Por
primera vez en sus casi cuatro años y en mis casi cuarenta, se animó
a quedarse sola con Lucía y conmigo. -¿Querés quedarte unos días
con los tíos?- le preguntó la madre -mi hermana-, quizás con la
esperanza de que, como siempre, dijera que no. -¡Bueno!- contestó
Franca -mi sobrina-, con una irreverencia casi desconocida.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_azJyCbtNbaTq8caePeqQnRdwTuNKEAUhLE25xIj8QvQXWTsL91J2gTh3y1iW81on9JkYbT24Gd5RDKDuJ4qtt3Uw9u0hvne-zy0vTiq_r4YpFjLxdGOZ3_vA7TT9GQybiodYABf4ccE/s1600/Vacaciones-2014-290-2.jpg)
La
cosa es que más allá de un débil amague de llanto en el preciso
momento de la despedida, la cosa empezó bien. Cargué a mi hermana
en el auto cual si fuera una narcotraficante a la cual tenía que
sacar urgente del país, y la llevé a la terminal de ómnibus. Por
otro lado, Lucía y mi tía Estela se quedaron con la niña y con la
difícil tarea de embarullar sus primeros momentos de orfandad. De
regreso compré un par de pistolitas de agua y una galletitas Lu-Lu.
Las primeras porque me pareció que un pequeño regalito en aquel
momento de pérdida, a la niña le iba a venir bien -además de chico
siempre quise tener una de esas para jugar y no tuve; no recuerdo si
porque no había plata suficiente en casa, o porque todavía no se
habían inventado-, y las segundas porque sabía que eran sus
favoritas a la hora de encarar la merienda.
Aunque
no lo parezca, entre ser tío y ser padre sustituto hay varias
diferencias. La primera la descubrí poco rato después de que se
hubiere marchado la madre, cuando a voz en cuello y sin adornos de
ninguna clase me gritó: -tío, ¡quiero caca! -No te puedo creer-
dije para mis adentros -o quizás también para mis afueras-, porque
cuando miré a Lucía en busca de una soga, la muy ladina se hizo la
desentendida al tiempo que trataba de reprimir una carcajada. Luego
de juntar coraje y en un intento por que la niña no notara mis
dubitaciones, -las cuales colijo ya había notado porque mientras me
miraba con los ojos del gato de Shrek, dejaba escapar una sonrisa
cómplice parecida a la de la tía- arrancamos para el baño a toda
carrera.
Y
ahí se podría decir que empezó al diversión.
YO.-
¿Water o pelela?
ELLA.-
Water.
YO.-
¿Vos te bajás la ropa o te la bajo yo?
ELLA.-
Vos.
YO.-
¿Hasta los pies o toda?
ELLA.-
Hasta los pies.
En
ese punto y como soy un tío muy intuitivo, medio que dejé de lado
el interrogatorio y apuré el trámite, porque me pareció que la
niña se me cagaba antes de la cuarta pregunta.
-Vos
esperame afuera y yo te llamo cuando termine- me espetó sin vueltas.
-Ta-, le dije mientras pensaba en la forma de esquivar la tarea que
inexorablemente se me avecinaba. Arranqué para el living con la
intención de pedirle a Lucía que me diera una mano con el asunto,
pero no me dio tiempo ni de pedir ayuda la gurisa. -¡Ya está, tío!-
gritó con tono alegre desde el baño. -Mierda que caga rápido esta
botija-, creo que alcancé a pensar mientras pegaba media vuelta en
la mitad del pasillo. -No pude tío, hice sólo pichi- me dijo con
voz angelical al tiempo que pegaba el salto del water. -Gracias Dios
mío-, recuerdo haber pensado, mientras le sonreía y le decía: ¡qué
macana!. -Bueno, vamos a subirnos la ropa- le dije presuroso para
terminar de una vez por todas con el tema del abandono de impurezas.
-¡Pero me tenés que secar, tío!- me mandó ya en medio de una
risa. Mi clásico -¡no te puedo creer!- se escapó una vez más de
mi boca, haciendo de su risa una carcajada y de mi ignorancia una
fiesta. Casi sin pensarlo cacé un montón de papel higiénico -por
la cara de asombro de Franca creo que demasiado-, y como no sabía si
la secada se hacía desde adelante o desde atrás, la hice de las dos
maneras. Ahora sí, levantamos la ropa y afuera.
El
resto de la tarde transcurrió en una vorágine de actividades
infantiles que incluyeron playa -con todo el arsenal de juegos que
eso implica-, videos de youtube, merienda, guerra de agua -con las
super pistolas nuevas-, juego de princesas, veo veo, escondida,
mancha algo, canciones, lectura de libros, bailes, etc. Ahora mismo
me canso mientras las recuerdo, así que no es necesario que explique
en qué estado terminamos el primer día Lucía y yo. Franca, fresca
como una lechuga. Cuando volvimos de la playa -digamos a eso de las
21 hs.-, y mientras calculaba que con el trajín que habíamos tenido
la niña seguramente se dormiría temprano, se me apersona y me dice
de frente y mano: -Quiero que me bañes vos, tío. ¡No te puedo
creer!
Aprontaron
con la tía la ropa que se iba a poner, y entramos al baño bombacha
y toalla en mano. En un arranque de sinceridad -y en un soslayado
intento de hacerla cambiar de idea sobre quién era la persona idónea
para bañarla-, le dije: -Mirá que el tío no sabe mucho de bañar
niños. A lo que ella respondió con un definitivo: -No importa tío,
yo te explico. Sin más escapatoria ni recursos para desplegar, me di
por vencido y me concentré definitivamente en la tarea que tenía
por delante. -Bueno, pelate la ropa- le dije en tono enfático pero
distendido.
Y
ahí se podría decir que empezó otra vez la diversión.
YO.-
Vos avisame cuando esté linda el agua, ¿ta?
ELLA.-
Si.
YO.-
¿Ahí?
ELLA.-
Fría.
YO.-
¿Ahí?
ELLA.-
Caliente.
YO.-
Ufaaaa.
ELLA.-
Pero está caliente, tío.
YO.-
¿Y ahí?
ELLA.-
Fría.
YO.-
Ufaaaaaaaa.
ELLA.-
Jajajajajajajajaja.
ELLA.-
Tío, quiero caca.
YO.-
Me quiero matar.
Creo
que olvidé mencionar que por esos días la niña andaba con algunos
problemas estomacales producto de un virus, y pedía para ir al baño
un promedio de 348 veces por día. Un porcentaje importante eran
falsas alarmas, pero las que efectivamente se concretaban, madre mía.
Pero mejor no entro en detalles.
Cuando
encontramos la temperatura ideal -lo cual nos llevó no menos de 5
minutos- arrancamos recién con el baño propiamente dicho. Primero,
le empecé a tirar agua por todos lados. De abajo; de arriba; de los
costados; hacía de cuenta que estaba lavando el auto. Luego el
jabón. Refriegue por aquí; refriegue por allá. -A ver cuándo
aprendés a bañarte sola-, le tiré por ahí como para hacerle
sentir la responsabilidad social. Me miró por cumplido pero no le
dio ninguna importancia a mi comentario, porque estaba dedicada a
cantar no recuerdo si El Sapo Pepe o El Chacarrón. Después el
enjuague.
YO.-
¿Y cómo hacemos para lavarte la cabeza?
ELLA.-
Yo me pongo esta toalla en la cara y vos me mojás el pelo.
YO.-
Ok.
ELLA.-
Me tenés que poner champú y crema de enjuague.
YO.-
Ok.
ELLA.-
El verde es el champú y el rojo la crema.
YO.-
Yo sé leer mijita.
ELLA.-
¿...?
YO.-
Pican pican los mosquitos, pican con gran disimulo...
ELLA.-
¿Qué es disimulo, tío?
YO.-
¿...?
ELLA.-
¡Me entró champú en los ojos, tío!
YO.-
No importa.
ELLA.-
¡Pero me arde!
YO.-
Aguante, pa' qué es hombre.
ELLA.-
Jajajaja... yo no soy hombre, tío.
YO.-
Bueno, aguante igual.
Y
así transcurrió el baño con lavado de cabeza incluido, entre
canciones infantiles, explicaciones gramaticales, risas, gritos,
champú en los ojos, crema en las orejas, agua en la nariz, etc. Debo
reconocer que fue uno de los baños más accidentados y divertidos
que he tenido. Así también lo testimonia ella cuando alguien le
pregunta. En definitiva, un éxito. No sé si habrá quedado limpia,
pero contenta seguro quedó.
Fueron
días muy divertidos, por cierto. Quedan en el recuerdo las
exquisitas y exclusivas comidas que con tanta paciencia le preparó
la tía Lucía, en parte por su condición pos-virus, y en parte
porque no se puede negar que es medio mañosa para comer, la gurisa.
También las caminatas y charlas por la playa; las guerras de agua en
la pileta inflable de la prima Agostina; la noche en que la corrieron
unos sapos tamaño tortafrita; las siete de la mañana cuando se nos
aparecía en el cuarto, se nos metía en la cama y después dormía
hasta las 11; la tarde en que en la playa nos corrieron las avispas;
y los abrazos. Esos abrazos súbitos y apretados que duraban varios
segundos y en los que te decía, sin decirlo, lo bien que lo estaba
pasando y lo mucho que te quería.
Fueron
cinco días intensos. Agotadores. Divertidos. Felices. Cinco días
que ya se han colocado en un lugar privilegiado del cajón de mis
recuerdos, y que espero sean los primeros de muchos más, que ojalá
vengan en el futuro.
P.... madre loco, otra vez mezclo risa y llanto con tus historias. Mucha muchas gracias por estar siempre y sobre todo es Fran quien se los agradece!!!
ResponderBorrar