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jueves, 25 de marzo de 2010

EL DUENDE DE LA SOLEDAD

Por Hernán Barrios



El duende de la soledad se apodera cada tanto de mi alma, y obliga a mi cuerpo a obrar en consecuencia. Me hace desear el ruidoso silencio de la gran ciudad al mediodía, más que a un delicado y suave preludio de Chopin. Me insita a evadirme de lo cotidiano, de lo diario, de lo repetido, para saborear durante algunas horas el agridulce néctar del anonimato. Hoy es un día de esos.


En la mochila, solo lo esencial: cámara de fotos, bloc de notas y un lápiz. En el pecho, un corazón que late fuerte, como queriendo adelantarse a la aventura. A una aventura despojada de grandilocuencias y actos heroicos; a una aventura tan humilde que se codea de a ratos con la indigencia y la desolación; a una aventura que se reduce tan solo a poder ser invisible. A desaparecer. A que nadie diga mi nombre. A poder ver sin ser visto. A pasar desapercibido. A casi estrecharle la mano al fantasma del olvido. En definitiva, a dejar de ser Yo con nombre y apellido, para pasar a ser cualquiera, sin rumbo y sin sentido.


Y hablando de sentido, soy conciente de que no lo tiene; o al menos no un sentido común. Pero ésta libertad transitoria es algo que realmente necesito como el aire. Fue hace muchos años, en otro país y bajo otras circunstancias, que probé el agridulce sabor de la soledad por primera vez, y me gustó desde el principio. Tanto, qué me atrapó inmediatamente, al punto de hacerme adicto.


El duende de la soledad me hace sentir miserable y poderoso al mismo tiempo. Me estruja los ojos hasta dejarlos secos, y me agranda el corazón hasta que casi no me cabe en el pecho. Me coloca un velo triste y gris sobre los ojos, que al mismo tiempo potencia mi sentido general de percepción, y me hace ver las cosas en su justa medida, despojadas totalmente de la borrosa catarata de la rutina. Es algo así como sacarse los lentes de todos los días, viejos y rayados, para ponerse los de gala, nuevos e inmaculados. Con el duende en el cuerpo todo lo que me rodea, personas y objetos, se vuelve atractivo, o por lo menos interesante. Los sonidos están maravillosamente ecualizados, y la paleta de colores y texturas parece más heterogénea e infinita.


Mi primer impulso es el de caminar. Caminar sin rumbo, sin una ruta previamente trazada y por ende, sin destino. Es simplemente caminar, para celebrar el hecho de tener dos piernas; o quizás sea para agradecer este mismo hecho. Con cada paso, liviano e irresponsable, la sangre se me va llenando de una rica sustancia espirituosa, que a falta de otro vocablo yo llamo libertad. Y camino porque soy libre y porque no hay cadena que me ate y me condene a la inacción; en todo caso si la hay, no es otra que esa pesada y herrumbrada ancla que comúnmente llamamos voluntad. Y disfruto cada paso como si fuera el último. Y no importa hacia donde voy; lo importante es el viaje y el saborear lentamente cada metro recorrido. Y miro las cosas, las grandes y las pequeñas; veo colores y escucho sonidos, sobre todo aquellos que habitualmente se me pasan desapercibidos. Y respiro profundo; lleno los pulmones a conciencia una y otra vez. No importa si es aire contaminado de ciudad; lo importante no es el aire sino los pulmones. Sucede que pasamos la vida tan apurados y desatentos, que casi no nos acordamos de usar los pulmones a pleno. Siempre andamos de aquí para allá respirando chiquito; yo diría que casi lo justo y necesario para no morir de inanición.


Luego, cuando mis piernas comienzan a sufrir el cansancio del viaje, me siento a la mesa de un café. A veces el lugar se repite, otras no. Pero éste lugar tiene que tener determinadas características, ya que mi duende de la soledad es algo quisquilloso en este sentido, y si no hago lo que me pide, simplemente me abandona. Prefiere los cafés pequeños y nostálgicos, de esos con un mozo viejo y pelado que encontramos en ciertas esquinas tradicionales de Montevideo, y que fueran fundados décadas atrás por inmigrantes europeos. Tiene que tener buena luz natural y ser muy concurrido; cuánto más concurrido mejor, ya que he comprobado que la soledad aumenta en proporción directa a la cantidad de personas presentes. Tiene que tener mesas y sillas de madera, y es condición fundamental el ocupar una que esté junto a una ventana. Una vez instalado en mi refugio, y cortado mediante, inicio otro viaje, esta vez sin moverme de mi asiento.


Paso por cada una de las mesas y me entrometo en las conversaciones de sus ocupantes, y hasta en sus pensamientos. Escucho sus voces, observo sus gestos y miro dentro de sus ojos. Vivo sus vidas por un instante. Luego me escapo por la ventana y me voy detrás de más gente. Del hombre de saco y corbata que camina rápido al tiempo que le grita a alguien por el celular; de la chica rubia del escote pronunciado que espera la habilitación del semáforo para cruzar la calle; del taxista que le toma el pelo por algo del fútbol al señor del kiosco; de la madre que lleva a sus dos chicos a la escuela; de la mujer vieja y arrugada que pide limosna sentada en la vereda; de la barrita de adolescentes que derrochan energía, física, emocional y sonora, en su travesía al liceo.


Busco historias. Historias de vida que son muchas y son una sola. Historias de vida y de muerte. Historias que en el medio se las ingenian para distraernos y hasta afligirnos por diferentes motivos, pero que si miramos con atención, en el fondo vamos a ver que también son los mismos. Y en ese ir y venir de gente e historias paso las horas; vuelo, viajo, siento, pienso, recargo mis baterías y hasta planifico mi propia historia futura. Parado en el cuerpo y el alma de otros, veo y siento con mayor claridad las cosas que tienen que ver conmigo. Con lo que hago, con lo que quiero, con lo que sueño. Aprecio y doy real valor a lo que tengo, y soy capaz de proyectar en mi mente y corazón, hasta casi tocar, lo que me gustaría tener.


Y soy libre. Por algunas horas soy el ser más invisible y a la vez poderoso del mundo. Más tarde, cuando el mundo exterior ya no tiene mucho más para ofrecerme, y mi segundo cortado hace rato que tampoco, llamo al mozo pelado y viejo, pago la cuenta, y emprendo el camino de regreso a casa. A esa altura ya mi duende de la soledad se ha marchado, supongo yo en busca de otro cuerpo, y el deseo de ver una rostro conocido que diga mi nombre, se está haciendo sentir.


Vuelvo a casa cansado, y ahí estás vos. Te miro. Me sonreís. Me acerco. Me abrazas. Y vuelvo a ser feliz.


viernes, 19 de marzo de 2010

SE BUSCA VIVO Y MUERTO: AEDES AEGYPTI

Por Hernán Barrios



La sociedad toda está alerta, y hasta se podría decir que se ha levantado en armas, ante la presencia ya consumada en su seno (y en el resto de las zonas expuestas de su vulnerable anatomía), de un enemigo especialmente molesto y peligroso. El Aedes aegypti, más conocido en las huestes insectívoras del hampa, por su desagradable misión en el mundo, como MTD (mosquito transmisor del dengue).


Este molesto insecto parece que este año ha llegado para quedarse, y hasta ahora han resultado prácticamente infructuosos los denodados esfuerzos de las fuerzas conjuntas por eliminarlo. Aclaro que por fuerzas conjuntas no me estoy refiriendo a policías y militares actuando en comunión, sino a la Intendencia y a la población civil actuando más bien con desesperación.


Ante tamaño panorama, no puedo más que contemplar con asombro y estupor, toda la batería de medidas que se están tomando (por parte del gobierno departamental y a nivel doméstico), para contrarrestar las mortales embestidas de este pequeño enemigo, y me nace esbozar una sonrisa. Ver las cuadrillas de empleados municipales apretujados en la caja de camiones y camionetas, disfrazados de astronautas, con máscaras antigas, y portando como arma una especie de escopeta gigante que tira un chorro grueso de humo blanco, al tiempo que llevan en sus espaldas a modo de mochila un tanque de 50 litros de antídoto, no deja de causarme hilaridad. Además, cuando uno ve a estos señores desplazarse por parques y calles de la ciudad, se nota a las claras que adoptan la misma postura que los científicos de la NASA al momento de enfrentarse a un virus desconocido y mortal; esos que tantas veces hemos visto en películas yanquis. Caminan con las piernas abiertas como si estuvieran paspados, y muy lentamente; tanto que da la impresión de que la fuerza de gravedad fuera mucho menor con ese traje blanco leche puesto, y que tuvieran que pisar bien fuerte para no salir volando.


Las reservas de insecticidas y repelentes en cualquiera de sus presentaciones, se han agotado de sus lugares habituales de venta. Y ante la escasez, casi cualquier cosa viene bien para ser usada como método alternativo de exterminio y/o espantamiento, de estas malignas criaturas.


Las clásicas TABLETAS o PASTILLAS ESPANTAMOSQUITOS se han visto ampliamente superadas por el enemigo, y casi me atrevería a decir que ya no sirven para nada. Es más, estudios realizados en los últimos días en la facultad de química han demostrado que una cepa del mencionado mosquito ha mutado, y ha conseguido utilizar ciertas proteínas existentes en las mencionadas tabletas, a su favor para aumentar de peso y tamaño.


En mi caso particular, les cuento que la otra noche mientras dormía, me despertó a eso de las 4 de la madrugada un extraño ruido a cable pelado, y cuando prendí la luz para ver qué era lo que estaba sucediendo, pude ver cómo dos mosquitos de considerable tamaño (entre 250 y 300 gramos cada uno), salían volando del dormitorio con el aparato de las tabletas entre las patas, en dirección al la cocina.


Los espirales ya son cosa del pasado, y su efecto en los bichos estos es casi nulo. Es más, casi me atrevería a decir que el olorcito ese a porro dulce que tienen la mayoría de ellos, los revitaliza, y hasta se podría decir que les pega para arriba.


Muchas personas –sobre todo las más veteranas- se ha inclinado por el uso indiscriminado de la fuerza bruta, y han vuelto a las viejas pero efectivas PALMETAS, que si bien en sus inicios fueron pensadas para la eliminación inmediata de moscas, tábanos e insectos afines, también han demostrado a lo largo de la historia ser efectivas para todo tipo de alimañas, mamíferos y animales subcutáneos. De todas formas, me han comentado algunos expertos en la materia (ésta de cazar bichos al vuelo), que algunos ejemplares de estos bichos se han avivado de que pueden burlar al enrejado de la palmeta, poniéndose de costado en el momento del golpe, y dejando las alas bien pegaditas al cuerpo. Y no solo eso, sino que se sabe de buena fuente, que estos mismo mosquitos de vanguardia le están pasando el dato al resto de la barra.


Yo no sé hasta cuándo estaremos con este tema del mosquito mortal éste, pero yo por lo pronto, y luego de haber probado infructuosamente todas y cada una de las antes mencionadas formas de exterminio masivo de insectos, le sigo dando duro y pareja a la clásica cachetada al cuerpo, y al monitoreo constante del mismo. Ante la más mínima sospecha y/o molestia en mi epidermis, que me haga presumir la presencia de algún chupa sangre de estos, me pego el manotazo sin asco, y sin pensarlo dos veces. Y no importa en qué parte del cuerpo caiga el golpe, así como tampoco si es verdadera o falsa la alarma; la prioridad es la prevención.


Cuando voy por la calle -y sobre todo si ando ligero de ropas- mis globos oculares van haciendo un constante y exhaustivo examen de mi superficie epidérmica. Y cada pocos pasos, y por si acaso, me pego una trompada en zonas en las que a mis ojos se les complica un poco la tarea como por ejemplo la nuca, o la parte superior de mi bóveda craneana.


Yo confío en que esta invasión no dure mucho más estimados amigos, porque de lo contrario creo que si no me mata el Aedes aegypti, me mato yo mismo producto de las hematomas producidas por la auto golpiza infringida. Ruego al cielo para no tener que llegar a este extremo.



lunes, 15 de marzo de 2010

GANADORES DEL CARNAVAL URUGUAYO 2010

Por Hernán Barrios

Ha terminado la edición 2010 del concurso de agrupaciones carnavaleras, y el nivel ha sido, según entendidos en la materia, muy bueno.


Los ganadores de cada categoría, han sido los siguientes:

















jueves, 11 de marzo de 2010

JOSE MUJICA: PRIMER DISCURSO COMO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

Por Hernán Barrios



Esta es una fidedigna y literal transcripción del primero discurso pronunciado por el Presidente de la República, José Mujica, inmediatamente después de ser investido en su cargo. He decidido publicarlo textual por varias razones. Una, porque he notado que en contra de lo que podría preverse, no está muy fácil de encontrar en la WEB. Otra, porque me parece que puede haber mucha gente interesada en leerlo y releerlo con calma y serenidad, a fin de sacar más y mejores conclusiones sobre el mismo. Y por último, porque considero que es una disertación simplemente maravillosa. Un discurso lleno de grandes verdades; sincero y claro como pocos; y por sobre todo, teñido de buenas intenciones que ojala, puedan llegar a concretarse.


DISCURSO DE ASUNCIÓN COMO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY, ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DEL PARLAMENTO NACIONAL.


“Señora Presidenta de la Asamblea General, mi querida Lucia; Legisladores y Legisladoras que representan la diversidad de la nación; Presidentes y Presidentas de países amigos que están con nosotros; altos funcionarios destacados para apoyar esta ceremonia; cuerpo Diplomático; Presidente de la Suprema Corte de Justicia; Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas; señores ex Presidentes; dirigentes de los partidos políticos de Uruguay y de las principales organizaciones sociales, de las comunidades religiosas; en fin, señores y señoras. A todos los aquí presentes, gracias. Y también gracias a todos ustedes, compatriotas del alma, que nos acompañan en sus casa y en las calles.


Mis conocimientos jurídicos, extraordinariamente escasos, me impiden dilucidar cual es el momento exacto en que dejo de ser presidente electo para transformarme en presidente a secas. No se si es ahora, o si es dentro de un rato, cuando reciba los símbolos del mando de manos de mi antecesor. Por mi parte, desearía que el título de electo no desapareciera de mi vida de un día para el otro. Tiene la virtud de recordarme a cada rato que soy Presidente solo por la voluntad de los electores. Electo me advierte que no me distraiga y recuerde que estoy mandatado para la tarea. No en vano, el otro sobrenombre para los Presidentes es mandatario. Primer mandatario si se quiere, pero mandado por otros, no por si mismo. Con mejores palabras y más solemnidad, esto es lo que la Constitución establece.


La Constitución es un marco, una guía, un contrato; un límite que encuadra a los gobiernos. Ese es su propósito principal. Pero es también un programa que nos ordena cómo comportarnos en cuestiones que tienen que ver con la esencia de la vida social. Por ejemplo, nos manda literalmente evitar que las cárceles sean instrumentos de mortificación. O nos dice no reconocer ninguna diferencia de raza, género o color. ¡Cuánta deuda tenemos aún con la Constitución! ¡Con qué naturalidad la desobedecemos! No está de más recordarlo hoy, un día en que nos enorgullecemos de estar aplicando las reglas con todo rigor y detalle. Pondremos todo nuestro empeño en cumplir los mandatos constitucionales. En cumplir los que aluden a las formas de organización política del país, por supuesto. Y también en cumplir los enunciados constitucionales que describen la ética social que la nación quiere darse.


Hoy es el día cero, o el día uno de mi gobierno. Y para mí, gobernar empieza por crear las condiciones políticas para gobernar. Por si suena como un trabalenguas, lo repito; para mí, gobernar empieza por crear las condiciones políticas para gobernar. Y gobernar, para generar transformaciones hacia el largo plazo, es más que nada crear las condiciones para gobernar 30 años con políticas de estado. Me gustaría creer, que esta de hoy, es la sesión inaugural de un gobierno de 30 años. No mío, por supuesto, ni tampoco del Frente Amplio; sino de un sistema de partidos, tan sabio y tan potente, que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesen las distintas presidencias de los distintos partidos, y que por allí, por esos túneles, corren intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos. Asuntos como la educación, la infraestructura, la matriz energética, o la seguridad ciudadana.


Esto no es una reflexión para el bronce ni para la posteridad; es una formal declaración de intenciones. Me estoy imaginando el proceso político que viene como una serie de encuentros, a los que unos llevamos los tornillos y otros llevan las tuercas. Es decir encuentros a los que todos concurrimos, con la actitud de quien está incompleto sin la otra parte. En ese tono se va a desarrollar el próximo gobierno del Frente Amplio. Asistiendo incansablemente a las mesas de negociación con vocación de acuerdo. Puede ser que el gobierno tenga más tornillos que nadie; más tornillos que el partido Nacional; más que el partido colorado; más que los empresarios y más que los sindicatos. ¿Pero de qué nos sirven los tornillos sueltos, si son incapaces de encontrar sus piezas complementaria sen la sociedad? Vamos a buscar así el diálogo; no de buenos, ni de mansos, sino porque creemos que esta idea de la complementariedad de las piezas sociales, es la que mejor se ajusta a la realidad. Nos parece que el diagnóstico de concertación y convergencia, es más correcto que el de conflicto, y que solo con el diagnóstico correcto, se puede encontrar el tratamiento correcto.


Miramos la radiografía, y lo que vemos adentro de la sociedad son formas convexas y cóncavas, negociando el ajuste, porque se necesitan entre si. Entonces pensamos que sería contra natura, que los representantes políticos de esos retazos sociales, nos dedicáramos a separar y no a concertar. En Uruguay, todos los partidos políticos son socialmente heterogéneos. Pero los partidos tienen fracciones, y las fracciones tienen acentos sociales. Pero aún en el caso de las fracciones más específicamente representativas de sectores, el mandato de sus electores no es el de atropellar ciegamente por conquistar territorio. Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque. Queremos una vida política orientada hacia la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad. De verdad queremos terminar con la indigencia. De verdad queremos que la gente tenga trabajo. De verdad queremos seguridad para la vida cotidiana. De verdad queremos salud y previsión social bien humanas.


Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena. Con poca épica, pocos héroes y pocos villanos. Más bien tienen políticos que son honrados artesanos de la construcción. Nosotros queremos transformaciones y avances de verdad. Queremos cambios de esos que se tocan con la mano; que no solo afectan las estadísticas sino la vida real de la gente. Para lograrlo estamos convencidos de que se necesita una civilizada convivencia política, y no vamos a ahorrar ningún esfuerzo para lograrla.


Por supuesto, nada de esto comienza con nosotros. El país tiene hermosa tradiciones de respeto recíproco que vienen de muy atrás. Pero es probable que nunca hayamos estado tan cerca de conseguir un cambio cualitativo en la intensidad de esos vínculos entre partidos políticos. Quizás ahora podemos pasar de la tolerancia a la colaboración; de la confrontación controlada a ciertos modos societarios de largo plazo.


Con el Frente Amplio en el gobierno el país ha completado un ciclo. Ahora todos sabemos que los ciudadanos no le extienden cheques en blanco a ningún partido y que los votos hay que ganárselos una y otra vez en buena ley. Los ciudadanos nos han advertido a todos que ya no son incondicionales de ningún partido, que evalúan y auditan las gestiones, que los que hoy son protagonistas principales mañana pueden convertirse en actores secundarios. Después de 100 años, al fin ya no hay partidos predestinados a ganar, y partidos predestinados a perder. Esa fue la dura lección que los lemas tradicionales recibieron en los últimos años. El país les advirtió que no eran tan diferentes entre sí como pretendían, que sus prácticas y estilos se parecían demasiado, y que se necesitaban nuevos jugadores, para que el sistema recuperara una saludable tensión competitiva. Por su parte el Frente Amplio, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes sino de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales, infinitas; que la burocracia tiene vida propia; que la macro economía tiene reglas ingratas pero obligatorias. Y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción. Estos últimos años han sido entonces de intenso aprendizaje para todos los actores políticos.


Es probable que todos estemos ahora más maduros y por tanto listos para pasar a una etapa cualitativamente nueva en el relacionamiento entre fuerzas políticas. Cada una con su identidad y con sus énfasis ideológicos. Sin aflojarle ni a la pulseada ni al control recíproco. Pero sí ampliando dos capacidades que estamos lejos de haber llevado al máximo: la sinceridad y la valentía. Más sinceros en nuestros discurso político, llevando lo que decimos un poco más cerca de lo que de verdad pensamos, y un poco menos atado a lo que nos conviene. Y más valientes para explicarle, cada uno a su propia gente, los límites de nuestras respectivas utopías. Esa sinceridad y esa valentía van a ser necesarias para llevar adelante las políticas de estado que proyectamos. Para ponernos de acuerdo vamos a tener que rebajar nuestras respectivas posturas y promediarlas con las otras. Y esa rebaja implica líos obligatorios con nuestras bases políticas. Ese va a ser un test de valentía.


Los temas de estado deben ser pocos y selectos. Deben ser aquellos asuntos en los que pensamos que se juega el destino, la identidad, el rostro futuro de esta sociedad. Sin pretensiones de verdad absoluta, hemos dicho que deberíamos empezar por cuatro asuntos: educación, energía, medio ambiente y seguridad. Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación; y otra vez educación. Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces: debo ocuparme de la educación. Porque allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la ecuación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana. Y seguramente, cualquiera de los aquí presentes podrá seguir agregando argumentos sobre el carácter prioritario de la educación. Pero, lo que seguramente nadie pueda contestar con facilidad es, ¿a qué cosas vamos a renunciar para darle recursos a la educación? ¿Qué proyectos vamos a postergar, qué retribuciones vamos a negar, qué obras dejarán de hacerse? ¿Con cuántos NO habrá que pagar el gran SI a la educación? Ningún partido querrá quedar en soledad para hacerse responsable de todo ese desgaste. Tendremos que hacerlo juntos, decidirlo juntos y por supuesto, poner el pecho juntos. Este es el significado de las políticas de estado. Sus consecuencias no deben beneficiar ni perjudicar a ningún partido en particular. ¿Estamos dispuestos a hacerlo? Si no lo estamos, todas nuestras grandes declaraciones de amor por la educación, no serán más que palabrería de discurso político.


También hemos sugerido que los temas de infraestructura y energía sean separados, sean separados de la agenda gubernamental corriente, y tratados en común por todos los partidos. La energía es un asunto lleno de complicaciones técnicas. Implica complejos pronósticos sobre el stock de recursos no renovables como los hidrocarburos. Pero también implica casi adivinanzas, sobre lo que nos traerá el desarrollo tecnológico de la energía solar o de la energía eólica. E implica cálculos, de resultado todavía inciertos, sobre la conveniencia de hacer agricultura de alimentos, o agricultura para producir biocombustibles. Pero después que todos los ingenieros y que todos los adivinadores del futuro den su veredicto, la política tendrá que ocuparse de las definiciones estratégicas, en temas en los que la opinión social va a estar dividida. El más notorio de esos temas, es el uso de energía nuclear para generar electricidad. Otro, es cuánto estamos dispuestos a pagar para apoyar las energías renovables, que no son económicamente rentables, incluidos los biocombustibles.


En estos temas, tan imprevisibles, el aumento de la base de sustento político no garantiza que se tomen decisiones óptimas, pero sí asegura que los rumbos elegidos no serán modificados sobre la marcha. En materia energética no se puede avanzar en zigzag, porque pueden pasar décadas entre el momento en que un proyecto comienza a andar, y el momento en que empieza a producir.


También, hemos reservado las estrategias de medio ambiente para ser tratadas en régimen de políticas de estado. Hoy la comunidad internacional nos pide que nos pensemos a nosotros mismos como miembros de una especie, cuyo hábitat está cada vez más amenazado. Hace años que el país ha incorporado una fuerte conciencia sobre el tema, ha legislado con sabiduría y ha operado con decisión y transparencia. Pero la tensión, entre el cuidado del medio ambiente y la expansión productiva, va a ir en aumento. Vamos a estar cada vez más tironeados, entre las promesas de la explosión agrícola, y las amenazas asociadas al uso de agroquímicos. Para no hablar de asuntos más complejos, como las incógnitas vinculadas a la modificación genética, de las especies vegetales. Hasta nuestras pobres vacas, con sus emisiones de gases, son un enorme tema de discusión medio ambiental en el mundo.


Sobre todos estos asuntos, ya empiezan a escucharse algunos tambores de guerra. Afortunadamente, de guerra conceptual, entre los partidarios de la producción a rajatabla, y los preservacionistas a toda costa. El Estado deberá arbitrar y tomar las mejores decisiones. Sean las que sean, deben tener un ancho respaldo político, para que tengas toda la legitimidad posible y puedan sostenerse en el tiempo, contra viento y marea. Aquí de nuevo el sistema político tendrá que ser sincero y valiente, porque para cuidar el medio ambiente habrá que renunciar a algunas promesas productivas. O al revés, para sostener la producción, habrá que rebajar la ambición de una naturaleza intocada. Nos jugamos mucho en todo esto. Tenemos que decidirlo entre todos. Y después, enfrentar las consecuencias entre todos.


La seguridad ciudadana, es el último tema que estamos proponiendo abordar de inmediato, en régimen de política de estado. No lo incluiríamos si solo se tratara de mejorar la lucha contra una aumentada delincuencia tradicional. Creemos que no solo estamos ante un escenario de números crecientes, sino ante transformaciones cualitativas. Ahora tenemos drogas, como la pasta base, de muy bajo costo, que no solo destruyen al adicto, sino que lo inducen a la violencia. Y tenemos mafias enriquecidas, con amplia capacidad de generar corrupción en la policía. Y tenemos operadores del narcotráfico internacional, que usan el país para el tránsito, la distribución y el lavado de dinero.


Aún somos una sociedad tranquila y relativamente segura. Pero lo peor que podríamos hacer es subestimar la amenaza. La sociedad ha levantado el asunto a los primeros lugares de la agenda pública, y desde el sistema político tenemos que responder sin demora y a fondo. Educación, energía, medio ambiente y seguridad son los temas para los que debiéramos definir estrategias orientadas al largo plazo y luego, arroparlas, protegerlas del vaivén político para que puedan proyectarse en el tiempo y consumar sus efectos.


Para todo lo demás, necesitamos que la política discurra en sus formas naturales; es decir, el gobierno en el gobierno y la oposición en la oposición. Con respeto recíproco, pero cada uno en su lugar. Como gobierno, nos corresponde la iniciativa para trazar el mapa de ruta. Aquí vamos.


Lo que hoy comienza se define a sí mismo, entusiastamente, como un segundo gobierno. Ya lo dijimos en la campaña, nuestro programa se resume en dos palabras: más de lo mismo. En primer lugar, vamos a darle al país 5 años más de manejo profesional de la economía, para que la gente pueda trabajar tranquila, e invertir tranquila. Una macroeconomía prolija es un pre-requisito para todo lo demás. Seremos serios en la administración del gasto, serios en el manejo del déficit, serios e la política monetaria, y más serios, perros, en la vigilancia del sistema financiero. Permítanme decirlo de una manera provocativa; vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía. Lo que vamos a compensar largamente, siendo heterodoxos, innovadores y atrevidos, en otros aspectos. En particular, vamos a tener un estado activo, en el estímulo a lo que hemos llamado, el país agro inteligente.


El agro uruguayo está viviendo una revolución tecnológica y empresarial, creciendo muy por encima del resto del país. Los problemas hoy son otros; la sustentabilidad del suelo, la incorporación masiva del riego como factor de producción y sobre todo de mitigación ante las frecuentes sequías. Los proyectos de fuentes de agua que involucran predios de diferente propiedad, marcan una época y es un deber darles el máximo apoyo. Las políticas de reservas y de seguros son exigencias de la adaptación al cambio climático. La investigación, la recreación genética, la alta especialización en las ramas biológicas que nutren el trabajo agrícola de toda esta región, definible como último reservorio alimentario de la humanidad, son para nosotros el capítulo central de una especialización que hemos de llamar, el país agro inteligente. Queremos que la tierra nos de uno, y a ese uno agregarle diez de trabajo inteligente. Para al final tener un valor once, verdadero, competitivo, exportable. No vamos a inventar nada; vamos con humildad detrás del ejemplo de otros países pequeños como Nueva Zelanda y Dinamarca. Si el país fuera una ecuación, diría que la fórmula a intentar es agro+inteligencia+turismo+logística regional. Y punto. Esta, es nuestra gran ilusión. A mi juicio, la única gran ilusión disponible para el país.


Por eso, no vamos a esperar de brazos cruzados que nos la traiga el destino o el mercado. Vamos a salir a buscarla con decisión. Pero también con seriedad. Apoyando solo aquellas actividades, que una vez maduras, tengan verdadera chance de subsistir por sí mismas. No queremos repetir errores del pasado. En particular no queremos que nos vuelva a pasar lo que ocurrió entre los años 50 y 70, cuando la sociedad desperdició enormes recursos, en la quimera de industrias imposibles. Ya una vez quisimos ser antárticos, y producirlo todo fronteras adentro. Nos fue mal; muy mal. Sería criminal no aprender de aquellos dolores y volver a una economía enjaulada y cerrada al mundo.


Y si vamos a ser proactivos en ciertas dimensiones de la economía productiva, vamos a ser el doble de productivos en la búsqueda de una mayor equidad social. ¡Eso sí que no vamos a esperarlo sentados! ¡Ahí sí que no tenemos paciencia para esperar que la prosperidad resuelva sola las cosas! Tal como hizo el gobierno que termina, vamos a llevar el gasto social a los máximos posibles. Y vamos sostener y profundizar los múltiples programas solidarios emprendidos en los últimos 5 años. Ya bajamos la indigencia a la mitad, pero aún queda un 2% de la población en esa situación. El objetivo es terminar con esta vergüenza nacional, y que hasta el último de los habitantes del país, tenga sus necesidades básicas satisfechas, en los términos definidos por las Naciones Unidas. ¡Pero con saciar las necesidades básicas no hacemos nada! Hoy, después de años de prosperidad y de esfuerzo solidario, 1 de cada 5 uruguayos sigue en condiciones de pobreza. Aún, si al país como conjunto le sigue yendo bien, estamos amenazados en convertirnos en una sociedad que avanza a dos velocidades; unos recogen los frutos de un crecimiento acelerado, y otros, por retraso cultural y marginación, apenas lo contemplan.


No es justo, pero además es peligroso, porque no queremos un país que se luzca en las estadísticas, sino un país que sea bueno para vivir. Y no será bueno, si el bienestar y la prosperidad de una familia, se tiene que disfrutar con muros o alambres de púa. De nuevo, para enfrentar la pobreza, la educación es la gran fuente de esperanzas. La escuela y sus maestros, son el ariete principal que hemos de usar para integrar a aquellos a los que las penurias dejaron a un costado. El combate a la pobreza dura tiene mucho de acción formativa en la niñez y la adolescencia. A la cabeza de todas las prioridades va a estar la masificación de las escuelas de tiempo completo, seguido por el fortalecimiento de la Universidad del Trabajo, y el sostén de esa maravilla que es el Plan Ceibal.


Ya tenemos una computadora por niño y por maestro. Ahora vamos por una computadora por adolescente y por profesor. Y por conexión a Internet en todos los hogares. Si la ecuación es la vacuna contra la pobreza del futuro, la vivienda es el remedio urgente para la pobreza de hoy. En primera instancia, desplegaremos un abanico de iniciativas solidarias con la vivienda cadenciada, dentro y fuera de los recursos presupuestales. Apelaremos al esfuerzo social. Vamos a demostrar que la sociedad tiene otras reservas de solidaridad que no están en el Estado. Me niego al escepticismo; se que todos podemos hacer algo por los demás y que lo vamos a demostrar. ¡Van a ver! Van a aparecer materiales, dinero, cabezas profesionales y brazos generosos. ¡Les apuesto a que sí!


No quiero olvidarme de nuestros pobres de uniforme. Las Fuerzas Armadas llenas de pobres, van a ser parte del plan de emergencia habitacional, y vamos a movernos rápido para aliviar en algo la penuria salarial que las aflige. El pasado no es excusa para que hoy no nos demos cuenta que una patria de todos incluye a éstos soldados. Nuestro reconocimiento para aquellos compatriotas militares que sirven en Haití, y han demostrado una admirable entereza y eficiencia solidaria.


En estos años el Uruguay ha cambiado mucho, y nadie discute que ha cambiado para bien. Allí están los números económicos y sociales; de todos los colores. Pero hay un cambio menos visibles, imposibles de cuantificar pero a mi juicio de gran importancia; el cambio en el autoestima, el cambio en la manera que nos percibimos a nosotros mismos y a los horizontes posibles. Nuestros modestos éxitos nos han hecho más ambiciosos y más inconformistas. ¡Bienvenido inconformismo! ¡Bienvenido el cuestionamiento de viejas certezas!


Y en ésta línea; bienvenido el profundo cuestionamiento del Estado uruguayo. Del estado hacia adentro; como estructura, como organización, como prestador de servicios. El Uruguay se mantuvo al margen de los vientos privatizadores de los años noventa. Es más, la sociedad recibió propuestas, las consideró, y las rechazó explícitamente. Estuvimos entre los abanderados de esos rechazos y no nos arrepentimos. Pero el respaldo de los ciudadanos fue a un modo de propiedad social, no a un modo de gestión de la cosa pública y menos, a sus resultados. Es probable que aquellos eventos y estas confusiones, hayan postergado demasiado la discusión franca sobre el Estado, sobre los recursos que consume, y sobre la calidad de los recursos que presta. Hoy una revisación profunda es impostergable. Necesitamos evaluaciones serias, imparciales y profundas. Necesitamos números y comparaciones. Y con todo eso a la vista, tenemos que rediseñar el Estado.


Todos sabemos que puede ser más eficiente y más barato. Esta reforma no va a ser en contra de los funcionarios, sino con los funcionarios. Pero tampoco vale hacerse el distraído; el 90% de la eficacia del Estado se juega en el desempeño de los funcionarios públicos. La sociedad ha sido benévola con algunos de sus servidores públicos y casi cruel, con otros. Ha permitido que funciones sencillas, que no requieren esfuerzo ni preparación, se paguen en algunas oficinas diez veces más, de lo que recibe quien realiza un trabajo imprescindible y duro, como un policía o un maestro rural. Cuando estas asimetrías duran un tiempo, pueden considerarse errores o desaciertos; cuando duran décadas, más bien parecen ser manifestaciones de una sociedad que se va volviendo cínica.


Del mismo modo, la sociedad uruguaya ha protegido a sus servidores públicos mucho más que a sus trabajadores privados. Recordemos que en la crisis del año 2002 y 2003, casi 200 mil personas perdieron su trabajo, y ninguna fue un funcionario público. Se estima que otras 200 mil sufrieron rebajas en sus salarios, y todas fueron trabajadores privados. Como bien ha dicho el presidente Tabaré Vázquez, ésta es la madre de todas las reformas. No deberíamos permitir que esta madre nos siga esperando.


¿En qué mundo vivimos? No está fácil de saber. Me gustaría preguntárselo a cada uno de los ilustres visitantes que están aquí. Aunque sin duda tiene mucho mundo, me atrevería a decir que no van a poder darme una respuesta simple. ¿Verdad que no? El mundo está cambiando a cada rato. Y lo que es peor, a cada rato está cambiando la teoría de cómo se construye, una mejor. Todavía no acabamos de padecer las consecuencias de la crisis planetaria con que nos obsequió el sistema financiero, en la cumbre del mundo. Descubrimos que habían creado un universo de burbuja y de casino. Pero que desde allí, no solo se jugaba a la ruleta, sino que se podía golpear al mundo productivo real. Durante la crisis, para rescatar lo que quedaba en pie, se rompieron dogmas que parecían sagrados, se decretó la muerte de los paradigmas vigentes, y se volvió a la política, como a un refugio de esperanza.


Hoy ante los desafíos no previsibles de la realidad, casi todos pensamos que ningún camino puede descartarse a priori, ninguna experiencia desconocerse, ninguna fórmula archivarse para siempre. Solo el dogmatismo quedó sepultado. No está fácil navegar. Las brújulas ya no están seguras de dónde quedan los puntos cardinales. Así que mirando las estrellas nos quedan algunas pocas certezas para orientarnos. Primero, que en el mundo ya no hay un centro sino varios, y que la globalización es un hecho irreversible. Por todos lados los humanos anudamos nuestro destino y nos hacemos mutuamente dependientes. La idea de cerrarse al mundo quedó obsoleta. Pero a su vez, el proteccionismo sigue vivito y coleando, y a menudo es protagonizado por unidades de tamaño continental. Los latinoamericanos, un poco a los tumbos, estamos intentando construir mercados más grandes. ¡Pero cómo nos cuesta! Somos una familia balcanizada, que quiere juntarse pero no puede. Hicimos talvez, muchos hermosos países, pero seguimos fracasando en hacer la Patria Grande. Por lo menos hasta ahora. No perdemos la esperanza, porque aún están vivos los sentimientos; desde el Río Bravo a las Malvinas vive una sola nación: la nación Latinoamericana. Dentro de nuestro hogar latinoamericano, tenemos un dormitorio que compartimos y que se llama MERCOSUR. Ay MERCOSUR; ¡cuánto amor y cuando enojo nos suscita! Hoy estamos en público y no es el momento de hablar de los temas de alcoba. Solo déjenme afirmar que para nosotros, el MERCOSUR es hasta que la muerte nos separe; y que esperamos una actitud recíproca de nuestros socios mayores. Finalmente, deseamos que el bicentenario nos encuentro con un Río de la Plata más angosto, despejados todos los caminos que nos unen.


He reservado para el final, la más grata de todas la tareas; saludar la presencia de quienes han venido a acompañarnos desde el exterior, especialmente de aquellos que han venido desde muy lejos, casi inesperadamente. Años atrás hubiéramos considerado estas visitas como un valioso gesto diplomático, una cortesía de país a país. Creo que en los últimos tiempos, estas presencias tienen un significado mucho más intenso, y mucho más político. Siento que al estar aquí, ustedes expresan el respaldo a los procesos democráticos de renovación del poder. Se hacen testigos de la celebración. Ya sabíamos del afecto, pero nos gusta más sentirlo en la presencia física de todos ustedes. Sentirlo cara a cara. Y también corresponderlo cara a cara. Esto es así, para el afecto entre la gente y para el afecto entre los países. Quererse de cerca debería estar recomendado en las academias de diplomacia. Así que, amigos del mundo aquí presentes, reciban el agradecimiento del Uruguay entero. Sepan que no solo estamos honrados por su presencia, también estamos contentos de tenerlos aquí y hasta diría que un poco conmovidos.


Para terminar, déjenme llegar al borde de la exageración, y decir que este gobierno que empieza, no lo ganamos, sino que lo heredamos. Porque la principal razón de mi llegada a la presidencia, es el éxito logrado por el primer gobierno del Frente Amplio, encabezado por el doctor Tabaré Vázquez. El y sus equipos han hecho un gran trabajo; les digo muchas gracias en nombres de 3 millones de uruguayos.


Nosotros vamos a seguir por el mismo camino, construyendo una patria para todos, y con todos.


Muchas gracias."



EL DISCURSO EN VIDEO:


http://www.youtube.com/watch?v=mgOxKq3d1pU

http://www.youtube.com/watch?v=DBb8ATAOSR4

http://www.youtube.com/watch?v=xwrZFpwVAKE

http://www.youtube.com/watch?v=d1rKR55HiwM

http://www.youtube.com/watch?v=IYQiEbU8ggI