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domingo, 23 de diciembre de 2007

LA MAS LINDA DE TODAS





LO LINDO DE LA VIDA ES LA SORPRESA. EL NO SABER QUE ES LO QUE VIENE, ES LO QUE LA HACE MERECEDORA DE SER VIVIDA. DE OTRA MANERA, NO TENDRÍA SENTIDO. O MEJOR DICHO, TENDRÍA UN RECORRIDO UNIDIRECCIONAL DEL CUAL NO PODRÍAMOS ESCAPAR, Y AL CUAL DEBERÍAMOS DE ATENERNOS CUALQUIERA FUERA ESTE, Y CUALQUIERA FUERA SU FINAL.




EN ESTE CONTEXTO, LA VIDA ME HA REGALADO LA POSIBILIDAD DE CONOCER A UNA PERSONITA, QUE NO SOLO SE HA COMPRADO VARIAS PARCELAS DENTRO DE MI CORAZÓN, SINO QUE CASI SIN HABLAR, ME HA ENSEÑADO MUCHO.












LES PRESENTO A VICTORIA, LA MAS LINDA DE TODAS.

















Victoria es morocha, bajita y algo rellenita. Cumplió 15 años no hace mucho, hubo fiesta y tuve el honor de ser invitado. Es simpática, extrovertida y muy, pero muy cariñosa. Si prestan atención a su fotografía, notaran que esta delata la presencia de una irregularidad. Si, algún desajuste en su cadena genética hizo que naciera padeciendo SÍNDROME DE DOWN. Digo padeciendo, para ajustarme al lenguaje de la calle, pero en realidad, tengo muchas ganas de decir que ha sido bendecida con el síndrome de Down. Les cuento por que.








Debo decir que antes de conocerla, y ante la inminencia de este hecho, estaba algo inquieto. O mas bien preocupado conmigo mismo, porque no estaba seguro de poder manejar la situación con naturalidad, ya que nunca había tenido contacto directo con una persona Down. Bueno, les cuento que cinco minutos después de conocernos, ya eramos amigos de toda la vida. Suena extraño, pero fue así. Jamas conocí persona alguna que tuviera tal poder de... inclusión emocional. Se hace querer con una mirada. A la segunda, ya te dan ganas de abrazarla y de apretarle esos cachetes regordetes que tiene. Es maravillosa. Uds. dirán que soy yo; que justo me encontró en un momento medio maricón de fragilidad emocional, y me pasaron todas estas cosas. Y yo también lo creí así al principio. Pero con el tiempo vi que a otras personas les pasaba igual. Y me convencí. Era ella, no yo.








A esta altura, y después de haber tenido largas charlas y ardorosos debates conmigo mismo, he concluido que lo que la vida le ha negado en capacidad intelectual, se lo ha recompensado con creces en capacidad emocional. Tanto es así, que aveces siento algo así como una especie de envidia de no poder sentir tan a pecho lleno como lo hace ella. De que mis emociones siempre estén contaminadas con productos emanados de la razón tales como miedo, inseguridad, preconceptos, cálculos de probabilidades, conductas aprendidas, mecanismos de defensa, y otros. En ella eso no existe. Sus sentimientos son absolutamente puros y cristalinos. Así como nacen, salen al exterior. Nada de tabues, nada de filtros sociales. Diganme si esto no es digno de ser envidiado. Ven, envidia que ella tampoco conoce. Esto no implica que no sepa lo que es el dolor, el sufrimiento o el llanto. Si que lo sabe. Y lo demuestra a boca llena. Su tristeza, es pura tristeza. Y su alegría, es pura alegría. Y su alegría es absolutamente contagiosa. Quizás por ser emoción en estado puro, no lo se. Pero basta una sola sonrisa de su boca, para hacerte sentir que vale la pena estar vivo, y entender en un instante, que las cosas por las que nos preocupamos nosotros, "la gente normal", son dignas del mas eximio e ilustre de los estúpidos.








Como les dije anteriormente, participe en carácter de invitado a su fiesta de 15. Nunca vi una sonrisa que disparara una ola expansiva de felicidad tan poderosa como la suya en el momento de entrar al salón. Veías su boca, luego su sonrisa, y ahí sabias que unas milésimas de segundo mas tarde, algo bueno te iba a pasar por arriba y se te iba a meter hasta el alma. Y así pasaba. Era imposible no emocionarse. Hasta el mas duro de los corazones era convertido en gelatina con el poder de su sonrisa. Era una sonrisa que emanaba alegría primero que nada, pero que era acompañada y sustentada por sentimientos tales como agradecimiento, piedad, calma, paz, bondad y sobre todo mucho, pero mucho amor.








Bueno, la cosa es que luego de vivir experiencias como estas, no me quedo otra alternativa que refleccionar sobre algunas cuestiones y replantearme algunas otras. Y por supuesto, luego de esto, compartirlo con Uds., mis queridos amigos. Creo que es bueno y sano que cada tanto nos preguntemos cosa como estas. ¿En que estamos gastando cada minuto de nuestras vidas? ¿Somos felices? ¿Hacemos cosas para ser felices? ¿Somos auténticos? Nuestras preocupaciones, ¿son realmente cuestiones fundamentales, o nos han hecho creer a través de la historia que si lo son? ¿Disfrutamos de la vida? O nos preocupamos demasiado por un futuro que siempre va a estar un paso adelante y no vivimos a pleno el presente. ¿Valoramos realmente lo que tenemos, o gastamos demasiada energía en anhelar lo que desearíamos tener? ¿Damos realmente a nuestros afectos el valor que tienen? ¿Le decimos a las personas que queremos, que las queremos?








No todos tenemos la suerte de ser como Victoria. Pero quizás, tan solo quizás, con un poco de esfuerzo y mucha constancia, podamos llegar algún día a vivir la vida a pleno. A dar sin recibir. A amar gratis. A sonreír porque si. A aceptar a todos sin mas. Y por que no, a bajarle los humos a la razón, que tanto daño le han hecho a la humanidad, y subírselos a la emoción, que tan relegada ha estado siempre.
















¡¡¡ FELICES FIESTAS PARA TODOS !!!




lunes, 17 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (3)

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Una vez que los técnicos salieron de debajo del vehículo sin haber hecho nada mas que eso, estar debajo del vehículo, decidimos emprender el resto del viaje. A la orden del capitán subimos todos a bordo, ya que el brioso motor rugía cual feroz loen africano denotando sus ansias por devorar de un mordisco, los deliciosos 90 kmts. que nos separaban de Trinidad. Una vez que estuvimos cada uno en su sitio, arrancamos. O mejor dicho, tuvimos la intención de arrancar, ya que en un hecho que a esa altura no sorprendió a ninguno de los pasajeros, no entraba la primera. Es más, creo que tampoco entraba la segunda, porque por más que hacía fuerza para moverse el tipo, no avanzaba ni un metro. Amén de que teníamos que sortear una pequeña lomita (entiéndase montículo de arena de aproximadamente 30 cmts. de altura y con una pendiente negativa de 23º) para poder salir de la estación de servicio hacia la ruta. Y no la subía che! Creo que dejo de comer una semana, me echo a Rodrigo al hombro recién comido y recién bañado, me monto en un monopatín y lo paso a las risas. Y el muy ladino del auto no lo subía. Y bueno, nos quedaríamos a vivir ahí nomas. Intentamos salir marcha atrás y creo que ni esa entraba. Todos para abajo otra vez. Mierda! Menos mal que minutos antes habíamos tenido la precaución con una de las niñas, de adquirir en el minimarket de la estación una "checha" bien fría que en parte nos hacía olvidar las penurias a las que estábamos siendo sometidos. La cosa fue que luego de tomar un par de vasos del vital elemento espumoso, ya no recuerdo ni como en un determinado momento estábamos en la ruta. Lento, pero en la ruta al fin.
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"Lo siento medio pesado..." dijo el negro de mierda éste que hacía las veces de chofer. Y a mí que ya no me importaba nada a esa altura, sin exteriorizar un solo monosílabo pensé,"que explote de una vez si es que tiene que explotar la lata, ésta así paramos de sufrir" Pero no, no solo que no explotó sino que con el devenir de los kmts. comenzó a tomar velocidad hasta llegar a una velocidad casi que normal. Ya no digamos velocidad crucero, pero sí velocidad canoa. Y así seguimos, un poco frenado de a ratos y otro poco bien. Yo para mí que era el viento cruzado de 0.3 nudos que lo frenaba al cascajo ése. Recuerdo como si fuera hoy el momento de máxima emoción en el viaje y que por cierto causó una espontánea explosión de júbilo en el público presente, cuando pasamos un vehículo en la ruta que circulaba en la misma dirección que nosotros. Aleluya. Rayos y centellas. Cáspitas. Recórcholis. Qué placer. Qué dicha. Se ve que un poco me había empezado a encariñar con el aparato éste, porque hasta me sentí un poquito orgulloso de él. Recuerdo que el caballo que tiraba el carro nos miró -me pareció a mí- casi que con un poco de envidia cuando lo dejamos lentamente atrás. Majestuoso.
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No fue sino hasta varios kmts. más adelante y luego de haber tenido que parar para cerrar el capot no menos de una media decena de veces, que descubrimos que nos habíamos quedado total, rotunda y fulminantemente sin frenos -entiéndase que el que se había quedado sin frenos era el montón de fierros ése- pero a los efectos era lo mismo. Era ya casi un hecho que a Trinidad íbamos a llegar, el tema era como íbamos a hacer para parar. Yo ya estaba, entre la cerveza, el mate y las empanadas, totalmente resignado. Por mí que siguiera derecho y apuntara directo a la Tahona (o a cualquier cañada o cúmulo de agua y barro que nos quedara de paso). Pero no. El chofer tenía intenciones de detenerse a cualquier precio. Así que por ahí por la rotonda empezó a frenar -entiéndase a apretar el pedal que en algún tiempo remoto hizo las veces de freno y que a esta altura solo servía para ayudar a desarrollar de manera rápida y eficaz los músculos de la pantorrilla- hasta que cuando íbamos cruzando la virgencita esa que hay a la entrada de la ciudad y al ver que no llegábamos nunca y que la colisión era inminente, sentí unas ganas casi incontenibles de bajarme y seguir caminando "adelante". Pero me las aguanté (más que nada por respeto a mi amigo) y no abandoné el barco. Pasando apenas la Texaco y a la altura de los Silos ya íbamos con el freno de mano a todo trapo y creo que con la marcha atrás puesta. Igual avanzaba el muy bárbaro. Seguramente han visto la película "Máxima Velocidad II", no? Bueno, esto era lo mismo, lo único que en lugar de ser un crucero que entraba lentamente en la ciudad, era un "a u t o". Y conste que lo escribo en partes no por capricho, sino porque es así; piezas mecánicas sueltas que hacen un denodado y loable esfuerzo por hacer las veces de medio de transporte. La cosa fue que en un determinado momento, un servidor cerró los ojos, se tapó los oídos y casi diría que se me escapó una especie de plegaria vaya a saber a quién. Me entregué a la suerte.
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Cuando los volví a abrir, el vehículo estaba detenido. Ayudado seguramente por una fuerza divina, el diestro chofer había logrado insertar el auto en el taller de su padre -el padre del chofer, obvio- sin infringirle siquiera un rasguño -cosa que por cierto ni se hubiera notado- a la carrocería. Estábamos a salvo.

viernes, 14 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (2)

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No sé que se le había pegado en la rueda delantera izquierda -seguramente un chicle- que no le permitía a la imponente mole avanzar adecuadamente. Como habrán podido ver en la imagen superior, tras denodados esfuerzos del ingeniero de abordo y con el molesto revoloteo de Antonio a su alrededor simulando hacer algo ( en realidad si hacía algo, molestaba ) superamos el primer escoyo. Acto seguido, cargamos todo el equipaje humano y pusimos proa hacia los accesos de la capital.
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Teníamos mate, bizcochos y empanadas. Todo se perfilaba para que el viaje, salvo imprevistos de orden mecánico, transcurriera con tranquilidad. Y debemos haber hecho unos... 3 kmts. desde la última parada, cuando habiendo ya alcanzado -según cálculos mentales, porque el velocímetro por supuesto que no funcionaba- una velocidad crucero de aproximadamente 80 kmts/h, de pronto, un golpe seco a fierro viejo nos pone el corazón en la boca ( y a mí en particular la filmadora incrustada en la córnea ). Frenada brusca ! Va, brusca es un decir. Creo que habríamos frenado un poco más de bruscamente si hubiera sacado una pata para afuera. Bueno, la cosa es que luego de que el vehículo se detuvo, descendimos cual escuadrón especial de SWAT, portando cada uno toda clase de utensilios ( cualquier cosa servía con tal de hacer un poco de bulla ). Cables, herramientas, lámparas, valizas, etc. Yo por lo pronto, seguí con mi cámara filmadora sin apartarme un ápice de mi carácter de REGISTRADOR DE ACONTECIMIENTOS. Por el momento no me lo permite ni la tecnología ni mis obtusos conocimientos de informática, pero quizá en un futuro no muy lejano les pueda hacer llegar vía cualquier cosa la cinta de video en el cual están registrados los acontecimientos por mi narrados. El tema era que se había abierto el capot bruscamente y eso ocasionó el fuerte ruido que nos hizo echar pié a tierra. No se vayan Uds. a pensar que el pedazo de chapa ése se abrió por causa de la velocidad desarrollada por el bólido!. No, no, no. Se abrió porque el gancho que en en una época remota hizo las veces de seguro se había convertido con el pasar de los años en un conglomerado de alambres oxidados que ya no cumplía función alguna. El tema fue resuelto una vez más gracias a la pericia de Alberto, quién sin ninguna clase de tapujos y demostrando una humildad que a muchos les queda grande, quitóse pues el cinturón que retenía su pantalón en el lugar y ató fuertemente -al mejor estilo McGiver- el capot al paragolpes dando el problema por finalizado. Otra vez estábamos en marcha.
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"Está medio frenado ... " fueron las siguientes palabras que escuché de parte del conductor 30 segundos más tarde a haber emprendido la marcha nuevamente. " Pero la gran puta carajo..." -personando la expresión- fue lo único que atiné a pensar en ese momento. Llegamos nuevamente a la velocidad crucero de 70 kmts/h ( nótese que era un crucero cada vez más destartalado ) cuando tuvimos que frenar porque se nos interpuso estoico el Puente sobre el río Sta. Lucía. Y bueno. Yo pensé que si uno intentaba pasar un vehículo por piezas no te cobraban peaje, pero ahí me desasné de mi error. Sí te cobran, y lo mismo que si fuera en un auto entero y de verdad. Son unos abusadores. Pasamos el puente podría decirse que casi sin complicaciones y una vez que habíamos viajado unos 10 minutos seguidos sin que pasara algo extraño, comencé a sentirme más tranquilo. La ronda de mate, que hasta ese momento se había visto interrumpida en reiteradas ocasiones, retomó su cadencia. Probamos al fin las empanadas y comenzamos a deglutir el bolo alimenticio formado por los bizcochos ingeridos varios kmts. atrás y el cual había quedado atracado en el tercio superior de la tráquea, más exactamente entre la glotis y la epiglotis por causa de los avatares del viaje.
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Sé que pueden pensar que estoy mintiendo, pero aunque no lo crean y luego de todo ésto, llegamos sin problemas a San José. Por obvias razones, cada vez que buscaba a los actores del relato para tomarles una fotografía posando junto al flamante vehículo, se encontraban debajo de él. ¿Qué raro no?

jueves, 13 de diciembre de 2007

VIAJE INAUGURAL (1)

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Hay cosas que pasan y dejan huellas. Esta que les voy a contar a continuación, fue una de ellas. Imaginen por un momento la situación. El primer auto de mi mejor amigo. Yo soltero. El soltero. Para nosotros, el mundo conspiraba y casi que nos empujaba a empezar a librar las más titánicas correrías hasta ese momento vividas. Para inaugurar esta nueva vida, decidimos hacer un viaje a nuestro pueblo natal, en el interior del país. He aquí el comienzo del relato.
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"A la 1 en punto te paso a buscar" dijo mi amigo Antonio con voz de brigadier general retirado, cuando hablé por teléfono el día anterior al viaje en cuestión. "Mira que no esperamos a nadie", agregó luego en tono amenazante. Ante tamaño apuro, no tuve mas remedio que pelearme con toda la plana mayor de mi empresa, a fin de lograr que me dejaran salir 5 minutos antes de la hora señalada para estar presto y en guardia, cuando mi amigo estacionara su flamante máquina frente a mi trabajo. Eran exactamente las 14:30 cuando mis ojos de lince divisaron una oscura silueta corriendo presuroso entre la multitud en dirección a mí. Era el negro informal éste -porque no sé si les comenté que mi amigo podríamos decir que es, este... digamos... ligeramente acubanado- que amén de llegar 1 hora y media tarde, venía a pata el pelotudo. Y no se pierdan la excusa: "No encontré como llegar hasta tu trabajo sin cometer una infracción...". Sin palabras; el muy atolondrado había dejado el auto como a 5 cuadras por no saber cómo llegar. Y bueno, hay que entenderlo, no es lo mismo andar en bicicleta -que era su medio de transporte habitual hasta el momento- que en auto. Se ve que en el birodado no respetaba un carajo las flechas, ni los semáforos, ni nada. Bueno, el tema es que yo ya estaba bastante cansadito de esperar. Pero mi mal humor fue en pocos segundos obnubilado por la excitación del inminente viaje. Cansado de caminar llegamos al auto. Como yo más o menos estaba al corriente de qué clase de auto había adquirido mi amigo, a medida que avanzábamos por la calzada trataba, estirando al máximo mis vértebras cervicales superiores, de localizar entre la enorme cantidad de autos estacionados, alguno que cumpliera los pocos requisitos que se necesitaban; cuatro ruedas y estado calamitoso. No fue hasta que estuve a 10 mts. de distancia que lo vi. Era él. Tal y como era hace 57 años -que fue cuando lo hicieron- pero con los dramáticos efectos del paso del tiempo sobre su osamenta. Imponía respeto. Nadie se atrevía a siquiera a acercarse; supongo que por miedo a que se destartalara del todo. La cosa era que ahí estaba esperándonos, en marcha y además con una damisela en su interior. Era un espectáculo dantesco. Me acerqué cauto, sigiloso; lo miré de cerca y en un arranque de brabura tomé la manija de la puerta trasera derecha y tiré con decisión. Y volví a tirar. Cuando estaba logrando tirones de alrededor de 3200 libras y casi a punto de quedarme con la puerta en la mano, escucho la ronca voz de mi amigo que tardíamente me advierte, " Esa no abre...!!! " Puta carajo. Empezamos fenómeno.
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Una vez instalado en el asiento posterior del vehículo en cuestión y habiendo saludado a la niña que se encontraba sentada en el asiento delantero, pude comprobar que realmente no es tan malo que un resorte oxidado del tapizado se te incruste con vehemencia en el traste. Me lo quité discimuladamente como quién quita un anzuelo clavado en un dedo y me corrí hacia la derecha, con la esperanza de que la sentadera estuviera un poco menos peligrosa de ese lado. De todas maneras, más que sentarme, lo que hice fue ir en cuclillas hasta el trabajo de otra dama, que era nuestra segunda parada antes de partir y que por cierto, se encontraba en dirección exactamente contraria a la salida de Montevideo. A esta altura ya eran como las 3 de la tarde. L recogimos y dando vuelta 180º pusimos proa hacia donde debíamos levantar a Susana, una de las tantas tías del protagonista de ésta historia. Llegamos a las 15:30 a dicha casa -que por cierto estaba ubicada a 3 cuadras de mi trabajo-, y ahí fue realmente donde empezó el calvario.
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Había un ruidito. Más bien era algo así como un silbidito que molestaba y no dejaba concentrar al conductor. En realidad, el mentado ruido era prácticamente imperceptible para el resto de los mortales que íbamos a bordo del aparato, pero como el chofer dijo " me molesta el ruido ", nos pusimos todos a buscar en forma compulsiva la fuente emisora del sonido en cuestión. He omitido decir que además de las personas nombradas, iba también en carácter de ingeniero de abordo y por tanto como póliza de seguros Alberto, hermano de Antonio y del cual se decía que era el que nos podía sacar las papas del fuego en caso de que la cosa se pusiera negra. Bendito sea Alberto !!! No un ingeniero, sino varias ordas de ingenieros se hubieran necesitado para recorrer los tristes 188 kmts. que nos separaban de nuestro destino, si no hubiera sido por la pericia y destreza del muchacho en cuestión. No habíamos salido de Mdeo. y el panorama era éste.



domingo, 9 de diciembre de 2007

PEQUEÑO Y BREVE RELATO DE AMOR SÚBITO


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"Fue en la placita de la esquina. Cuando la vi por primera vez, supe de inmediato que era el amor de mi vida. Mi cara se llenó de calor y color al instante. Mis ojos luchaban conmigo mismo por decidir entre bajar la mirada, y mirarla. Mi boca húmeda, se llenó de pronto de un dulce sabor que jamás había probado. Todos mis músculos se tensaron hasta quedar en alerta, al tiempo que mi corazón latía más fuerte que nunca, como queriendo escapar.


Era pequeña y hermosa. Su caminar era tan perfecto y delicado, que parecía hacerlo sobre nubes de algodón. Las líneas de su delicado cuerpecito eran absolutamente armónicas y geometricamente exactas. Y su rostro, simplemente angelical. Todo en ella era hermoso. Ese delicado collar rosa que llevaba con elegancia. Ese minúsculo moñito, también rosa, que agregaba una dosis de ternura a su ya tierna mirada. Si hasta esa metálica cadena que la sujetaba por el cuello y la mantenía unida a su dueña, le quedaba linda.


De pronto, me miró y la miré En un instante supimos todo el uno del otro. Nuestras fibras más íntimas se abrieron súbitamente como una rosa, y nos conocimos. Y supimos que nos habíamos amado siempre.


En un momento y de un tirón, se soltó de la mano que la sujetaba, y emprendió una alocada carrera a mi encuentro. Parecía volar. Sus delgadas patas y manos tocaban apenas el verde y suave pasto en perfecta armonía. Sus blancos rulitos apenas si se dejaban acariciar por el viento, y sus finas orejitas se mantenían erguidas, seguramente a la espera de una señal de mi parte. De pronto, un ómnibus que pasaba la pisó y le aplastó la cabeza. Me fui para mi cucha triste".
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Guau

miércoles, 5 de diciembre de 2007

ODA A TUS OJOS

Pocas cosas hechizan más a un hombre que los ojos claros de una mujer bella. Hace mucho, mucho tiempo, unos ojos claros me dictaron este poema.




CELESTE DIVINO, MIRADA DE ANGEL,
RAYITOS DE PLATA QUE OPACAN EL SOL.
VERDE AZUL MARINO DE GATA SALVAJE.
DIRECTO A TUS OJOS INICIO ESTE VIAJE.
ATADO A UNA NUBE LLAMADA ILUSIÓN.
FUGACES CHISPAZOS DE NIÑA PERDIDA,
ME ATRAPAN, ME ATAN, ME IMPIDEN HUÍR.
CON DULCES ZARPAZOS ARAÑAS MI VIDA.
DIAMANTES CELOSOS, BRASITAS PRENDIDAS.
ADICCIÓN PERVERSA. DIVINO ELIXIR.
PISANDO SEGUNDOS TRANSCURREN LAS HORAS.
PENSANDO EN TUS OJOS SE ALIVIA EL DOLOR.
OLVIDANDO EL MUNDO, OCASO Y AURORA,
NO IMPORTAN, SE ESFUMAN. MAÑANA ES AHORA.
AYER NO FUE NUNCA, SOLO IMPORTA EL HOY.
QUISIERA BAÑARME EN TUS OJOS DE CIELO.
QUISIERA PERDERME EN TU BOCA DE MIEL.
SIN REDES TIRARME. UNIRTE A MI VUELO.
JUGARNOS LA VIDA BIEN LEJOS DEL SUELO.
FUNDIRME EN TU MAGIA DE NIÑA MUJER.


SI CUPIDO ATIENDE MIS RUEGOS ERRANTES.
SI AFRODITA ACEPTA MI OFRENDA DE HONOR.
SE UNIRÁN LOS CUERPOS QUE HOY ESTÁN DISTANTES.
SEREMOS AMIGOS. SEREMOS AMANTES.
SEREMOS AUTORES DE UN PACTO DE AMOR.

domingo, 2 de diciembre de 2007

DESPERTAR

Es exactamente a las 6 de la mañana y de lunes a viernes cuando, sin ningún tipo de pudor ni consideración, el radio-reloj que los amigos de Philips han tenido la deferencia de obsequiarme intenta, mediante alaridos intermitentes de volumen totalmente desconsiderado, hacer que mi lánguida y esquelética osamenta abandone el tibio lecho en el cual se encuentra plácidamente sumergido. Ante tamaños embates, un servidor se defiende aplicando una serie de manotazos de diferente alcance que desesperadamente tratan de enmudecer al endemoniado aparato. Luego de varios intentos frustrados y mediante la aplicación de un certero golpe en su parte superior es que lo logro, no sin antes, por supuesto, haber también logrado sin querer, tirar al suelo gran parte de las frazadas, sábanas, y demás elementos calentatorios que por las noches cubren mi cuerpo. Cinco minutos dura el efecto de mi lucha, ya que luego de pasado ese tiempo, el aparato maldito comienza otra vez su demoníaco canto el cual consigue indefectiblemente hacerme montar en cólera. Es tanta la estrategia bélica que me veo obligada a desplegar diariamente que luego de varios intentos pierdo completamente mis deseos de seguir estando en la cama.
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Once minutos faltan para las 7 de la mañana cuando tímidamente asomo el dedo gordo de mi pie izquierdo con el único motivo de medir la temperatura ambiente existente a esa hora de la madrugada. Segundos después, y en un estoico acto colmado de heroicidad y bravura es que pego un felino brinco que me deja situado a aproximadamente 170 pulgadas de la catrera y generalmente en posición de cúbito horizontal. Meticulosamente y sumergido en la semi-oscuridad del recinto y/o bulo trato afanosamente de localizar todas y cada una de las prendas que la noche anterior han quedado diseminadas por los alrededores de la cama. Una vez reunidas todas las piezas de mi indumentaria y ya en mi poder también el perfume y la toalla me traslado presuroso y sumido en un profundo temblor hacia el baño donde me dispongo a dar una tibia y confortable ducha.
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Una vez que he llegado al recinto de aseo, en primera instancia mi misión es tratar de no agarrarme una congestión con el frío gélido y los chifletes de viento que penetran a velocidades huracanadas tanto por la banderola ( que no cierra bien ) como por debajo de la puerta, donde hay una rendija de aproximadamente 45 centímetros de alto. Tapo el ya mencionado cráter con el paño de piso puesto a modo de chorizo y procedo a despojarme de la ropa de cama no sin antes haber abierto la ducha ya que el agua caliente tarda un tiempo prudencial en recorrer la cañería y llegar a su extremo superior; 5 minutos como mínimo. Una vez que el agua alcanza aproximadamente los 50 grados centígrados, hago varios intentos hasta que por fin logro meterme debajo del chorro, ( más bien chorrito, porque da pena el pobre. Son como 5 hilos de agua desflecados que se las arreglan ingeniosamente para esquivarme cuando intento mojarme ). A duras penas logro, luego de un período de tiempo no demasiado corto mojarme por completo la cabellera para poder así colocarme el champú así como también la crema de enjuague. Cuando estoy terminando de quitarme el jabón del cuerpo y estoy presto a cerrar la lluvia, el agua alcanza al fin la temperatura que me hubiera gustado tuviera desde el principio. Tomo la toalla, que cuidadosamente me encargué de colgar en el pestillo de la puerta y me seco a toda prisa en medio de una serie de contoneos y movimientos pélvicos que tienen la única e importante misión de evitar que muera de hipotermia. Me visto a toda prisa, seco el piso, lavo concienzudamente cada una de mis piezas dentales, pongo en orden mis cabellos y parto hacia el living.
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Enciendo el televisor en el canal 4 para enterarme de algunas noticias del acontecer nacional e internacional al tiempo que comienzo a preparar mi café con leche. Dos de azúcar, dos de café, leche extra calcio Conaprole y al micro durante 1 minuto 40 segundos. Comienzo a degustar sorbo a sorbo el desayuno al tiempo que ingiero algún comestible sólido tal como pan con manteca y/o similar mientras mi amigo Nubel Cisneros se empecina en hacerme creer que el tiempo se va a comportar en las próximas horas tal y como él lo predice, cosa que por supuesto rara vez se sucede.
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A todo esto, las manecillas del reloj indican que falta poco más de 20 minutos para las 8 de la mañana y tomo conciencia recién en ese momento de que debo darme prisa si quiero llegar a tiempo al trabajo. Lavo la taza; coloco mi celular en la cintura; me pongo algo de perfume; doy de comer a “Lucero”, mi pecesito; me pongo la campera y arranco con furia. Mi leal bi-rodado me espera ansioso al costado de la escalera con sus lustrosas cubiertas deseosas de surcar a velocidades siderales el ya conocido camino hacia mi laburo que diariamente recorremos juntos en feliz comunión. Pocos son los obstáculos que se atreven a interferir en nuestro diario recorrido; incluso automotores y motociclistas dudan antes de interponerse en nuestro camino al ver la velocidad, la prestancia y el respeto que imponemos al avanzar con hidalguía hacia nuestro destino.
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7 horas, 56 minutos indica el reloj tarjetero cuando brusca y desafiantemente introduzco mi tarjeta magnética en su vil ranura. Y cual viento pampeano en brusco remolino, comienzo brioso mi jornada laboral.

jueves, 22 de noviembre de 2007

ESOS SON LOS AMIGOS




Hay historias que se mantienen dentro de un círculo cerrado. Esta, ha estado durante mucho tiempo guardada en mi casilla de correos. Pero como el tiempo despersonaliza los hechos y universaliza las anécdotas, he decidido compartirla con todos ustedes. Era junio del año 2004, y ésto pasaba en mi vida.





Y resulta que este fin de semana que pasó, fui para Trinidad y lo pasé muy bien. Pero me gustaría contarles la historia con un poco más de detalles.



Ya tenía planificado este viaje desde el otro fin de semana, ya que el martes pasado operaron a mi madre y no había podido estar. O sea que la decisión de viajar ya estaba tomada. Solo faltaba ajustar en qué medio de transporte iba a realizar dicho viaje. En un primer momento, pensé ver si podía repetir la hazaña del mes pasado, ocasión en la cual me fui a dedo, como se dice vulgarmente. Y por qué no, romper el record que ostento desde entonces de tan solo 3 minutos parado en el puente Santa Lucía. Fue ése el tiempo que tardé en que alguien me levantara. Y eso que mis contornos cárnico-faciales me hacen distar mucho de parecerme a una mina, fea aunque mas no sea. Mi hipótesis indica que la velocidad del levante está en relación directa con el grado de positividad que se posea en ese momento, y en relación inversa con la ansiedad que se tenga por llegar a destino. Pero la semana pintaba casi que fresca por demás como para pararse en la ruta a las 8 de la mañana, por lo que había descartado tal posibilidad. No me iba a quedar otra que irme en ómnibus. Hasta que recibí a mitad de semana un llamado telefónico que me abrió el abanico y agregó otra posibilidad al espectro. Cuando no, era la voz cálida y oscura voz de mi no menos oscuro amigo Antonio desde su teléfono móvil, participándome de la noticia de que viajaba a Trinidad en su nave, el mismo fin de semana que yo, y ofreciéndose a prácticamente tele-transportarme instantáneamente a destino. Yo pensé, " si Agencia Central tarda 2 hs 30mins., Antoñito en su auto no puede demorar más de 1 hs 20 mins., por lo que rápidamente acepté la invitación. No fue sino hasta la próxima charla telefónica que se produjo 24 hs. después, que condicionó la ida a la eventualidad de que el automóvil en cuestión se decidiera a arrancar, ya que hacía un tiempito que se encontraba en estado inerte estacionado frente a la morada de su propietario. Siendo yo conocedor de los avanzados conocimientos de mecánica y electrónica con que cuenta mi amigo, no dudé ni por un momento que el encendido de la máquina infernal sería solo cuestión de minutos, por lo que me quedé absolutamente tranquilo. Igualmente, él me iba a dar el ok final más contra el fin de semana. Y era miércoles. Además, El Vólido, como solía llamarlo yo cariñosamente, era de por sí arrancador como pocos. Los contados, esporádicos y minúsculos inconvenientes que pudo habernos dado en algún tiempo remoto, fueron más bien enfocados a problemas de frenaje, debido a la ferocidad y vehemencia de su motor, y no a desperfectos específicos de encendido. La cosa fue que eran las 23 hs. del viernes cuando me llama mi amigo para comunicarme que tras largas y tediosas sesiones de mecánica avanzada, no había podido concretar su loable y sublime misión de hacer arrancar la mierda esa de auto que se ha comprado. Pero la putísima madre que lo parió a la cacharra latosa, herrumbrada y descascarada de porquería esa; por qué mierda no se prenderá fuego de una vez por todas así se deja de arruinarme la vida carajo. Perdón por el exabrupto. En resumidas cuentas, el mecánico en cuestión no consiguió a pesar de su afanoso esfuerzo detectar a tiempo cual o cuales eran los motivos por los cuales el potente vehículo no conseguía comenzar la ignición, así como tampoco poner en funcionamiento todos y cada uno de los complejos y avanzados sistemas con que cuenta el moderno artefacto transportístico. Eran las 5:30 de la madrugada del sábado y el tipo iba con su bolsito rumbo a Tres Cruces.



Esos son los amigos.

sábado, 17 de noviembre de 2007

AMARGO

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Pocas veces me había sentido tan libre y liviano como esa tarde; diría mejor como en ese preciso momento. El aire suave y tibio de las siete y media me acariciaba delicadamente el cuerpo, que como solía suceder en esas tardecitas de verano, lucía como única prenda aquella querida, gastada y deshilachada bermuda de jean. Recuerdo que su gestación había sido consecuencia directa de la salvaje amputación a la que –contra mi voluntad- me había visto obligado a someter hacía ya tres veranos a aquel no menos querido pantalón vaquero, el cual no pudo continuar su existencia como tal, debido a las mortales heridas recibidas en su parte inferior producto de una encarnizadas batallas librada contra “Goliat”, el esquizofrénico caniche de Martha, la vecina de abajo. El sol, luciendo un tinte rojizo anaranjado que contagiaba a todo ente, vivo o inerte que encontraba a su paso con divina generosidad, estaba mágicamente colgado sobre un cielo celeste profundo como pocas veces había visto. Como solía hacerlo, con el fin de inyectarle un poco más de vida al momento en cuestión y mientras aprontaba un rico mate –amargo por supuesto-, me había encargado de poner algo de música. Creo que era algo de rock argentino; Calamaro quizás; ¿o era Charly? Bueno, no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que el equipo de música, no sé por qué razón, se había empeñado en no subir demasiado el volumen. Le daba a la perilla y nada. La música se escuchaba suave, lejana; parecía como si estuviera presa dentro de las cajas acústicas, rebotando contra sus paredes pero sin poder salir. No le di mucha importancia; total, algo se escuchaba. Ahora recuerdo, era Charly. Sí, sí, seguro que era Charly.
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Sentado en el borde de la terraza de mi apartamento de la avenida Centenario observaba plácidamente a mi alrededor. Convengamos que desde el techo de un edificio de tres pisos no se le puede pedir mucho al paisaje, pero para mí era suficiente. Don Larrañaga, tan erguido e inmóvil con ese papel hecho un royito entre sus manos. Vehículos de todo tipo y tamaño que iban de un lado a otro sin un orden aparente, más que el que les imponían los semáforos de “8 de Octubre”. La gente, que pasaba caminando despreocupada hacia el parque. Y esa brisa. Esa suave brisa que me rozaba la piel. De pronto, lluvia.
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“¡Tenía que ser mi hermana!”. Ni bien abrí los ojos la vi correr hacia la sombrilla donde se encontraba el resto de la familia. No me puede ver un momento tranquilo que empieza a molestar con esa regadera nueva que le regalaron mis padres para Reyes. Pero fuera de eso, qué manía la mía la de dormirme en la playa; y encima soñar con Montevideo. En lugar de concentrarme, por ejemplo, en los bellos y esculpidos elementos cárnicos pertenecientes al sexo femenino que pululan acalorados y semidesnudos por las hermosas arenas de Piriápolis. Pero no, el tipo sueña con Montevideo. Es como si no terminara de caer al hecho de que ahora estoy en la playa disfrutando de una semanita de relax, totalmente al cuete –si se me permite la expresión-. Semana que por cierto, bien merecida la tengo. Después de un año completo de aguantar gente malhumorada; los viejos que te cuentan todos sus achaques; las mujeres con sus reclamos, “que esto me fue roto, que esto no lo pedí, que esto me fue de menos”; los tipos despotricando todo el tiempo contra el país, la política, los bancos, el dólar y bla bla bla. Si, si, definitivamente muy bien merecidas tengo estas pequeñas vacaciones. ¡Ah, qué placer! La arena blanca está tan suave y fresca que invita al reposo. Dan ganas de seguir durmiendo para siempre. Y el sol inmóvil y apenas tibio que te adormece; y esta brisa suave; y el romper de las olas en la playa que te sumergen, casi sin darte cuenta en un agitado, ruidoso y caótico paraíso de tranquilidad. Solo hay calma; mucha calma.
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Tan ensimismado estaba sentado en la terraza, mirando la gente pasar y pensando en las vacaciones que pronto vendrían, que casi no me di cuenta del momento exacto en el que el mate se escabulló de mi mano derecha y se embarcó raudo y sin más, en un viaje en picada hacia la calle que lo llevaba, cruda e inexorablemente a su deceso. Menos mal que mis reflejos, a mis casi treinta años y en contra de lo que dicen esos que se hacen llamar mis amigos, se encontraban en perfecto estado de vigilia, y con una certera orden impartida vaya uno a saber por qué centro neuronal bajo el mando de mi siempre atento sistema nervioso periférico, mi mano diestra se lanzó presta y veloz cual látigo circense en feroz persecución del recipiente en cuestión. Todo esto además, sin soltar mi viejo termo de acero inoxidable que se encontraba cautivo y a salvo bajo el ala protectora de mi brazo izquierdo. Y ahí estábamos ambos; mi mano adelante y yo irremediablemente detrás de ella a punto de dar caza a mi fugitivo mate nuevo. Yo le había dicho a mi madre en el momento que me lo regaló que estaba lindo –hecho que era totalmente cierto- pero que me parecía grande de más; una, por el gasto de yerba, ya que llevaba como cuarto kilo y otra, porque me resultaba difícil de sujetar con una mano. Pero bueno, ya estaba regalado y si no lo usaba capaz que hasta se ofendía la señora, viste cómo son las madres.
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“¡Nos vamos!”, se escuchó como a lo lejos. Sin levantar la cabeza –que en ése momento me pareció bastante más pesada de lo habitual- abrí los ojos y comprendí que era la voz de mi madre que anunciaba la partida de la prole. El letargo y la pesadez me invadían por completo. Por un momento llegué a pensar que quizás las tortas fritas de la abuela que había comido un rato antes me habían hecho mal al hígado. O quizás el aire del mar, al que por cierto no estaba acostumbrado, me había afectado un poco. Sin voluntad para levantarme, veía como todos y cada uno de los miembros de mi familia se iban marchando. Llevaban algo en las manos. La tía Estela, la abuela María, mi hermana, mis primos chicos. Los vi a todos casi sin mirar. La poca gente que aún quedaba en el lugar lo hacía más silencioso y tranquilo. El sol manso, casi estático y la brisa tibia, me convencieron una vez más y dejé que mis párpados se cerraran muy lentamente. Y volví a soñar.
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Ya casi lo tenía. Pero no fue sino hasta cuando lo tuve apenas entre los dedos que tuve la macabra y sombría sensación de no sentir el peso de mi cuerpo. Tampoco sentí el roce áspero del muro de la terraza contra mis muslos. En un momento y abruptamente, ya no me importaron más el mate ni el termo que supe, ya no se encontraba más bajo mi brazo izquierdo. Me rehusaba tercamente a creer que pudiera haber cometido la torpeza de haberme inclinado demasiado sobre el muro de la terraza en mi afán de atrapar el dichoso mate, al punto de no poder volver atrás. No podía ser. Cuántas veces había yo tomado mate sentado exactamente en ese mismo lugar y la misma cantidad de veces había continuado muy tranquilo y despreocupado con mi existencia. Pero la sensación ahora no era de continuidad sino que era finita. Era como si solo faltaran siete u ocho metros apenas por vivir. Casi instintivamente exhalé hasta la última partícula de oxígeno de mi cuerpo y dejé que se cubriera con un manto de apatía y resignación que lo preparaban para el final. Era solo un poco de carne, huesos y tripas sin alma cayendo al vació. Y casi me parecía adivinar el áspero sabor de las baldosas rotas de la vereda, incrustadas entre mis mandíbulas destrozadas.
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De pronto, la preciosa luz de la realidad me iluminó y una nube de tranquilidad me envolvió por completo. Me di cuenta de que no había por qué temer, porque en realidad estaba soñando. “No hay más que cuando apenas esté por tocar el suelo voy a despertar y estaré nuevamente tendido plácidamente sobre la suave arena de la playa de Piriápolis”.
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Y desperté. Y estaba toda la familia. En realidad ya se iban y yo me quedaba. Los vi a todos; sin mover la cabeza los vi a todos. El sol continuaba inmóvil y tibio; parecía haberse detenido y en un momento, con muy poco esfuerzo de imaginación, habría jurado que hasta parecía una lamparilla común y corriente. Y llevaban algo en las manos... flores; a sí, flores. Y esa brisa; esa brisa proveniente de un viejo ventilador de techo que se empeñaba afanosamente en secar sus rostros húmedos. “¡Ah, entonces no fue con la regadera que me mojó la bandida!”. Y el silencio. ¿Cuándo iré a despertar? ¿Y ésta sábana blanca? ¡Señor, señor... por favor no cierre la tapa! ¡Señor!

sábado, 10 de noviembre de 2007

FRAGILIDAD.

-¡Que les vaya bien muchachos!- fueron las últimas palabras que escuché de ella hace algunas semanas, cuando nos despedimos. Habíamos compartido un exquisito asado de domingo, y desandamos la tarde montados en animosas charlas que salpicaron los más variados temas. -¡Dale!- me decía ella- ¡tenés que aprovechar ese don que tenés!, haciendo referencia exagerada a mi gusto por escribir, medio en broma medio en serio, caricaturescos relatos sobre episodios comunes ocurridos a mis amigos, los cuales hago circular por Internet y que provocaban la hilaridad de la barra. Así fue que entre literatura, música, política y algunas otras yerbas, se nos escapó el día.
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Marisa apenas pasaba los cuarenta. Tenía dos hijas, una pareja, un oficio al que apostaba cada vez más y una bolsa llena de proyectos a cumplir. Inteligente, divertida, jovial, inquieta y absolutamente pasional a la hora de exponer sus ideas. Nada hacía suponer que a partir de aquella tarde, a Marisa le quedaban exactamente cinco días de vida. Un sorpresivo y fulminante derrame cerebral dejó absolutamente inoperante su cuerpo. ¡Qué cosa!, ¿no?. Solo ella sabe cuántas cosas le quedaron por hacer. Por decir. Quizás hubiera querido darle un último beso a sus hijas. O simplemente caminar por la rambla una vez más. O por qué no, decirle a ese hermano con el que estaba enemistada, que estaba todo bien. Que lo quería mucho y que los motivos de su enojo, no eran realmente importantes. Pero no lo hizo.
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En un primer impulso me vi tentado a decir que no tuvo tiempo de hacer éstas u otras cosas. Pero no fue así. Sí tuvo tiempo. Tuvo mucho tiempo. Fue solo que al igual que hacemos todos, no lo supo aprovechar. Es esa maldita tendencia que tenemos los seres humanos a creernos eternos. A pensar que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer cosas. A dejar todo para mañana, o para pasado mañana, o para la semana que viene. Y ¿por qué?. Porque damos por sentado que mañana, que pasado mañana y que la semana que viene vamos a estar aquí. Que nada va a cambiar. Que la persona a la que queremos pedirle disculpas va a estar ahí, esperando. Que esa madre a la que queremos decirle que la queremos mucho, va a estar ahí. Que ese amigo al que nos gustaría estrecharle un abrazo, también va a estar ahí. Y no siempre es así. Y lo sabemos bien. Vaya si lo sabremos bien. Es solo que, ocupados y preocupados en cosas tan importantes como si nuestro celular saca fotos, o si nos dará la plata para cambiar el auto, no caemos en la cuenta de que quizás, ni el celular ni el auto nos vayan a servir de algo mañana. No somos capaces de entender que este minuto por el que estamos transitando sea talvez, nuestra última oportunidad de ser o hacer feliz a una persona.
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La fragilidad de nuestro cuerpo es tan grande que se corresponde absolutamente con la idiotez de nuestro ego, y nos hace demasiado vulnerables. Somos lo que somos y estamos donde estamos, justamente por creernos todopoderosos. O al menos por considerar nuestra vida mas estable de lo que realmente es. Algunos estarán pensando que no podemos estar todo el tiempo preocupados por el momento en que nos toque morir; sería una tortura. Y es cierto. No debemos preocuparnos por eso. Tan solo debemos ocuparnos de vivir. De hacer lo que queremos. De decir lo que sentimos. De no esperar. De no postergar. De disfrutar cada momento como si fuera el último. Parece una frase hecha, ¿no?. El tema es que existe la posibilidad de que efectivamente sea al último. Y luego ya será tarde. Es tan simple como eso.
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Sé por experiencia propia, que estas cosas no nos entran en la cabeza y por lo tanto no las ponemos en práctica hasta que nos toca vivirlas de cerca. Pero estaré conforme si luego de leer estas líneas, alguien toma el teléfono y le dice a otro alguien lo que siente por esa persona. O si mañana al ir a trabajar, vos le das un poquito menos de importancia al hecho de que la computadora se colgó, o que el jefe anda de mal humor, y en lugar de ello, llenas de felicidad los pulmones y disfrutas plenamente del hecho de estar vivo. Acordáte que Marisa no tuvo oportunidad de hacerlo.

jueves, 8 de noviembre de 2007

DE VACAS Y VAMPIROS.


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Vampiros en Rivera, es el titular que más se ha repetido en los últimos días en todos los medios de comunicación locales. Se dice que el conde DRÁCULA llegó en vuelo charter directamente desde Transilvania, con una legión de draculitos medios muertos de hambre. Y sí, era lo que nos faltaba. Como si no nos hubieran chupado suficientemente la sangre desde hace muchos años, ahora nos mandan unos profesionales en la materia para sacarnos la poca que nos queda. Ahora, no me explico por qué a Rivera. ¿Será que llegó hasta el país del norte el comentario de que en Rivera hay buenas carnes? ¿O será que justo andaban aleteando por acá cerca y su oído ultrasónico llegó a captar el cálido trinar de un cabaquinho, y se mandaron nomás?
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La cosa es que cuando tocaron tierra, la yugular que más les llamó la atención fue la de las pobres vacas Riverenses, que no alcanzaron a decir ni mú. Cuando quisieron acordar, tenían un manojo y/o ramillete de estos bichos espantosos clavados en su cogote y meta chupetear. En este punto del relato, me gustaría tener un momento de reflección acerca de la imposibilidad de las vacas, así como de todo animal mamífero rumiante cuadrúpedo, de poder pegarse un manotazo por el lomo, ya sea para espantar cualquier agente u oficial extraño que ose posarse sobre él, como para quitarse el escozor cutáneo que sobreviene esporádicamente a cualquier ser vivo campestre. Estos animalitos están totalmente indefensos y desvalidos ante cualquier ataque aéreo, sin poder atinar mas que a abrir grandes esos ojos de vaca que tienen, y a sacudir con vehemencia las orejas, eso sí que no tengo la más pálida idea para qué. En caso de que el enemigo se pose en el entorno de su tercio posterior, tiene un porcentaje bastante alto de posibilidades de acertarle un coletazo que al menos, si no lo revienta, lo haga desistir de su intención de apoderarse de sus leucocitos. Pero volviendo al tema de los hematíes, parece que aparte de dejar seca como parto de gallina a la vaquita en cuestión y no contentos con eso, contagian además el virus de la rabia. Es recién ahora que comenzamos a encontrar respuesta a algunos enquistados misterios de la literatura animal, como por ejemplo el por qué del rabioso y trágico desenlace del Malevo, el fiel can que tuvo que ser sacrificado por Rosendo, en aras de defender a su familia.
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Dicen los odontólogos que estudian el problema, que el virus muere con el animal, pero que puede ser posible que pase al ser humano a través de la leche. Hacemos entonces un llamado a la racionalidad y la cordura de nuestros hermanos dedicados a la producción ganadera, instándolos a evitar por el momento todo contacto intrínseco con sus animales, y/o a usar preservativo en caso de que el encuentro sea inminente. La parte positiva de toda esta problemática, es que parece que existen en el mercado Brasileño vacunas adecuadas para combatir la enfermedad. Es por esto que el Ministerio de Ganadería esta trabajando denodadamente con la colaboración del Ministerio de Defensa, en pos de poder recolectar la mayor cantidad de murciélagos posible, a fin de poder vacunarlos.
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Ampliaremos.

lunes, 5 de noviembre de 2007

FRASES-CITAS.

ETERNIDAD

"El amor es eterno mientras dura". (Ismael Serrano)

NEGRO COLUMNISTA

"Por favor doctor, atiéndame. Sí, yo sé que no tengo número, pero le pido por favor. Vamos, doctor, hágame la pierna". (Darío Silva)

SENTIDO HORARIO

"Te juro que no veo la hora de sentarme a tocar la guitarra". (José Feliciano)

DESAMOR

"Hace tanto que no te tengo, y te acabo de perder; que añoro el día de mañana, para nunca más volverte a ver".

ASESINATO

¡Por favor señor, no apriete el gatillo! Piense en sus hijos. No cometa una locura. No ! Lo va a matar ! Nooo !!! ... Lo ... mató. ¿Ahora quién va a cazar ratoncillos?.

LIBERTAD

"Nadie es tan libre como el condenado a muerte. No lo desvelan sus bienes, sus amores, ni su suerte. No lo preocupa sufrir. Ya es libre para vivir".

LIBERTAD II

"La LIBERTAD es recorrer el camino a lomo del inquieto pajarillo de la búsqueda incesante del conocimiento"

MUERTE NEGRA

"Negro destino el de los Pérez, quienes desde el momento mismo de su concepción, saben que están destinados a Perez ser"




domingo, 4 de noviembre de 2007

URUGUAY HIPÓCRITA (primera parte).


Es la expresión que expulsa con fuerza mi pecho cuando en mi contacto diario con la gente en la calle, o interactuando con pequeños y medias comerciantes en mi laburo, o más aun, viendo en los noticieros los paros, marchas y reclamos de todo tipo que continuamente se suceden, básicamente en Montevideo, en busca de reivindicar esto o aquello. Para serles franco, no lo puedo creer. O mejor dicho, lo creo, pero mi primitivo y modesto poder de comprensión no lo alcanza a procesar y por ende a entender. Me niego rotundamente a hacerme a la idea de que esas personas que hoy despotrican con tanta fuerza contra los procedimientos del estado, sean las mismas que durante más de 30 años estuvieron peleando a capa y espada -con el consabido costo en vidas humanas- por que la izquierda llegue al poder. Pero, ¿de qué estamos hablando? Sinceramente me da vergüenza el darme cuenta, de que dentro de ese 51% de personas que pusieron al Frente Amplio Encuentro Progresista en el poder, haya tantos hipócritas egoístas, que lo único que persiguen con su triste y primitiva conducta, es tener un pesito más en su bolsillo, y se cagan en los ideales superiores que se supone deberían primar, como son la abolición de la pobreza y la indigencia; el rescate de miles y miles de niños que viven en la calle -niños que dentro de poco serán nuestros jóvenes y adultos-; el reparto equitativo de las riquezas del país-cuando las tenga, primero hay que generarlas- y tantos otros. Esas pobres personas que ven a la cortita. Que solo son capaces de proyectar a cortísimo plazo. En el colmo del absurdo, son los que venden la televisión para comprar el DVD. Triste. Y después me hablan de la solidaridad Uruguaya. Mentira. La solidaridad Uruguaya aparece, pura y exclusivamente, cuando se trata de figurar en los medios o perseguir publicidad. Patético.


A ver, desmenucemos un poco la cuestión. Los primeros pataleos vinieron ya en los primeros días de gobierno con la implementación y puesta en funcionamiento del plan de emergencia. Se trataba de una medida urgente, para detener y poner una primera barrera de contención, a la desnutrición y muerte de miles de niños uruguayos. ¿Qué es lo que está mal? ¿El procedimiento? Puede ser. Pero los que se fijan en el procedimiento seguro no tenían ningún hijo muriéndose de hambre. Siempre que se hace algo apurado y casi de forma instintiva y reaccionaria, el procedimiento suele no ser el ideal. Pero es que, lo realmente importante en estos casos es el fin, que en esta oportunidad era por demás altruista. Y sino, extrapolemos la situación a una sola familia. El padre llega a su casa y ve que se está prendiendo fuego con sus hijos adentro. ¿Qué va a hacer? ¿Se va a sentar en el cordón de la vereda a planificar una estrategia perfecta y ajustada a fin de no cometer errores en el rescate? ¿O va a entrar a la casa a como de lugar y tratar de salvar a sus niños? Y ya ahí comenzaron a aparecer señales del egoísmo e individualismo de la sociedad. A mí me llegaron a decir frases como, "¿y por qué me tengo que hacer cargo yo de darle plata a esa gente?"; o "no hay que darles nada a esos vagos, si ninguno quiere trabajar". Obviamente, estoy haciendo referencia a los mil y pocos pesos y la canasta de alimentos que iban a recibir por el plan de emergencia, y que iban a salir del bolsillo de todos nosotros. Hablaban de los padres pero, ¿y los niños? ¿Qué culpa tienen los niños? E incluso los padres, ¿por qué son así y no quieren trabajar? ¿No será porque fueron niños de la calle y nadie les enseñó la cultura del trabajo? Y es una historia de larga data y ya no importa quién tiene la culpa. ¡Por Dios que no importa! Muchos de los que la tienen ya están muertos y enterrados, y nos dejaron como herencia la pobreza. Y ahora nosotros mismos nos alineamos a esos culpables si no hacemos algo para revertir esta situación. Pero yo estoy seguro que el pueblo entiende este razonamiento. Lo que realmente me asusta, es lo que está demostrando la realidad en estos días. Y es que la mayoría de los que se llenaban la boca hablando a favor de estas cuestiones, y los planteaban desde un punto de vista ideológico, filosófico y teórico, y que los cambios, el socialismo y la mar en coche, ahora se le queman las ideologías como hojas secas a la hora de tener que resignar una pequeña parte de su capital, en pos de poder poner en práctica la teoría. Somos todos buenísimos hasta que nos tocan el bolsillo.


CONTINUARÁ.

sábado, 3 de noviembre de 2007

LA PALABRA II (el poder).

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Las palabras van creando el mundo que conocemos. Vivimos a partir de la palabra.Y no me refiero a la palabra como sonido, ya que de ser así, las personas impedidas del habla o la audición no podrían vivir, sino como representación ideal de las cosas y del universo todo. De esta manera, pensemos cuan importante es el poder de la palabra, y por ende, también de los habilitados para usarla, o sea todos nosotros.
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Con una palabra se declara la guerra y también el amor. Puede ser un arma poderosísima o un maravilloso instrumento hacedor de paz. La palabra derroca gobiernos, salva vidas e inventa o destruye realidades. Pensemos que con solo una palabra podemos cambiar absolutamente el curso de nuestra vida, y por ende las de otros, al decir ADIÓS.
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Es por ésto y más, que debemos ser muy responsables al usarla. Este maravilloso y universal instrumento hacedor de realidades debe ser usado con criterio y justeza. De no poseerlo, la palabra SILENCIO, con su carga de significado como respaldo, puede ser la alternativa mas apropiada. Este mandato es mil veces más importante para las personas que difunden sus ideas y formas de pensar a través de los medios de comunicación masiva, ya que son formadores reales de opinión pública y tendencias de comportamiento social. Pero como considero que los medios merecen un comentario aparte y definitivamente más profundo, por ahora lo dejo acá.
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Invito a los leales amigos que han llegado a esta altura del artículo a refleccionar sobre el tema y por qué no quizás, a actuar en consecuencia. Saludos.

YO X YO.

Cuentan las crónicas de la época, que realicé mi primer inspección ocular al mundo exterior junto a mis primeros embates pulmo-guturales, en una cálida madrugada de marzo del año setenta y pico. Eso, después de haber hostigado a mi santa madre durante no menos de 12 hs., en una decidida indecisión que me tenía entre salgo y no salgo y entre voy o me quedo, dando indicios claros ya de pique, de una característica que habría de estar a mi vera el resto de mis días. Dicen algunos testigos que al principio, si bien no era feo, era medio incómodo de mirar. El 68 % de mi hinchada y purpúrea osamenta lo ocupaba un prominente apéndice craneal con aires de globo terráqueo, que acaparaba absolutamente toda la atención de aquel desprevenido transeúnte que acertara a pasar a mi lado. Inmediatamente por debajo, venía el abdomen, que dadas sus alarmantes dimensiones, mas bien parecía un inmenso reserbóreo de células adiposas, leucocitos y excipientes corporales varios. Gordo mismo. De cogote, ni rastros. Las piernas y brazos estaban totalmente recubiertos con una especie de gruesa cobija epidérmica en forma de anillos concéntricos, que hacían las veces de flotadores aéreos, o fluviales, dependiendo de la ocasión. Para ser gráfico, era la cosa más parecida al muñeco de MICHELIN que ha inventado la naturaleza. Mis únicas actividades, llorar y comer, desarrolladas ambas en partes iguales en un 45%. El 10% restante prefiero omitir a qué se referían, ya que considero que no le hace mucho bien al decoro del relato. Con el tiempo comencé a crecer en largo, y aquella obesa figura comenzó a estilizarse, acercándose tibia y lentamente a una figura humana.
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De niño era tímido y asustadizo como pocos. Dice mi madre que corría a esconderme debajo de la mesa, cada vez que alguien golpeaba a la puerta. En la escuela fui un alumno abnegado, responsable y de conducta intachable, características éstas que sí me abandonaron sin mayor apego al llegar a la pubertad. De todas maneras, aprendí a caminar con algo de soltura por la delgada línea de la mediocridad. Ni tan bueno ni tan malo. Me excusaba antes mis progenitores aferrándome con fuerza a ese viejo dicho popular que dice que " los extremos no son buenos". Bueno, esta sería en todo caso la excepción que no confirmaría la regla. Luego vino el liceo, y con él los bailes, la camisa celeste, la raya al costado, las vueltas a la plaza, los domingos en el parque... y las chicas. En realidad las chicas no vinieron, mas bien que las tuve que ir a buscar, ya que la oferta corpo-facial no era lo que podríamos decir una atracción descoyante. Para ello, tuve que poner en marcha toda una maquinaria conquistatoria de alto nivel, basada fundamentalmente en la palabra y la guitarrita, armas que lograban -aveces-, un encandilamiento momentáneo de algunas féminas, volviéndolas algo mas accesibles. Como quien dice, desde chiquito fui un remador. Esas fueron épocas de poesías como dardos, canciones locas y cartas desangradas. A los 21, una pequeña estancia en el exterior. No se confundan, no me compré un establecimiento rural fuera de fronteras, sino que simplemente anduve casi dos años arrastrándole el ala a un sueño en Argentina.  Después, ya de regreso al país, cosas de la vida nomas. Trabajos varios, varios amores de mi vida, la música, algunos estudios y ahora, este blog. Con él pretendo fundamentalmente poner una sonrisa en el rostro de todo el que acierte a pasar por aquí. Y en una de esas, si la inspiración, las fuerzas y el tiempo me acompañan, tender una mano, regalar un consejo y por qué no, hacer un ratito de la vida de alguien, un poco mas llevadero.
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En caso de que estos altos objetivos no sean realizables, quizás por la impericia de mi pluma, me contentaré con criticar a todo el que pueda, romperle las pelotas a más de uno y serrucharle las patas a todo el que se lo merezca. He dicho.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Un amigo que se fue.

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Realmente creo no equivocarme si digo que es ésa la palabra que mejor define lo que estoy sintiendo en éste momento. Tristeza. Mucha tristeza. Una tristeza que no me deja pensar. Una tristeza que me impide actuar. Una tristeza que me aprieta con fuerza el cuello y no me deja respirar. Una tristeza que lo abarca todo. Que lo cubre todo. Que derrumba todo.
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Disculpen amigos mi egocentrismo y/o egoísmo. Supongo que a Uds. también les debe haber pasado algo parecido cuando se enteraron de lo ocurrido. La verdad, no sé ni por qué escribo. Les juro que cada palabra es un calvario. Mi cabeza no quiere pensar. Mi mano no encuentra fuerzas para moverse. Y mi corazón pareciera estar tentado a abandonar su ritmo eterno para entregarse definitivamente al silencio. Qué terrible tragedia, amigos. Sé que es en vano enfrascarse en la tarea de buscar las causas, los "por qué", la explicación de lo inexplicable. Pero, se dan cuenta que pareciera que no encontramos paz en nuestro espíritu si no tenemos una causa; una razón lógica que nos explique, casi matemáticamente, los factores o los disparadores que hicieron que este amigo dejara de respirar. Y tan joven. Puta carajo si era joven. Si lo veo clarito todavía. Mierda! Si fue apenas hace una semana que estuvimos juntos. Y ahora... no lo puedo creer. Sinceramente no lo puedo creer. Les pido perdón amigos si con mis palabras no hago otra cosa que agregar un nuevo tono de gris a la paleta de sus días. Pero créanme que necesito compartir con alguien mi dolor. Y puta si es un dolor fuerte. Supongo casi tan fuerte como el que quizás estén sintiendo Uds. en este momento. O sin quizás. Pero, qué injusta parece ser la vida en algunas oportunidades, no? Y qué miserable, delgada y efímera es la línea divisoria entre la vida y la muerte. Realmente muy delgada. Además, justo ahora que había empezado a disfrutar su sueño. Ese sueño por el que tanto peleó y que se merecía con creces. Y cuando lo alcanza, la vida se le esfuma como una burbuja; como una puta burbuja de muerte.
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Pero bueno, como dice algún optimista empedernido por ahí, "la vida continúa". La vida continúa y hay que seguir adelante. Aunque ahora nos parezca difícil, hay que seguir adelante. El domingo que viene me voy hasta la feria de Tristán Narvaja y me compro otro pescado, qué mierda. Qué lo parió; pensar que ya es el tercero que se me muere este año. Donde me pase lo mismo con éste, me compro una tortuga que dicen que duran más.

martes, 30 de octubre de 2007

INVITACIÓN.

Por intermedio de la presente tengo el honor de invitarlos al meeting a realizarse en homenaje al nuevo "bulo" sito en la dirección más abajo mencionada el cual tendrá lugar el día de hoy ( 30/10/07 ) a las 20hs. El mismo constará de una entrada con una infusión herbácea acompañado de algún elemento galletezco como para hacer piso. Acto seguido el plato principal será una mezcla de carne bobina, porcina y vacuna amalgamada y condimentada dentro de un tubo semi-plástico de aproximadamente 15cmts. de prolongor cortado meticulosamente en porciones y/o rodajas de 1.5 cmts. para que puedan así ser cómodamente introducidas, junto con una porción de pan del mismo tamaño en la cavidad bucal y comenzar a formar así el bolo alimenticio. El alimento antes mencionado podrá ser remojado a voluntad por algún elemento en estado líquido burbujeante y/ espumante según el gusto del comensal.

Sin más y esperando desde ya contar con vuestra augusta presencia se despide atentamente:
Charly Good.
(chef internacional/gastrónomo/astrólogo/gastroenterólogo)

DIRECCION: THOMPSON 3095 APTO.105 ESQ. LUIS A. DE HERRERA.

PROYECTO CUÑADO.

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Con el noble y sublime propósito de rescatarlo del ostracismo en que se encuentra sumergido, y atendiendo a los continuos reclamos de la comunidad internacional que han hecho de su momentánea desaparición una cuestión de estado, es que emprendo esta cruzada. En vista de que el procedimiento a emplear ha dado excelentes resultados cuando ha sido utilizado a especimenes en circunstancias similares, no se me ocurre una mejor manera de sacarlo de su monotonía, que realizar una incisión gramatical profunda todo a lo largo y ancho de su esbelta anatomía. Con la íntima esperanza de que tales esfuerzos tengan como corolario el regreso del mencionado sujeto a las huestes informáticas, es que procedo, contra mi voluntad, a intervenir.
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En líneas generales, podríamos decir que mi cuñado es una persona flaca y alta como caña de bajar higos. Básicamente, es del tipo rascatecho. Será por eso quizás, que últimamente han comenzado a asomar en su inalcanzable e inexpugnable corteza craneal superior, ciertas retiradas capilares de carácter urgente e imprevisto, que no hacen otra cosa que acentuar su natural similitud con un larguirucho monje tibetano. Eso sin mencionar esa protuberancia abdominal de forma anillo-helicoidal que hace las veces de flotador natural, que dos años y pico de intensa gimnasia no han sido capaces de destruir. Como diría mi padre, parece una víbora que se ha tragado un sapo. De andar cansino y porte bonachón, tiene le extraña particularidad de caerle bien a las personas que lo conocen. Salvo a mí, claro está, en primera instancia, ya que el tipo no tuvo mejor idea que aparecer a las siete de la mañana borracho y descaradamente abrazando a mi única hermana, a la salida de un boliche bailable. Pero bueno, eso es parte de un pasado oscuro que a diario me empeño en enterrar.
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Dentro de sus virtudes mas destacadas, podríamos mencionar una aguda excelencia para los deportes extremos. Supe de buena fuente que en su más tierna infancia, cuando transitaba vigorosamente los 7 u 8 años de edad, fue campeón barrial de arrimadita y tapadita categoría cebollitas, y que ya en los primeros años de liceo se destacó en salto largo, (con esas kilométricas extremidades inferiores no es ningún mérito) y en lanzamiento de jabalina. El hacía de jabalina, claro está. Y después vino el fútbol. Cuentan las crónicas de la época, que al principio lo probaron de arquero. Pero parece que desistió de tal emprendimiento luego de haber comprobado, por ensayo y error, que sus 35 centímetros de cogote no le permitían permanecer erguido debajo de los 3 palos, sin darse la cabeza contra el travesaño. Así, al final llegó a su puesto definitivo en el campo de juego, defensor. Dicen que contaba, dentro de sus más poderosas armas, con una patada arrolladora. Lástima, cuentan, que pocas veces le acertaba a la pelota, por lo que los receptores de tan certeros latigazos físicos no eran otros que sus contrarios, cuando no sus propios compañeros de equipo. Fue por esta razón que rara vez alcanzó a estar mas de 17.5 minutos dentro de la cancha. Lo que nunca pude entender, es el hecho de que no lo hayan probado como delantero, ya que de lejos se apreciaba que tenía olfato de goleador. Pero el tema olfativo será tratado en su momento, ya que tiene connotaciones por demás especiales.
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De mirar tranquilo y actitud reflexiva, es por demás difícil sacarlo de sus casillas o hacerlo montar en cólera. Supongo que éste fenómeno se debe a que la casilla que lo alberga es realmente extensa, y a que “cólera” inicia seguro una feroz retirada cuando ve venir a semejante urzo con intenciones de montarla. Solamente incrementa en un par de decibeles sus emisiones vocales, cuando se ve involucrado en la estoica tarea de rescatar a sus señora esposa del transe epiléptico provocado por el encuentro de ésta, con un ejemplar de filum artrópodo de las familia de los insectos, mas conocido como cucaracha. Entre sus dones más notorios, se encuentra una exquisita habilidad para el dibujo a mano alzada. Si hasta me parece verlo sentado en su mesa de trabajo, haciendo magia sobre el papel con su mano derecha, y manteniendo al mismo tiempo magistralmente erecta y apuntando al techo la otra, (mano), en una clara señal de alzamiento húmero-falángeo. Tengo el honor de contar entre mis bienes más preciados, con un retrato de Joaquín Sabina que me obsequió poco antes de comunicarme que se iba a cazar con mi hermana, y del cual tengo que reconocer que le quedó igualito… a Fito Páez. Hábil cocinero y cebador de mate. He tenido el honor de haber puesto más de una vez a consideración de mis papilas gustativas, unos tucos de pollo que no tienen gollete ni parangón. Y si lo tienen, son realmente mínimos e insignificantes. Y el mate, siempre espumoso. Es tanta la habilidad que este individuo ha desarrollado con el correr del tiempo en el arte de cebar mate, que la yerba siempre está nuevita. Con decirles que tiene una cebadura de yerba Canarias desde septiembre de 2002, poco antes de que se desatara la crisis económica en la región, y le sigue dando vueltas el tipo. Y no por machete, sino por puro habilidoso nomás.
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Pero me quiero detener en una característica que lo despega varios cuerpos de cualquier mortal que intente igualarlo. Es una propiedad inñata que lo distingue del resto de los de su especie, le otorga un perfil por demás definido, y lo convierte en una persona de grandes aspiraciones. Me estoy refiriendo a su sublime, prominente y para nada despreciable apéndice nasal. Haciendo un poco de trabajo periodístico de investigación, tuve la oportunidad de entrevistar a la partera que lo trajo al mundo, la cual me confirmó el hecho de que su ya por entonces encumbrado naso, nació como 15 minutos antes que el resto de su osamenta. De la misma fuente nos enteramos que de dicho miembro se prendieron a manos llenas, todos y cada uno de los integrantes del equipo médico involucrado en el parto, además de un par de auxiliares de servicio que acertaron a pasar por el lugar. Cuentan que, en el fragor de la lucha, a uno de los médicos se le resbaló el estetoscopio, el cual fue a caer justo en el interior de una de aquellas gigantescas fosas nasales, desapareciendo sin dejar rastro. Fue allá como a los 8 años, mientras atravesaba una porfiada gripe otoñal que lo tenía a mal traer (al grupo familiar), que por causa de un estornudo con características de tifón tropical, el utensilio médico salió peligrosamente disparado cual boleadora supersónica y quedó enganchado en lo alto de una torre de alta tensión, a unos cuantos cientos de metros de su casa. Pero más allá de esto, yo estoy convencido que no es que el amigo tenga una nariz tan grande, lo que sucede es que tiene la cara 20 o 25 centímetros mas atrás de donde debiera estar. Narciso, Nazario o Nazareno, eran los nombres que manejaron sus progenitores a la hora de inscribirlo, pero un juez objeto tales apelativos, habido cuenta de que, según él, esto podría generarle algún tipo de inconveniente integrativo a la hora de la inclusión social. Y así fuero creciendo ambos, su naso y él. Ya de chico sus maestros hicieron notar a sus padres que era un niño que aspiraba a más. Fue por esta razón que al menos dos veces por semana lo mandaban en penitencia al rincón, no porque se portara mal, sino para que les aspirara las pelusas y las telas de araña que allí se juntaban. Ya más grande tuvo un pequeño inconveniente alérgico, y aunque los médicos no se explicaban cómo, llegó en un momento a tener la nariz tapada. Hay que ponerle unas gotitas nasales, alcanzó a recetar el otorrino actuante, emitiendo así una orden para adquirir un tanque de 200 litros del mencionado medicamento, así como también una bomba eléctrica y una manguera de bomberos, especialmente esterilizada para la ocasión, a fin de poder administrarle la solución salina de manera adecuada. Pero más allá de esta pequeña imperfección cartilaginosa, debo decir –nobleza obliga- que mi cuñado es un buen tipo. Es por eso que yo lo aprecio tanto y lo trato como si fuera un ser humano más. Con decirles que para su último onomástico, y dados los fríos reinantes en nuestro país actualmente, tuve la oportuna idea de obsequiarle 2 juegos completos de sábanas Teka de 2 plazas tamaño King-size de puro acrocel, para que tuviera con qué sonarse el naso en caso de resfrío. Eso sin contar la semana en un hotel céntrico que de paso obsequié a mi hermana por si, llegado el caso de que dicho resfriado se concretara, tuviera que evacuar la casa.
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Realmente, y como a esta altura del relato ya será de público conocimiento, no tengo más que un gran puñado de cosas buenas que decir de mi cuñado. Es por esto, y porque lo quiero como a un hermano, que deseo fervientemente que luego de leer éstas cariñosas líneas dedicadas a su persona, sacuda la modorra de sus dedos y nos dedique a todos algunas inspiradas líneas de esas que hace tanto tiempo nos escatima. Considerando así terminada la intervención, guardo con el resto de los petates mi bisturí gramatical y convido al paciente a una próxima consulta con fecha y hora a determinar, a fin de realizar la correspondiente costura de la herida en cuestión.

CARTA A MI HERMANA

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Marzo de 2065
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“Casi no recuerdo ya el día que nos dejamos de hablar. Sí recuerdo que era un tiempo de confusión y cambios. Eramos jóvenes. Demasiado jóvenes quizás, como para tener plena conciencia de cuán importantes son algunas cosas en la vida y cuán insignificantes otras. Teníamos la impronta y la intolerancia propia de dos cuerpos fuertes y casi indestructibles. Tanto, que nos creíamos absolutamente autosuficientes. Eramos muy jóvenes.”
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“De niñas éramos carne y uña. Todo el día juntas y cómplices. Recuerdo como si fuera ayer aquellas vacaciones en el campo, en la casa de los abuelos. Cómo nos divertíamos entonces! O yendo juntas a la escuela. Podría decirse que éramos inseparables. Nos peleábamos, claro, como todos los hermanos, pero jamás nos hubiéramos podido imaginar en ese entonces la vida de una sin la otra. Luego vinieron los otros hermanos. Los queríamos mucho, pero nuestra relación continuó siendo especial. Podría decirse que coexistía en forma paralela a todo lo demás. Y era hermoso. Especial. Mágico.”
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“Casi sin darnos cuenta crecimos. La vida nos alejó de nuestros padres y de nuestros afectos. Atrás dejamos una vida de niñas y empezamos a recorrer el nada sencillo camino de la adultez. Ahora en cosas de grandes, seguimos siendo amigas y cómplices. Y vinieron estudios, trabajo, amores, desamores. Pasó la vida. Y pasó tan rápido! Tan rápido... que casi no recuerdo ya el día que nos dejamos de hablar.”
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“El día en que no te dije todo lo que te quería. El día en que no te dije lo mucho que significabas en mi vida. El día en que no te dije que eras en el fondo mi mejor y más incondicional amiga. Y ahora... me muero de ganas de deshacer el camino. Me muero por decirte lo que no te dije y de hacer lo que no hice, por tonta nomás. Por magnificar cosas que ahora, al fin de mi vida y en esta fría camilla, tengo real conciencia de lo absolutamente insignificantes que eran. ¡Cómo me arrepiento de no haber aprovechado el tiempo y de no haberte aprovechado, hermana querida! ¡Cómo me gustaría ahora abrazarte y besarte! ¡Cómo me gustaría otra vez correr alegres por esos infinitos caminos de la niñez! ¡Cómo me gustaría ir con vos al cine; comer una barra gigante de chocolate tapadas con una frazada y por qué no, pelearnos otra vez con la absoluta convicción de que esa pelea no es más que una cuestión del momento, y que nada tiene que ver con el amor que nos tenemos! ¡Cómo me gustaría, pero ya es tarde! Ya es demasiado tarde. Solo digo tu nombre con mi último aliento y me juro a mí misma que donde sea que nuestra almas se vuelvan a encontrar, te voy a estar esperando para volver a abrazarte como antes.”
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“Te quiero, hermana. Te quiero mucho. Te am...”

domingo, 28 de octubre de 2007

LA PALABRA (bienvenida).

.Por Hernán Barrios

..........Si le preguntamos al diccionario, seguramente nos prestará una artrítica definición que va a decir más o menos así: "Conjunto de letras asociadas para formar una entidad mayor destinada a dar nombre a algo". O tal vez, "mínima expresión del lenguaje con significado en sí mismo". Yo, prefiero dejar por ahora las convenciones lingüísticas a un lado, y tratar de, aunque más no sea rozar, si no es posible adentrarme, en el profundo y apasionante mundo de las desconvenciones. Posicionarme en ese lugar que está absolutamente por fuera de las normas sociales, de la razón y de las rígidas estructuras del lenguaje cotidiano, para desde ese sitio, que creo está un poquito más cerca de la verdadera esencia de las personas y de las cosas, descubrir una realidad diferente. Una realidad con más colores, con más sabores y por qué no, definitivamente más pura que esta práctica y funcional, aunque gris e insípida, que nos forzaron a aceptar en el momento mismo de nuestro nacimiento. Y desde aquí, la palabra abandona para siempre su prisión y se evapora y eleva, en un viaje que la posiciona por encima de las cosas y de las personas. Queda así al mismo nivel que las sensaciones y que los sentimientos, involucrándose de lleno con las cuestiones más puras del espíritu y embarcándose, en un maravilloso viaje sin retorno hacia lo divino.

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..........Es mi intención no ir solo en este viaje. Casi infinita es la cantidad de gente que cabe en este vagón imaginario, y casi infinitas son también los deseos que tengo de que vengas conmigo. Así que pues, la invitación está hecha. Las puertas estarán abiertas siempre para que puedas abordar o abandonar el viaje cuando lo desees.

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..........Buen viaje y bienvenido/a.