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sábado, 26 de diciembre de 2009

MENSAJE DE FIN DE AÑO_09

Por Hernán Barrios


Para serles franco, este año las fiestas me encuentran algo falto de inspiración. No tengo muy claro cual es el motivo de dicha ausencia creativa, pero supongo que debe tener algo que ver con la falta de penurias. O la presencia de bienestar, que si bien no es lo mismo, se asemeja.


Algunos lectores quizás recuerden que el año pasado, en un acto de rebeldía casi inexplicable para muchos de mis allegados, decidí pasar la navidad en soledad. Lo hice porque quise, no por obligación. O mas bien porque lo necesitaba. Pero alguna vez tuve que pasar las fiestas sólo, por obligación, y la verdad que es una experiencia para nada recomendable. Ahora cuando uno lo hace porque necesita el espacio, es ampliamente satisfactorio y hasta me atrevería a decir, revitalizante.


La cosa es que este año no siento esa necesidad. Yo diría que me sucede todo lo contrario, tengo muchas ganas de pasar en familia y en medio de mucho barullo. Por lo tanto el mensaje de fin de año me parece que va a salir medio liviano nomás. Parecería ser que los mensajes profundos son espacios reservados exclusivamente para la tristeza y el dolor, y que de la alegría y el regocijo no se desprenden grandes cosas.


Igualmente vamos a intentarlo, a ver qué sale.





Improvisando una lluvia de ideas de un solo miembro –como les gusta decir a los publicistas y afines, una “brainstorming”-, y tratando de encontrar un tema disparador sobre el cual cimentar mi saludo festivo, me viene a la mente una palabra: SOLIDARIDAD.


Se que no descubro nada si digo que la sociedad está en crisis. Cada uno de nosotros, y aunque a muchos nos cueste reconocerlo, estamos en crisis. Nuestras instituciones, esas que alguna vez creamos para posibilitar una convivencia armónica y civilizada, están en crisis. Y de yapa, y creo que en parte como consecuencia de todo esto, nuestro planeta está en crisis.


Tampoco descubro nada diciendo que esta no es una crisis natural y mucho menos casual. ¿Qué quiero decir con esto? Que no es por casualidad que estamos como estamos. No es producto del azar el hecho de que el concepto “familia”, a mi ver la más importante de las instituciones, haya perdido casi toda su sustancia. No es casual que las relaciones humanas sean cada vez más efímeras, y que al tiempo que la comunicación global entre personas ganó en cantidad, perdió en calidad. No es casual que millones de personas se mueran de hambre cada año en el planeta. No son casuales las guerras, la violencia social, la pobreza extrema con su consecuencia directa, la delincuencia; la indigencia, las drogas, y tampoco el calentamiento global. Ninguna de estas cosas es casual, sino que responden a una causa que las provoca. Y lamentablemente, nos guste o no, tenemos que admitir que el responsable de todos estos desastres, no es otro que el Hombre. Para hacerlo un poco más particular; yo, vos, él y ella. Nota: vale poner el burro primero cuando es para acusar, ¿no?


Estos son hechos actuales reflejo de un presente casi tan incierto como el futuro mismo. Los daños están hechos. Los equilibrios rotos. La conciencia casi no existe, ni la global ni la individual. Y la esperanza, que es lo último que se pierde según el dicho popular, es a modo de negro augurio, lo único que nos va quedando.


Pero bueno, aprovechemos entonces estas fechas para verle el lado positivo a la cuestión, y celebremos entonces que al menos nos queda eso. Celebremos la esperanza y de paso llenémosla de contenido. Porque una esperanza sin contenido es como un vaso vacío. ¿Que tal si le agregamos un poco de acción? ¿Qué tal si abandonamos el cómodo sillón desde donde vemos cómo todo lo que conocemos se destruye, y tomamos cartas en el asunto? ¿Qué tal si cada uno de nosotros hacemos algo al respecto? Cualquier monedita sirve ¿sabe?


Los más escépticos dicen que esto ya no tiene vuelta. A mi no me gusta ser tan tajantemente catastrófico, aunque si reconozco que está complicado. Sobre todo teniendo en cuenta la supremacía que tiene en el mundo el interés económico, por encima de todos los demás intereses. Y no hablo solo de los intereses de los gobiernos, que son obviamente los que más se notan y los que más nos llegan por televisión. Hablo también de los intereses individuales. No nos mintamos más, y reconozcamos que el interés de un país es el interés de cada uno de sus integrantes, amplificado. Es poco más culpable el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, que una familia promedio de ese mismo país.


Ojo que no estoy haciendo una incitación a la revolución armada ni cosa parecida, sino una invitación pacífica a salvar nuestro planeta, y de paso a nosotros mismos. Pero algunas inacciones son tan hijas de la desinformación, de la inconciencia, y por sobre todo de la costumbre, que casi parece imposible derrotarlas. Hablo de pequeñas cosas, no de grandes hazañas. Ir al supermercado con bolsos propios –del tipo chismoso, ¿se acuerda vecina?-, nos parece a esta altura una ridiculez y un motivo de vergüenza, pero cuánta basura menos dejaríamos a las nuevas generaciones si lo hiciéramos. Es solo cuestión de pensar en los demás; en nuestros hijos y nietos, y en los hijos y nietos de todos. O usar sólo la energía necesaria. El planeta se nos está calentando, y nosotros no aflojamos ni una lamparita. Somos testarudos por demás, y realmente muy poco previsores. ¿Por qué razón nos cuesta tanto creer que mañana la Tierra tal y como la conocemos no va a estar más, si seguimos este camino? Debe ser por aquello de que si no lo veo no lo creo, supongo. Lástima que cuando lo veamos, ahí si ya va a ser demasiado tarde. Terremotos, maremotos, ciclones, tifones, huracanes, tsunamis, etc. ¿No son acaso estos, avisos suficientes? Estamos en la cumbre de la pirámide evolutiva, dicen. Yo diría que estamos más bien en la cumbre de la necedad y la estupidez.


La famosa sociedad de consumo nos está consumiendo. Nos está fagocitando con planeta y todo, y aunque lo vemos, no damos ni un paso atrás. Parece que preferimos morir poniéndole nafta al auto, antes que comprarnos una bicicleta. Reventar los estómagos de nuestros hijos con comida chatarra, antes que tomarnos el trabajo de asegurarles una dieta balanceada, o al menos natural.


Intereses económicos, esa es la verdad de la milanesa. Es el DIOS DINERO el que gobierna toda actividad humana. Somos tan estúpidos que tampoco nos damos cuenta que quizás en menos generaciones de las que pensamos, el bendito dinero ya no nos va a servir para nada. No va haber dinero capaz de volver a poner hielo en los polos. No va a haber dinero capaz de comprar el agua dulce que ya no va a existir. No va a haber dinero que reviva las cientos de especies de animales y vegetales que ya hoy se están extinguiendo. No va a haber dinero capaz de volver a regenerar la capa de ozono. No va a haber dinero que pueda hacer bajar el nivel de los océanos que cubrirán casi todo lo que hoy conocemos como tierra firme, y sobre la cual se erigen nuestras sociedades. No va a haber dinero para comprar otro planetita por acá cerca, y si lo hay, va a ser para un grupo tan selecto como reducido de personas, entre los cuales seguramente no vamos a estar ni vos ni yo.


Ustedes estarán diciendo que me volví loco, enviando un mensaje de fin de año tan apocalíptico. Pero es que de lo que se trata en estas fechas, creo yo, es de reflexionar sobre el curso de cada una de nuestras vidas; ver lo que hicimos en el año que se está yendo, y pensar en lo que haremos en el que comienza. Y bueno, quizás de eso se trate. De detenernos un momento a pensar, no ya en el auto que me compraré en el 2010, sino en qué mundo les dejaré a mis hijos.


Pensar en cosas como enseñarles a no ser una especie tan depredadora como lo hemos sido nosotros durante siglos. Enseñarles que tiene mucho más valor una mano que una pala. Transmitirles que es mil veces más importante un abrazo que un mensaje de texto. Una palabra que un e-mail. Convencerlos de que no hay refugio más efectivo ante las contingencias de la vida, que los brazos extendidos de una familia. Que no hay arma más efectiva contra la injusticia y la desigualdad, que la solidaridad. Asegurarles que no hay droga capaz siquiera de imitar, las cosquillas en la panza que te hace sentir ese primer beso de amor. Ponerlos al tanto de que no hay espectáculo más maravilloso que el milagro de la vida. Que no hay sensación más placentera que estar tirado sobre el pasto verde, mirando las estrellas.


Hacerles entender de una vez por todas, lo que nosotros, con toda nuestra tecnología, no hemos podido: que la vida en sí misma es un regalo tan maravilloso, que cada minuto de ella es digno de ser disfrutado a pleno. Y que esto no es posible si estamos todo el tiempo preocupados en cambiar de teléfono celular, o de andar corriendo atrás de las modas.


Mucho menos será posible, si nos despertamos mañana, y el lugar en donde todas estas maravillas tienen lugar, ya no existe.



FELIZ 2010 PARA TODOS



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