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martes, 11 de febrero de 2014

EL CHORRO DEL AIRE ACONDICIONADO

Por Hernán Barrios

Hace algunos días estaba leyendo un artículo de Hernán Casciari titulado Mínimos avances en la cama, el cual habla acerca de lo poco que ésta ha evolucionado desde su creación hasta nuestros días, e inmediatamente me vino a la mente otro aparato, bastante más sofisticado, del que se podría decir que tampoco ha tenido un derroche de evolución en su carrera.


EL AIRE ACONDICIONADO


Para mí -y supongo que para la mayoría de las personas-, el aire acondicionado es una máquina maravillosa. La verdad que me tengo que sacar el sombrero ante su creador. Nos mantiene calentitos en invierno y frescos en verano. Estoy bastante seguro de que, junto con el lavarropas, el consolador y el control remoto, son responsables directos, en este siglo y en el anterior, de gran parte de la felicidad del ser humano. Realmente es un artilugio maravilloso y casi perfecto.

Y digo casi porque hay una parte del invento que no me termina de cerrar. El chorrito. No sé si fue porque se cansaron al final, porque se les terminaron las ideas, o por falta de recursos para comprar materiales, pero la verdad que este detalle -a priori insignificante-, me da como pena por el aparato en sí. Es una lástima que una idea que les podría haber salido redonda de principio a fin, se les haya quedado trunca por semejante descuido.

Y lo que más me preocupa, es que luego de unos cuántos años de rodaje y ya con tiempo más que suficiente como para haber pulido el invento, el dichoso chorrito siga estando ahí. La verdad que me cuesta creer que nadie en todo este tiempo haya sigo capaz de corregir semejante desperfecto. Sinceramente, para mí que no le han puesto suficiente voluntad al asunto.

Las ciudades crecen, los edificios se multiplican, y los aparatos de aire acondicionado ocupan cada vez más espacio en las fachadas de estos últimos. Y todos, absolutamente todos, desde los más viejos hasta los de última generación, dejan caer su acuoso residuo sobre las cabezas de los desprevenidos transeúntes.

Ojo, no estoy pidiendo que inventen un sistema que haga desaparecer el agua residual como por arte de magia. Ni siquiera que la reciclen para poder utilizarla en otros menesteres, como por ejemplo regar las plantas. Lo único que pido, desde mi humilde espacio de ciudadano de a pié, es que no me tiren el chorro en el marote cuando paso. ¿Está mal? ¿Es mucho pedir?

¿¡Qué les cuesta señores de la "contru"; arquitectos, ingenieros o constructores, ponerles un cañito -barato nomas-, que saque el agua en forma más amistosa y menos violenta, del interior de su metálico estómago!? Estoy seguro de que no puede ser tan difícil.

Bueno, sólo eso.
Muchas gracias y saludos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

TECNOLGÍA DACTILAR

Por Hernán Barrios

Grueso y profundo análisis acerca del tan popular y poco amistoso estudio médico denominado TACTO RECTAL.


A mí todo lo que tenga que ver con ciencia y tecnología, me interesa. ¡Pero todo, eh! Desde los vuelos al espacio hasta las zambullidas en las Fosas de las Marianas. Desde la Teoría de la Relatividad, pasando por la de la Evolución de las Especies, hasta la física cuántica (con agujeros negros incluidos). No dejo pasar ninguna oportunidad de pegarle una mirada en Discovery, History o cualquiera de esos canales, a todo programa que tenga que ver con ciencia, tecnología, pirámides, y de paso ovnis. Me gustan, ¡qué le voy a hacer! No lo puedo evitar. Y digo todo esto nada más para dejar en claro que mi relación con la ciencia es buena. Que no tengo nada en su contra y que por el contrario, en la mayoría de los casos, la apoyo y la defiendo. 

Pero hay algo que ya desde hace algún tiempo me anda dando vueltas en la cabeza, y que considero ha llegado el momento de decirlo. Algo que no me cierra. Algo a lo que, por más vueltas que le doy, no le encuentro explicación científica. Ese algo es el examen médico denominado TACTO RECTAL.