Páginas

sábado, 10 de noviembre de 2007

FRAGILIDAD.

-¡Que les vaya bien muchachos!- fueron las últimas palabras que escuché de ella hace algunas semanas, cuando nos despedimos. Habíamos compartido un exquisito asado de domingo, y desandamos la tarde montados en animosas charlas que salpicaron los más variados temas. -¡Dale!- me decía ella- ¡tenés que aprovechar ese don que tenés!, haciendo referencia exagerada a mi gusto por escribir, medio en broma medio en serio, caricaturescos relatos sobre episodios comunes ocurridos a mis amigos, los cuales hago circular por Internet y que provocaban la hilaridad de la barra. Así fue que entre literatura, música, política y algunas otras yerbas, se nos escapó el día.
.

Marisa apenas pasaba los cuarenta. Tenía dos hijas, una pareja, un oficio al que apostaba cada vez más y una bolsa llena de proyectos a cumplir. Inteligente, divertida, jovial, inquieta y absolutamente pasional a la hora de exponer sus ideas. Nada hacía suponer que a partir de aquella tarde, a Marisa le quedaban exactamente cinco días de vida. Un sorpresivo y fulminante derrame cerebral dejó absolutamente inoperante su cuerpo. ¡Qué cosa!, ¿no?. Solo ella sabe cuántas cosas le quedaron por hacer. Por decir. Quizás hubiera querido darle un último beso a sus hijas. O simplemente caminar por la rambla una vez más. O por qué no, decirle a ese hermano con el que estaba enemistada, que estaba todo bien. Que lo quería mucho y que los motivos de su enojo, no eran realmente importantes. Pero no lo hizo.
.

En un primer impulso me vi tentado a decir que no tuvo tiempo de hacer éstas u otras cosas. Pero no fue así. Sí tuvo tiempo. Tuvo mucho tiempo. Fue solo que al igual que hacemos todos, no lo supo aprovechar. Es esa maldita tendencia que tenemos los seres humanos a creernos eternos. A pensar que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer cosas. A dejar todo para mañana, o para pasado mañana, o para la semana que viene. Y ¿por qué?. Porque damos por sentado que mañana, que pasado mañana y que la semana que viene vamos a estar aquí. Que nada va a cambiar. Que la persona a la que queremos pedirle disculpas va a estar ahí, esperando. Que esa madre a la que queremos decirle que la queremos mucho, va a estar ahí. Que ese amigo al que nos gustaría estrecharle un abrazo, también va a estar ahí. Y no siempre es así. Y lo sabemos bien. Vaya si lo sabremos bien. Es solo que, ocupados y preocupados en cosas tan importantes como si nuestro celular saca fotos, o si nos dará la plata para cambiar el auto, no caemos en la cuenta de que quizás, ni el celular ni el auto nos vayan a servir de algo mañana. No somos capaces de entender que este minuto por el que estamos transitando sea talvez, nuestra última oportunidad de ser o hacer feliz a una persona.
.

La fragilidad de nuestro cuerpo es tan grande que se corresponde absolutamente con la idiotez de nuestro ego, y nos hace demasiado vulnerables. Somos lo que somos y estamos donde estamos, justamente por creernos todopoderosos. O al menos por considerar nuestra vida mas estable de lo que realmente es. Algunos estarán pensando que no podemos estar todo el tiempo preocupados por el momento en que nos toque morir; sería una tortura. Y es cierto. No debemos preocuparnos por eso. Tan solo debemos ocuparnos de vivir. De hacer lo que queremos. De decir lo que sentimos. De no esperar. De no postergar. De disfrutar cada momento como si fuera el último. Parece una frase hecha, ¿no?. El tema es que existe la posibilidad de que efectivamente sea al último. Y luego ya será tarde. Es tan simple como eso.
.

Sé por experiencia propia, que estas cosas no nos entran en la cabeza y por lo tanto no las ponemos en práctica hasta que nos toca vivirlas de cerca. Pero estaré conforme si luego de leer estas líneas, alguien toma el teléfono y le dice a otro alguien lo que siente por esa persona. O si mañana al ir a trabajar, vos le das un poquito menos de importancia al hecho de que la computadora se colgó, o que el jefe anda de mal humor, y en lugar de ello, llenas de felicidad los pulmones y disfrutas plenamente del hecho de estar vivo. Acordáte que Marisa no tuvo oportunidad de hacerlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.