Páginas

martes, 5 de enero de 2010

PREMONICIÓN

Por Hernán Barrios

Aún no he podido determinar a ciencia cierta si es el mundo el que está cambiando o soy yo, pero me gusta más pensar que es lo segundo.


Pasan los años y las personas vamos cambiando nuestra forma de vestir y de hablar. Cambian nuestros gustos musicales y cambia también nuestra forma de pensar. No estoy diciendo que cambiamos para bien, sino que cambiamos simplemente. Pasa el tiempo y nos hacemos mas lentos, más reflexivos y en líneas generales, más tolerantes.


Pero en mi caso he estado sufriendo una especie de metamorfosis que tiene más que ver con la eterna lucha entre la razón y la emoción. O dicho de otra manera, entre lo científico y lo espiritual. Siempre me jacté, ya desde los primeros años del liceo, de ser una persona que se apoyaba ciegamente en la razón para manejarse en la vida, y aunque al mismo tiempo tenía una muy marcada sensibilidad, traté siempre de dejarla en segundo plano. Pero desde hace algunos años -quizás más de los que creo- eso ha ido cambiando, y la cuestión espiritual ha ido, poco a poco, ganando terreno.


Quizás en mayor o en menor medida, y a cierta altura de nuestras vidas, a todas las personas nos pase lo mismo, no lo sé. Pero lo que si sé, es que de la única experiencia de la cual puedo hablar con real propiedad, es de la mía.


La cosa es que a medida que pasan los años, cada vez es más larga la lista de preguntas para las que la ciencia y la razón no tienen respuesta, y quizás sea por esto mismo que cada vez estoy más proclive a aferrarme a cuestiones no tan tangibles, aunque sí mas reconfortantes y esperanzadoras.


Hice esta especie de ubicación personal, para poder contarles sin mucha aclaración mediante, lo que me acaba de suceder hace algunos días.


He aquí la historia.




Mi hermana y mi cuñado se casaron en febrero de 2005.


Como es habitual en estas cuestiones, además de la ceremonia civil y de la religiosa, organizaron también una fiesta con familiares y amigos. Para la ocasión, y producto de uno de mis típicos estrujes emocionales, compuse y canté una canción que llamé EL AMOR HA VENCIDO, y a cuya letra y música pueden acceder haciendo click en este vínculo.


Los años pasaron, y hace casi nueve meses la pareja anunció feliz, la inminente llegada de un nuevo integrante a la familia.


El embarazo siguió de buena manera su curso, y supimos algo más adelante que era una niña. Los padres tuvieron extensas sesiones tratando de dilucidar el nombre que le iban a poner a la pequeña, hasta que luego de varias idas y venidas, optaron por un nombre poco común: FRANCA. “Tiene personalidad”- dijeron. La cosa es que los meses siguieron pasando, y ahora restan apenas veinte días, para poder conocerla.


La semana pasada sonó el teléfono en casa, y al atender alcancé a reconocer la voz de mi cuñado en primer plano que me dijo un “hola” jadeante, y la de mi hermana en segundo, con una batería de palabras de fondo prácticamente incomprensibles. “¿Qué paso?”- dije algo preocupado, por notar un cierto grado de tensión en su voces. “¡Hermano!”- me dice mi cuñado. “¡Anunciaste el nombre de nuestra hija cinco años antes de que naciera!”-afirmó. Yo no pude más que responder con un silencio profundo que no demostraba otra cosa más que desorientación, ya que no tenía idea de lo que me estaba hablando.


Recién estábamos escuchando la canción que nos hiciste para el casamiento, y descubrimos que en una parte nombrás a nuestra hija”- me siguió diciendo, tratando de poner algo de claridad al relato, y de paso a mi confundida conciencia.


Bueno, la conversación continuó por algunos pocos minutos, y cuando cortamos, no pude menos que ponerme a estudiar con detenimiento, la canción que cinco años antes había escrito. Lo que encontré, se podría decir que también me dejó algo perturbado.


Dejo el relato por acá, y me remito solo a mostrarles la parte de la canción a la que hacían referencia mi cuñado y mi hermana. Y como dice el viejo dicho popular: “yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay”.




3 comentarios:

  1. Me gusta jugar con los diferentes frentes que ofrece una situación. La idea de premonición es muy interesante y por demás atractiva, pero me gustaría postular una alternativa: ¿Qué tal si, producto de la influencia que una canción puede producir en el alma de la persona destinataria de la composición, en algún lugar secreto quedó albergado el término que luego se transformó en el nombre de la niña que pronto estará aquí? Me parece significativamente romántico también, en el sentido artístico del concepto... Un gran saludo, y enhorabuena!

    ResponderBorrar
  2. Tu alternativa también se me ocurrió, pero la descarté inmediatamente porque como vos bien dijiste, me atrapó mucho más la magia y el misterio de la primera.

    Viste que aclaré que últimamente me está conformando bastante más la cuestión espiritual que la racional. Además, y en un concienzudo afán por echar por tierra esa posibilidad, alego primero que nada, que para que el nombre hubiera sido influencia de la canción, ésta debió haber influido no en una, sino en dos personas del mismo modo, lo cual ya es menos probable; además, no solo es el hecho de que la palabra FRANCA aparezca como parte de una canción, sino además es el contexto que la precede y continúa. Habla de una lágrima, pero a mi me parece que bien puede hablar de un hijo.

    Gracias amigo siempre por estar.

    ResponderBorrar
  3. No no, pero a mí lo que me atrapa es justamente la parte no racional, el aspecto mágico que encierra el poder de la palabra, que genera un espacio indescifrable, pero que está ahí, pronto a manifestarse en algún momento, me parece lo maravilloso de lo escrito, o compuesto en este caso, pensamos que desaparece, pero está ahí, sin que lo sepamos, y vuelve como un boomerang... cobrando formas insospechadas...

    ResponderBorrar

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.