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sábado, 8 de noviembre de 2008

HUMO

Por Hernán Barrios


CONFESIONES DE UN ASESINO SERIAL


.....El médico regresó de la habitación contigua a donde había ido a consultar a un colega, con cara de preocupación. Dejó caer su cuerpo sobre la silla, y sin levantar la vista de los papeles que tenía en la mano, disparó sin anestesia la primera frase. “Me temo Laura que no tengo buenas noticias”- Siguió hablando, y mientras lo hacía, la mente de aquella mujer se ausentó del consultorio y voló a su casa montada en un suspiro.

.....En la cocina encontró a Carlos, su marido, quien mientras cuidaba una pizza que había puesto en el horno para esperarla, daba de comer a Agustina, su pequeña niña. Unos pasos más allá, dibujando sobre la mesa del comedor con los lápices nuevos que le había regalado su madre el día anterior, estaba Romina, hermosa y radiante con sus siete años recién cumplidos. Jimbo, un juguetón cachorro de Labrador color negro de ocho meses de edad, se trababa en lucha sobre el piso de la cocina, tratando de arrancarle la cabeza a una vieja muñeca de trapo, que había hurtado del cuarto de las niñas. La casa lucía especialmente linda y luminosa aquella mañana. Habían pintado las paredes hacía apenas un mes con un color verde agua elegido por las niñas, que daba a los ambientes una claridad y sensación de paz, realmente relajantes. Recorrió el comedor en detalle; el mueble con retratos de familia; la lámpara que compraron en la feria de Tristán Narvaja al poco tiempo de estar juntos; el sofá en el que miraban televisión todas las noches; la mesa ratona sobre la cual se habían librado tantas ingestas culinarias los viernes por la noche; el portalápices que había hecho en la escuela Romina el año anterior, y que se lo había regalado en el día de la madre; y el cenicero, aun con cenizas del último cigarro fumado por ella antes de acostarse, la noche anterior. “No más de seis meses”- creyó escuchar como en sueños, en medio de aquella tormenta de palabras provenientes del profesional. Y su mente viajó aún más atrás. Al comienzo de todo. Al principio del fin.

.....Lo recuerdo como si fuera ayer. Probé sus labios por vez primera cuando faltaban pocos días para estrenar sus quince años. Al principio me rechazó, y hasta creo que le molestaba mi presencia, pero con el tiempo la fui convenciendo y al final terminamos por no separamos más. Para ser justo, debo agradecer a algunas de sus amigas de entonces, el habernos presentado. De no haber sido por ellas, quizás nunca se habría fijado en mí. Lo cierto es que de ahí en más, siempre estuve a su lado; en las buenas y en las malas. Fui yo quien la acompañó a su primer baile. Era yo quien calmaba sus nervios en el liceo antes de entrar a un examen. La seguí muy de cerca cuando salió con Carlos por primera vez; luego antes de su casamiento; en aquella entrevista laboral para trabajar en esa empresa tan importante; hace un año cuando falleció su padre. Siempre, siempre estuve con ella. Estábamos juntos todo el tiempo. Al principio, su esposo no me quería demasiado, pero luego se tuvo que resignar a verme. Nuestra relación era especial y venía de mucho antes de conocerlo a él. Yo era su consejero, su psicólogo, su compañero y su amigo. Me volví tan importante en su vida, que pasé a ser absolutamente imprescindible. Tenía el control. Dependía de mí para todo. No podía vivir sin mí y cuando alguna vez le falté, sé que creyó enloquecer. Y en el fondo, para eso me acerqué a ella. Sólo para eso. Para poseerla; para lastimarla; para hacerla mi prisionera; y luego de haberla usado, para matarla.

.....Ahora ya no me es útil. Ya me ha presentado a mucha más gente con quién poder hacerme el amigo. Sé que hoy me va a dejar, pero no me importa porque ya no la necesito. Ya es tarde para ella. Pobre Laura, recién ahora, mientras escucha las palabras del doctor, se da cuenta de la verdad. Recién ahora, con treinta años y una hermosa vida que pudo ser pero que en cambio llegará pronto a su fin, puede ver lo que le he hecho. Ya nada impedirá que esta historia llegue a su fin. Ninguna lágrima impedirá ahora que esas niñas tengan que seguir creciendo sin madre. Ninguna súplica hará que ese hombre que la amó desde el primer día que la vio, pueda darle un beso cada mañana y desearle un buen día, antes de irse a trabajar. Ningún rezo hará salir todo el veneno en forma de humo que durante todos estos años fui metiendo cuidadosamente en sus pulmones. La tarea está hecha. Estoy satisfecho. Estoy complacido de este trabajo y encantado de que los seres humanos, con todo su egoísmo y esa suerte de inteligente estupidez, me permitan seguir siendo el mejor y el más silencioso, asesino serial.
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3 comentarios:

  1. Muy movilizante el artículo. Una persona muy cercana y a la que quise mucho, murió de cáncer de pulmon hace apenas un año. Ojalá todos entendiéramos que el humo entierra no solo a la persona que fuma, sino también a familiares y amigos de esa persona, dejando a todos una cicatriz en el alma imposible de borrar.

    Gracias Serrucho por tus palabras.

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  2. Amigo serrucho, es una realidad terriblemente cruda la que agudamente exponés; pero lo que más duele es que quienes fuman no se dan cuenta del daño que se causan a sì mismos y a sus seres queridos (?), tanto en deterioro de salud como en forma espiritual. Es muy difìcil que este tipo de campañas les afecte porque "están acostumbrados" y les parecen patrañas. Creo que como toda cosa que queramos cambiar en la sciedad, debemos apuntar a educar a los niños, si pretendemos tener éxito.
    Muy valioso tu aporte. Un abrazo.
    EL CUMPA.

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  3. Cierto cumpa. Educar a nuestros niños desde su más tierna edad es la gran solución. Lástima que los encargados de hacerlo (o sea sus padres), son los que como vos decís, "no se dan cuenta del daño que se causan a sì mismos y a sus seres queridos". ¿Qué problema no? Parece un tema de nunca acabar.
    ¿Quizás el Gobierno pueda ayudar? Yo creo que si.

    Abrazo cumpa y gracias por estar.

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