Páginas

sábado, 16 de abril de 2011

MI CONFESIÓN

Por Hernán Barrios


Gráficos: CASIANIMAL
Tengo algunas hipótesis, bastante débiles por cierto, del por qué de esta necesidad urgente de liberar este secreto que, desde que tengo memoria, he guardado. Una es, que a esta altura de mi vida, considero que tengo más cosas por ganar y menos por perder, con todo esto. Otra, que no quiero seguir mintiéndole, o al menos ocultándole parte de la verdad, a las personas que me quieren. Mis padres, mi hermana, mis amigos, se merecen de mi parte, por lo menos, sinceridad. Y la última, pero tan o más importante que las anteriores, porque siento la profunda necesidad de hacerlo.

Como dije antes, he guardado este secreto en lo más íntimo de mis más íntimas fibras, desde que tengo uso de razón, y no lo he compartido con casi nadie. Digo casi, porque por razones que más adelante entenderán, la vida me ha empujado, en diferente ocasiones, a tener que abrirme con algunas personas. Lo curioso es que siempre fue con gente que apenas conocía, y que seguramente no volvería a ver. Los receptores momentáneos de este secreto, para mí tan importante, fueron, paradójicamente, personas que no me importaban demasiado. Es algo loco, pero es así.

Las razones que me llevaron durante 37 años, a tener que esconder y camuflar una parte importante de mi esencia como ser humano, como persona, fueron supongo yo, las mismas que a otra gente; la vergüenza, el miedo al rechazo, al ridículo, al “qué dirán”, a la discriminación, a no ser aceptado, etc. Nada diferente a la mayoría, supongo. Pero más importante que todo esto, y hoy además vergonzante para mí, es la cobardía. Recién hoy puedo mirar atrás y darme cuenta de lo cobarde que fui, al no atreverme antes, a gritarle en la cara a quien quisiera oír, lo que me pasaba, lo que me gustaba, lo que sentía. Y una catarata de “por qué”, y reproches por montón me vienen a la mente, y me hacen ver una y otra vez, horrorizado, lo inmensamente cobarde que fui durante tantos años.

Recién hoy, a mis 37 años, puedo darme cuento de lo equivocado que estuve; recién hoy puedo ver con claridad los años de vida que he desperdiciado, dando vueltas y más vueltas en un laberinto de apariencias, por culpa de mi estúpida falta de valor. Lo exacto sería decir que fueron 37 años vividos a medias, llenos de huecas alegrías y subterráneas tristezas. Fueron 37 años sin atreverme a zambullirme de frente y sin ropa, en el dulce e intenso mar de la vida; 37 años insípidos, desabridos, sin condimento. Fueron en definitiva, 37 años mal vividos.

Pero eso ha terminado. Hoy algo ha cambiado súbitamente dentro de mí, que me ha hecho dar cuenta del error y me empuja con fuerza al cambio, a la transformación, a la verdad. Hoy siento la necesidad impostergable de “Ser”, y poco y nada me importan las consecuencias. Hoy acepto con alegría la emoción del riesgo y las incertidumbres del desafío. Hoy me siento fuerte, seguro, feliz. Hoy tengo la convicción más absoluta de que nada ni nadie hará que decaiga, en mi empeño de ser feliz.

Finalmente, a la hora de confesarme, he decidido empezar por ustedes, queridos amigos. Ustedes, que aún siendo víctimas involuntarias de mis voluntarios desaciertos, siempre han estado ahí cuando los necesité. Lo primero que me nace es pedirles perdón. Perdón por no haber confiado plenamente en ustedes; perdón por haber creído que no iba a ser lo mismo si sabían la verdad; perdón por haberles mentido; perdón, perdón y mil veces perdón. Estoy convencido de que a partir de hoy todo va a cambiar para bien, y nuestra amistad de tantos años se va a ver fortalecida y renovada. Ruego a Dios que así sea, pero si así no fuera, lo sabré entender y aceptar. Lo asumiré en todo caso, como una parte importante de los costos que debo pagar, por mi cobardía de toda una vida.

No voy a dar más vueltas amigos, ya que si me he sentado a escribir estas líneas, ha sido con la única misión de vaciar el alma, y liberar por fin ese secreto que desde siempre ha sido su huésped. Ha llegado entonces la hora de dar paso a la verdad, y cerrárselo definitivamente a la mentira. Aunque algunas personas quizás ya lo intuyeran, hoy se los confirmo y con estas humildes palabras, al fin me libero: si, lo confieso, me gusta Pimpinela. ¿Y qué?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.