a preparar mi café con leche. Dos de azúcar, dos de café, leche extra calcio Conaprole y al micro durante 1 minuto 40 segundos. Comienzo a degustar sorbo a sorbo el desayuno al tiempo que ingiero algún comestible sólido tal como pan con manteca y/o similar mientras mi amigo Nubel Cisneros se empecina en hacerme creer que el tiempo se va a comportar en las próximas horas tal y como él lo predice, cosa que por supuesto rara vez se sucede.
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A todo esto, las manecillas del reloj indican que falta poco más de 20 minutos para las 8 de la mañana y tomo conciencia recién en ese momento de que debo darme prisa si quiero llegar a tiempo al trabajo. Lavo la taza; coloco mi celular en la cintura; me pongo algo de perfume; doy de comer a “Lucero”, mi pecesito; me pongo la campera y arranco con furia. Mi leal bi-rodado me espera ansioso al costado de la escalera con sus lustrosas cubiertas deseosas de surcar a velocidades siderales el ya conocido camino hacia mi laburo que diariamente recorremos juntos en feliz comunión. Pocos son los obstáculos que se atreven a interferir en nuestro diario recorrido; incluso automotores y motociclistas dudan antes de interponerse en nuestro camino al ver la velocidad, la prestancia y el respeto que imponemos al avanzar con hidalguía hacia nuestro destino.
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7 horas, 56 minutos indica el reloj tarjetero cuando brusca y desafiantemente introduzco mi tarjeta magnética en su vil ranura. Y cual viento pampeano en brusco remolino, comienzo brioso mi jornada laboral.