Yo
tuve un perro que no fue perro, sino ilusión. Hijo de las ganas y nieto del
deseo, llegó a mi vida cuando el mundo era una inmensa fantasía y mi padre era
poderoso y eterno. Palpitamos juntos sobre una cama angosta y enclenque las mágicas
hazañas del día siguiente, y también juntos temblamos esas noches de tormenta
que el zinc, cobarde y traicionero, nos tiró encima. Flotamos sobre el bao de
la siesta, cuando las chicharras del verano aturdían invisibles y los toritos
unicornios se enfrentaban a muerte, sobre el balasto del patio. Fuimos
valientes cazadores esas nochecitas de verano en que el terreno lindero era
invadido por diminutas y esquivas naves espaciales, que en intermitente vuelo
pretendían destruirnos. Fuimos todo y fuimos nada.
Mi
perro fue tan real como un deseo y tan mágico como un sueño. Y un día, junto
con mi niñez, se marchó en silencio. Yo tuve un perro que no fue perro, sino
ilusión.
Yo tuve un perro que fué pensamiento. Cuando quería dormir,gruñia bajo la almohada, y al buscarlo no estaba.Ni bien yo tiraba el anzuelo al agua, volvía a remorderme los atardeceres y la calma del arroyo, con la insistencia de la cual solo un can es capaz.Un día se enfermó de rabia."Hechá pa'atrás, juera perro!!!" Pero como le hamaco un talerazo en la cabeza a un perro que es una idea que está dentro de mi propia cabeza? Al preguntarme esto,mágicamente desapareció...Porque algunos pensamientos/perros, como el arte o el amor, no resisten la más mínima verificación lógica.
ResponderBorrarExcelente reflexión !
ResponderBorrarMe quedó dando vueltas tu última frase: "el arte y el amor no resisten la más mínima verificación lógica". Comentarios como el tuyo llenan de riqueza a este humilde espacio literario.
Gracias por pasar y comentar.