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sábado, 3 de noviembre de 2007

YO X YO.

Cuentan las crónicas de la época, que realicé mi primer inspección ocular al mundo exterior junto a mis primeros embates pulmo-guturales, en una cálida madrugada de marzo del año setenta y pico. Eso, después de haber hostigado a mi santa madre durante no menos de 12 hs., en una decidida indecisión que me tenía entre salgo y no salgo y entre voy o me quedo, dando indicios claros ya de pique, de una característica que habría de estar a mi vera el resto de mis días. Dicen algunos testigos que al principio, si bien no era feo, era medio incómodo de mirar. El 68 % de mi hinchada y purpúrea osamenta lo ocupaba un prominente apéndice craneal con aires de globo terráqueo, que acaparaba absolutamente toda la atención de aquel desprevenido transeúnte que acertara a pasar a mi lado. Inmediatamente por debajo, venía el abdomen, que dadas sus alarmantes dimensiones, mas bien parecía un inmenso reserbóreo de células adiposas, leucocitos y excipientes corporales varios. Gordo mismo. De cogote, ni rastros. Las piernas y brazos estaban totalmente recubiertos con una especie de gruesa cobija epidérmica en forma de anillos concéntricos, que hacían las veces de flotadores aéreos, o fluviales, dependiendo de la ocasión. Para ser gráfico, era la cosa más parecida al muñeco de MICHELIN que ha inventado la naturaleza. Mis únicas actividades, llorar y comer, desarrolladas ambas en partes iguales en un 45%. El 10% restante prefiero omitir a qué se referían, ya que considero que no le hace mucho bien al decoro del relato. Con el tiempo comencé a crecer en largo, y aquella obesa figura comenzó a estilizarse, acercándose tibia y lentamente a una figura humana.
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De niño era tímido y asustadizo como pocos. Dice mi madre que corría a esconderme debajo de la mesa, cada vez que alguien golpeaba a la puerta. En la escuela fui un alumno abnegado, responsable y de conducta intachable, características éstas que sí me abandonaron sin mayor apego al llegar a la pubertad. De todas maneras, aprendí a caminar con algo de soltura por la delgada línea de la mediocridad. Ni tan bueno ni tan malo. Me excusaba antes mis progenitores aferrándome con fuerza a ese viejo dicho popular que dice que " los extremos no son buenos". Bueno, esta sería en todo caso la excepción que no confirmaría la regla. Luego vino el liceo, y con él los bailes, la camisa celeste, la raya al costado, las vueltas a la plaza, los domingos en el parque... y las chicas. En realidad las chicas no vinieron, mas bien que las tuve que ir a buscar, ya que la oferta corpo-facial no era lo que podríamos decir una atracción descoyante. Para ello, tuve que poner en marcha toda una maquinaria conquistatoria de alto nivel, basada fundamentalmente en la palabra y la guitarrita, armas que lograban -aveces-, un encandilamiento momentáneo de algunas féminas, volviéndolas algo mas accesibles. Como quien dice, desde chiquito fui un remador. Esas fueron épocas de poesías como dardos, canciones locas y cartas desangradas. A los 21, una pequeña estancia en el exterior. No se confundan, no me compré un establecimiento rural fuera de fronteras, sino que simplemente anduve casi dos años arrastrándole el ala a un sueño en Argentina.  Después, ya de regreso al país, cosas de la vida nomas. Trabajos varios, varios amores de mi vida, la música, algunos estudios y ahora, este blog. Con él pretendo fundamentalmente poner una sonrisa en el rostro de todo el que acierte a pasar por aquí. Y en una de esas, si la inspiración, las fuerzas y el tiempo me acompañan, tender una mano, regalar un consejo y por qué no, hacer un ratito de la vida de alguien, un poco mas llevadero.
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En caso de que estos altos objetivos no sean realizables, quizás por la impericia de mi pluma, me contentaré con criticar a todo el que pueda, romperle las pelotas a más de uno y serrucharle las patas a todo el que se lo merezca. He dicho.

1 comentario:

  1. Che no me quedó claro. De verdad te compraste una estancia?
    Un abrazo y felicitaciones. Para próximos contactos martinezgaitan@gmail.com

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Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.