![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjxkLDwSJJixmweHENVQuHzAre-pIVcL69RjRqPsaTg6jn7aUDGhJjncNrkj3DhrB30W_NmDxreETo21jQrDi9cZbIzVoQtFxCzjfA_GY_5dg5izWRwAyh9KMt5ZxRF5GZcGTRlgpUaHc/s320/Pasta+base.gif)
PASTA BASE: UN ASESINO PÚBLICO
Gabriel acaba de cumplir 25 años en la cárcel. Está ahí desde el año pasado, cuando asesinó a su madre porque se negó a darle plata para comprar pasta base.
Teresa tenía 50 años y trabajaba de enfermera en un hospital público. Fue asesinada a golpes por su hijo Gabriel, al cual crió sola y con mucho sacrificio toda su vida, una noche en la que en nombre del amor que le tenía, se negó a seguirle dando dinero para drogarse.
Estos dos párrafos que acabo de inventar son, sin temor a equivocarme, crónica fiel de una de las tantas historias que tienen como protagonista, a este corrosivo ácido social que es la pasta base.
PRÓLOGO
En un empeñoso afán por ser absolutamente sincero, y tratando de despojarme de todo hálito de hipocresía, quiero dejar constancia de que el motivo que me lleva a escribir éstas líneas, es en forma casi exclusiva, el miedo. Un miedo hijo de las proyecciones futuras que arroja mi cerebro, cada vez que ayudado por algún hecho delictivo que tiene como protagonista a esta droga, me pongo a pensar en el tema. Miedo por mí y por mi familia. Miedo por los que vendrán. Miedo por el futuro de la sociedad toda, y por ende de la especie humana. Quiero dejar claro que en líneas generales, estoy en desacuerdo con el consumo de cualquier droga. Esto es, de toda sustancia que debido a la adicción que genera, socave la libertad y el libre albedrío de la persona mediante la creación de barrotes bio-psicológicos, y la introduzcan bajo la liviana excusa del placer, en una invisible cárcel virtual. Esto incluye cigarrillos y alcohol. Pero más allá de ello, no dejo de desconocer que estas drogas llamadas “sociales”, afectan básicamente a su consumidor, y por lo tanto queda en manos de cada uno la decisión de involucrarse con ellas. Considero que no sucede lo mismo con la pasta base, ya que los efectos y consecuencias que esta acarrea, nos afectan a todos.
La pasta base de cocaína es un veneno, al igual que lo es el cigarrillo común, pero en una concentración tal que la hace letal en el muy corto plazo. Mata neuronas a ritmo de vértigo y va dejando a la persona con sus facultades seriamente dañadas. Además, su grado de adicción es altísimo, lo que hace que sea prácticamente imposible que alguien pueda librarse por su propia voluntad, de su influencia. Dicho esto, no es difícil darnos cuenta de que una persona que ha caído, por el motivo que sea, bajo el poder de esta droga, hará todo lo necesario para poder conseguirla. Primero pedir, luego robar y por último matar, si es necesario.
Si lo miramos en micro, familias enteras terminan en retazos debido a las consecuencias directas e indirectas, que un consumidor de pasta base genera. Un joven consumidor carcome como un virus y de adentro hacia afuera, el seno de su familia, y cercena en un porcentaje alto, la posibilidad de poder construir en un futuro, una propia.
Si lo vemos en un contexto social, vemos cómo un porcentaje no menor de nuestras generaciones de recambio, va quedando por el camino por culpa de este flagelo. Y lo que más me preocupa de todo esto, es ver cómo el gobierno hace poco y nada para tratar de revertir esta tendencia suicida que fustiga sobre todo, a las clases sociales más bajas de nuestra sociedad.
Es indignante ver cómo ningún integrante de ninguna fuerza política, tiene las agallas como para hincarle el diente a un tema que resulta difícil y escabroso por un lado, pero absolutamente necesario por el otro. Jóvenes y hasta niños se están, y están matando cada día en las calles, y nuestros políticos, agarrados con uñas y dientes a una vieja legislación que entre otras cosas, prohíbe la internación de personas si no es por su propia voluntad, no hacen nada.
Hay cosas que me parecen incomprensibles. Yo pienso que los consumidores de pasta base no son delincuentes por voluntad propia, y por lo tanto no deben ser tratados como tales. Para mí deben ser tratados como enfermos, que es realmente lo que son. Tenemos que tomar conciencia de una vez por todas, de que éstas son personas enfermas que están momentáneamente privadas de su voluntad; personas que no son capaces de decidir por su cuenta, y por ende actuar en consecuencia. Es casi imposible que alguna de ellas vaya a ir voluntariamente a buscar ayuda. Las pocas que asisten a un lugar de rehabilitación, son las que todavía conservan un marco familiar que las contiene, se preocupa por ellas, y en un momento de lucidez del adicto lograr convencerlo; pero la realidad dicta que la mayoría no lo tiene. Y pretender que vayan por sus propios medios a pedir ayuda, es una utopía.
De lo dicho anteriormente se desprende que internarlos por la fuerza es ilegal. O sea que lo que queda es esperar a que delincan, para luego llevarlos a la cárcel donde seguramente no solo continuarán con su adicción, sino que además se codearán con presos más experimentados, que les darán además algunos buenos consejos en el oficio de quebrantar la ley.
Parece imperativa una reforma constitucional que permita a las autoridades competentes hospitalizar sin vueltas y en lugares especializados, a las personas adictas a la pasta base. Sería imperativo despojarnos de tanta hipocresía, y tomar de una vez por todas el toro por las astas. ¿Por qué razón cuando una persona contrae una enfermedad infecto-contagiosa grave es aislada y mantenida en cuarentena hasta su recuperación, y no se puede hacer lo mismo con un adicto a la pasta base? ¿No es acaso un adicto a la pasta base una persona que además de tener una enfermedad que le impide decidir por su cuenta, una persona que atenta contra la integridad y seguridad del resto de los integrantes de la sociedad? Pues bien, así debería ser tratada, para su bien y el de todos los demás.
Y el colmo de la hipocresía social se da cuando este tema involucra a menores de edad (que por cierto es en un porcentaje importante de los casos). Los niños o jóvenes menores de 18 años no pueden ser tocados, si no es con el consentimiento expreso de sus padres. El problema es que los padres de estos chicos, en el mejor de los casos generalmente no tienen idea acerca de la vida de sus hijos, y tampoco la quieren tener. No es por casualidad que son niños que tienen como hogar la calle, y como dormitorio la entrada de una galería o el banco de una plaza.
Las leyes están hechas para cumplirse, eso es indiscutible. Pero también lo es el hecho de que muchas van quedando vetustas con el paso de los años. Pero en los tiempos que corren parece ser que pegarle una lavada de cara a
CONTINUARÁ.