Páginas

sábado, 23 de febrero de 2008

LA PIEZA DE LAS TÍAS




Poco antes de entrar al lugar sabía lo que iba a suceder. Me lo decían mi inocente intuición de niño y las veces que ya había entrado a ese lugar, siempre con el mismo resultado.



.



El sitio era mágico. O al menos yo estaba convencido de que lo era. Convengamos que a los 8 años no es demasiado difícil convencerse de que algo o alguien tienen alguna clase de toque sobrenatural. Mi padre nomás, para mí era indestructible; una especie de Superman, que era lo mejorcito en superhéroes de la época. Y mi tía la maestra, era la más inteligente de todas; inteligencia absoluta podríamos decir. Si hasta yo mismo tuve la certeza en algún momento, de poder hacer cosas que eventualmente veía en alguna película; volar, saltar grandes distancias, nadar bajo el agua sin tener que salir a respirar. A veces tenía la esperanza de tener la fuerza suficiente para poder levantar un auto, arrancar un árbol, o cosas por el estilo. Y seguramente creí tener por momentos muchos otros poderes que con el tiempo he olvidado.



.



La pieza de las tías –que era como se la denominaba- tenía todo lo que un niño podía pedir para ser feliz. Lo primero y más importante, la soledad. Era la única habitación de la casa donde no iba nadie, ya que mis tías venían sólo los fines de semana, y por ende, estaba siempre cerrada. Lo otro, era sumamente fresca, ya que el sol entraba por su única ventana solo un rato por la mañana. En horas de la siesta, que era cuando yo me internaba en ella, la temperatura era por demás agradable. Y lo último y más atractivo para mi corta edad, era la presencia de un mueble de madera en el que mi tía maestra guardaba toda clase de objetos, muchos de ellos relacionados con la enseñanza. Lápices, lapiceras, tizas, cuadernos, marcadores, dos diccionarios, uno chico y otro grande ilustrado, textos de estudio, fotos, revistas y mucho más. La hora de la siesta siempre fue para mí la peor hora del día, pero cuando descubrí ese mundo en el interior de aquel cuarto, empecé a desear ansioso su llegada. Allí me quedaba soñando, jugando, escribiendo, pintando, o simplemente husmeando todo lo que había en aquel mueble. Eso sí, tenía que hacerlo con sumo cuidado de dejar todo en su sitio, ya que cualquier cosa que mis tías encontraran fuera de lugar, podía ser causal de desalojo definitivo de aquel mágico paraíso.



.



Aún me parece sentir el olor de aquellos viejos cuadernos grises con la foto de Artigas en su tapa. O me recuerdo claramente mirando aquellas fotos en miniatura que se veían a través de un cono de plástico con un lente de aumento en la punta, que solían vender en los circos. También tenía mi tía en aquel mueble petiso y profundo, un proyector a pilas y una cajita llena de diapositivas, las cuales proyectaba contra la pared y miraba durante horas. Había dos casetes de 90 minutos, uno celeste y otro gris. El primero, recuerdo que tenía grabaciones caseras de mi hermana y mías de cuando éramos más chicos aún. El gris, tenía música moderna de la época. Es preciso hacer notar que mi tía Ernestina, la maestra, no tenía más de 25 años en ese momento, y mi otra tía era algo menor aún.



.



Solía tirarme en la cama a leer algún libro, y aunque era bastante improbable, podía suceder que me quedara dormido. Cuando ocurrió lo que voy a contar a continuación, estaba absolutamente seguro de que estaba despierto. Pero con el paso del tiempo, esa seguridad se fue descascarando hasta convertirse en una anécdota que tenía que ser, indefectiblemente, producto de mi prolífica imaginación de niño, o de un colorido sueño de verano.



.



Eran algo así como las 3 de la tarde de un caluroso 2 de febrero, y estaba yo concentrado en mi cotidiana tarea de revisar cada objeto de aquel mueble. De pronto, al levantar un libro que años mas tarde concluí que era una Biblia, descubrí debajo de él, una pequeña cajita de madera. Era parecida a una cajita de música, pero algo más chata. Sobre la tapa tenía tallados unas misteriosas inscripciones que en ése momento no supe descifrar, pero que otorgaban un halo de misterio al objeto. Casi sin pensarlo, corrí lentamente el gancho metálico que trababa la tapa por el frente, y la abrí. De acuerdo al tamaño de aquella caja, pensé encontrar algunas fotos. O quizás algunas cartas. Pero no fue así. Lo que encontré fue…



.






Continuará.



10 comentarios:

  1. hola hernan, yo una de tus fieles admiradoras de madrid esmeráte con la continuación ,porque estoy muy ansiosa de lo que vendrá;
    tambien aprovecho a felicitarte por todos tu otros trabajos, me los he leido todos y ahora despues de años ya entendi de donde viene esta afición por la escritura junto a tu gran imginación y tu facilidad de narrativa.

    ResponderBorrar
  2. Prometo hacer mi mejor esfuerzo por colmar tus espectativas.

    Agradezco que te hayas molestado en hacer un comentario, ya que aunque no lo creas, cada uno de ellos es un estímulo importante para seguir pintando historias en el blog.

    Gracias por estar.

    ResponderBorrar
  3. Herny, va muy buena la historia, no me gustó encontrar el fatídico "continuará...". Pero bué...
    Por otro lado, la historia tiene algo de verídica? o es sólo 'puro cuento'?
    Esos sutiles detalles me hacen sentir el cuento como una realidad, "me encanta" (parece publicidad de McDonalds, je je je)
    Saludos, Arturo O.

    ResponderBorrar
  4. Henry (ya ni sé cómo te llamás), cómo estás? Hace tiempo que no pasaba por acá y veo, con desilusión, que no has mejorado un ápice tus posts.

    Todo bien, tampoco es que esperara demasiado pero, al menos, que se notara el esfuerzo.

    Deseándote lo peor, te saludo.

    ResponderBorrar
  5. Querido Arturo, ésta historia al igual que todas las que he escrito, son copia fiel de la realidad. ¡No lo dudes un instante!Y lo del continuárá, es solo un pequeño experimento que me estoy tomando la licencia de probar.

    Amigo POSITIVO, te cuento que ni siquiera sé lo que es un "post", así que realmente no podés esperar mucho más de mí. Como siempre, se aceptan sugerencias y por qué no, instrucciones. Todo lo que sume para que esto salga mejor, será bienvenido. Te deseo lo mismo.

    A ambos, gracias por estar.

    ResponderBorrar
  6. Felicitemos a LUCIANA que anduvo "probando probado" suerte en CERRADO POR DERRIBO y consiguió dejar un comentario. Parece que en poco tiempo tendremos una nueva amiga "serruchando" por estos parajes ligüisticos.

    ¡Bienvenida!

    ResponderBorrar
  7. Bueno, creo que la única forma de que esto no sea tan desagradable, es que dejes de publicar pavadas.

    Te devuelvo tu saludo (no uno mío, sino el tuyo).

    ResponderBorrar
  8. Sin ánimo de polemizar, estimado 'positivo':
    -no se de donde carajo se te ocurrió apodarte 'positivo', avisale a tus comentarios de tu apodo.
    -si tuvieras lo que hay que tener, tendrías un nombre. Veo que la palabra huevos no esta en tu diccionario, seguramente los tuyos son 'güebos'
    -si no te importara lo que aqui se dice, ni siquiera perderías el tiempo el leer este espacio.
    -creo que lo tuyo es desesperación, tratando de opacar lo que tu ni siquiera podrías lograr.
    Y yo si tengo nombre, me llamo Arturo, y a mis amigos los aguanto a muerte.
    (Ahora me imagino que me responderás haciendo alguna rima escolar. Vamos, sé un poco más original)
    Va con onda! je je je.

    ResponderBorrar
  9. Bueno, estoy emocionado por el hecho de tener guarda espaldas. Te comento "positivo" que mi amigo Arturo mide 1.93, pesa 110 kilos y hace unos cuantos años que hace fierros. No se, para que lo tengas en cuenta en tu proximo comentario.

    Abrazo a ambos (ofensor y defensor).

    GRACIAS POR ESTAR

    ResponderBorrar
  10. Me encanta este RUEDO de hombres malos y un poeta enloquecido. Que fiesta me haría con ellos, divinos!. Marcelo.
    PD: y ahora entre tanta hormona, un marica, ji ji ji

    ResponderBorrar

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.