Páginas

sábado, 19 de diciembre de 2009

TRES O CUATRO CAJITAS

Por Hernán Barrios


SE LO QUE HICISTE LA MUDANZA PASADA


Serán tres o cuatro cajitas, como mucho”-, me dijo mi amigo Juver cuando me invitó amablemente a ayudarlo en su mudanza. Los lectores que han seguido este espacio desde sus inicios, sabrán que las múltiples malas experiencias en el ramo, ya deberían haberme enseñado algo con respecto al tema mudanza de amigos, pero déjenme decirles que no es así. En contra de todo pronóstico, confieso aquí y con la frente bien en alto, que sigo siendo el mismo crédulo (por no decir pelotudo) de siempre. Paso a contarles.


Resulta que el tipo tenía que dejar la casa en la que vivía desde hacía algunos años, por lo que hacía unos tres meses estaba en campaña de buscar un nuevo lugar en donde vivir. Mi boca, la cual suele tener la mala costumbre de actuar antes que mi cerebro, ya había puesto todo el cuerpo que la rodea, a disposición del migratorio individuo. La cosa es que cuando quise acordar, ya estaba totalmente comprometido para dicha tarea, y sin la más mínima posibilidad de desdecirme. Es por esto que no tuve más remedio que hacerme a la idea de que llegado el momento, iba a tener que cinchar como negro chico. Así lo hice pues.


El hombre recién había empezado a buscar apartamento cuando mi boca hizo este pacto, y yo sabía que dicha tarea le iba a llevar un tiempo prudencial. “Lo único que te pido es que me avises con algo de tiempo”- fue la única y humilde condición que le puse a mi nómade amigo, concibiendo como “algo de tiempo”, por lo menos una semana. Bueno, ésta fue la primera de una larga serie de hechos que no se cumplieron.


Como dije antes, la búsqueda le llevó algo así como tres meses, pero él me avisó el sábado pasado, de tarde, que se mudaba al otro día (domingo) a las 8 de la mañana. ¡Mierda! ¿Pueden creer semejante crueldad? ¡Un domingo a las 8 de la mañana! A partir de ese momento, el tema ya dejó de ser un favor común y corriente, y se convirtió en un sacrificio de dimensiones épicas, de esos que se hacen pocas veces en la vida. Para ser más gráficos, y para que la barra masculina me entienda mejor, era como una de esas proezas que uno hace por una señorita, cuando aún no ha pasado nada de aquello, y andamos en procura de que pase. ¿Se entiende no? Bueno, algo así era lo que tenía que hacer por mi amigo, pero sin la mina, y sin aquello como premio. De todas maneras, con los ojos inyectados en sangre pero fiel a mi filosofía amistística, le dije que contara conmigo. Y me fui para mi casa, caliente.


Como era de esperarse, y como suele suceder en estas ocasiones, de la numerosa cuadrilla de brazos que a priori habían comprometido su presencia en el evento, quedamos menos de cuatro (personas; brazos unos ocho). Y eso, porque un par de ellos tenían tan estrechos lazos familiares con el titular de la mudanza, que hacían casi imposible su no presencia; porque de no haber sido así, la cuadrilla se habría reducido drásticamente a dos nomás. Al otro día a las siete de la mañana, y a solicitud mía, el despertador no tuvo más remedio que recordarme el compromiso contraído, por lo que me tiré de un salto de la cama, y puse proa hacia la parada del Bondi.


Tempranito nomás empezaron los problemas. Escuchen (o mejor lean), la frase que me había tirado mi amigo el día anterior, junto con la noticia de que se mudaba: “Trata de llegar un poco antes de las ocho, así me ayudas a bajar el lavarropas”. ¡Cric cric! No voy a comentar esta frase porque quizás haya menores leyendo este artículo, y no quiero introducir en su virgen léxico, palabras que les puedan traer complicaciones con sus señores padres. Pero creo que los avezados lectores sabrán decodificar mi silencio. La cosa es que mi intención igual era estar ahí antes de las ocho, pero resulta que no conté con que el sistema público de transporte capitalino iba a ponerse en mi contra esa mañana. Siete y quince estaba yo en la parada esperando el dichoso ómnibus, el cual no pasó sino hasta pasadas las 7.50, hecho que obviamente me hizo no llegar a la cita en tiempo y forma. De todas maneras, 8.05 estaba tocando timbre en la casa de mi amigo.


Ta, dije yo, lo menos que puede hacer el individuo, como forma de reparar en parte el hecho de haberme hecho salir de la cama a una hora tan desproporcionada, es esperarme con el mate recién ensillado, y unos bizcochos calentitos. Bueno… lo que encontré a mi llegada fue esto (suerte que andaba con mi celular que no me deja mentir):





Me esperó igual para la bajada del lavarropas, de bueno que es nomás. Supongo que todos lo sabrán, pero por las dudas les cuento que el lavarropas no es un hueso fácil de roer. Tiene adentro unos bloques de cemento que pesan como la gran puta. Eso, además de ser un aparato que por su desproporcionada cuadratura, es ya de por sí difícil de asir, y por ende incómodo de transportar. No entiendo por qué razón los hijos de puta que hacen lavarropas no le hacen aunque esa unas manijas, para poder meterle mano más cómodamente. O unas ruedas al menos. No, los hacen como de 380 atmósferas de peso, y encima herméticos. Bueno, la cosa es que al aparato en cuestión lo bajamos desde el dormitorio del amigazo, por una escalerita de hierro de no más de 40 cms de ancho y unos 85º de inclinación, solo dos personas. Tal como se desprende de la sintaxis de la oración anterior, yo fui una de ellas, obvio.


Bueno, para no hacer demasiado extenso el relato, les cuento que luego siguieron toda una serie de enceres, algunos más pesados que otros, los cuales fuimos sacando hacia la vereda, para ir ganando tiempo antes de que llegara el camión del fletero. Un par de cuatro puntualizaciones al respecto.


1) El fletero que había prometido estar a las 8 de la mañana en la puerta, llegó 9:30.


2) Las tres o cuatro cajitas en que consistía la mudanza, se transformaron como por arte de magia en una infinidad de cosas casi tan imposibles de describir como de transportar.


3) Mientras los serviciales seis brazos (dos de ellos femeninos) sacábamos la casa para la vereda, el titular de la causa se pasó todo el tiempo parapetado y escondido, haciendo como que desarmaba una cama.



4) El camión del fletero, en el que teníamos que transportar todos los muebles de la casa, parece que se mojó en el camino y se encogió, quedando reducido a esto:






No es por hablar mal de mi amigo (cosa que jamás haría), pero supongo que el proyecto de vehículo ese debe de haber sido más barato que un camión como la gente, que es el vehículo ideal para este tipo de cuestiones. Encima, presten por favor atención al detalle del cartel en el costado de la camioneta. Los FLETES son un precio; pero en este caso era un FLETESITO, que sale más o menos la mitad.





Y bueno, me salió ahorrativo el amigo. Mano de obra, gratis. Ingesta alimenticia del personal, ínfima. Costo del flete, no más caro que una carretilla vieja. ¡Ay Dios! ¡Qué domingo!


Debido a la habilidad del fletero para acomodar las cosas en el aparato ese, solo hubo que hacer dos viajes. Todo un milagro les digo. La sorpresa fue cuando llegamos al lugar de destino, que justo es decirlo, no quedaba demasiado lejos del de partida. ¡Segundo piso por escalera! ¡Noooooooo! Cuando vi este panorama, por un momento sentí la imperiosa necesidad de tirarme debajo de la camioneta y terminar con todo este suplicio. Pero luego de un momento reaccioné y me di cuenta de que aún tenía cosas importantes por las cuales seguir luchando: el ropero y la heladera por ejemplo.


Y ahí empezamos las hormiguitas a bajar de la camioneta y subir al segundo piso por escalera (repito), todas y cada una de las porquerías de mi ex amigo. Y cuando digo hormiguitas, me refiero a todos menos a él, ya que cuando quisimos acordar había desaparecido del lugar de los hechos. Más tarde nos enteramos por su hermana, de que había vuelto al sitio de partida, a “arreglar algunas cositas”. “Debe haber ido a buscar un par de cervezas frías para que nos refresquemos”- fue lo primero que pensé al notar su ausencia, ya que habíamos trabajado como burros y lo único que habíamos tomado eran un par de mates fríos, hacía como tres horas. Pero al demorarse su regreso, y al llegar nuestros cuerpos extenuados casi al punto de deshidratación, tuvimos que hacernos cargo también nosotros de ese tema. Allá como a las dos horas apareció mi conocido, con cara de yo no fui.


Bueno, a eso de las once de la mañana, terminó la odisea. Acabamos los esclavos de tirar todo para adentro del apartamento, dimos fondo blanco a las cervezas, agradecimos la amable invitación, y nos retiramos cada cual para su casa.


¿Qué me quedó de esta experiencia? Un dolor de espaldas, brazos y piernas que me acompañó toda la semana. Un amor por las cervezas frías que aún hoy, sigue en aumento. Una fobia por los camiones chiquitos, los lavarropas y los segundos pisos por escaleras, que no puedo disimular. La renovada promesa que he hecho una y mil veces, y que el tiempo una y mil veces me ha hecho olvidar, de no volver a ofrecerme para ayudar en otra mudanza.


Pero por sobre todo y más importante que todo lo anterior, la satisfacción de haber podido ayudar a un amigo, en una situación difícil de su vida.



OTRA MUDANZA:


Réquiem de una mudanza anunciada



11 comentarios:

  1. El tipo ¿sigue con vida, o hay que buscarlo dentro del lavarropa? Me reí mucho, lo cual es un poco cruel, lo sé, pero pensá en el dolor de maxilar que me va a acompañar a mí esta semana... Abrazo

    ResponderBorrar
  2. como se nota que estas palabras no las escribistes recien llegado el domingo al medio dia,abrazo, muy bueno.
    P.D.de parte de uno de los que descanso en tu nombre el domingo en colonia.

    ResponderBorrar
  3. Pa! Me mató el acertijo estimado anónimo. No te saco; no te saco.

    ResponderBorrar
  4. Jaja !! Muy bueno!!
    Que suerte que zafé, aunque me debo disculpar xq el individuo que se mudaba supo ayudar cuando nos toco a nosotros. Igual domingo a las 8 de la matina hay poca gente que sea tan valiente, no podés, xa la próxima al menos un sábado y en horas "normales".
    La verdad muy fuerte lo del "fletecito" jaja.

    ResponderBorrar
  5. Corrección, el individuo no nos ayudo en nuestra mudanza, asi que ya no tengo cargo de conciencia por no haber ido je.

    ResponderBorrar
  6. muy bueno todo! la verdad no te tenia asi!!!...me encanto la historia aunque para vos fue una tortura! ajaja...muy comico! jeje =)

    ResponderBorrar
  7. Viste Stephanie, ¿verdad que no hay derecho? Pobre de mi. Jajaja

    ResponderBorrar
  8. perdon por la demora.hay varios puntos por aclarar..1-MI AMIGO LLEGO TARDE
    2-SI ESTABA EL MATE Y LOS BIZCOCHOS
    3-EL LAVARROPAS LO BAJE YO Y MI HERMANO
    4-MIENTRAS YO DESARME LA CAMA
    EL TOMO MATE Y CHARLO
    5-EN SU ULTIMA MIDANZA NO ESTUVE PERO
    EN LA ANTERIOR SI.
    6-Y TAMBIEN TOMARON CERVEZA.GRACIAS A MI HERMANO..PORQUE YO NO ESTABA.
    7-COMO QUEDA DEMOSTRADO.MI AMIGO ES UN TANTO INJUSTO EN SUS DECLARACIONES.
    8-DE TODOS MODOS MUCHAS GRACIAS-"AMIGO".Y A TODOS LOS QUE FUERON ESE DOMINGO.
    9-FELIZ NAVIDAD...

    ResponderBorrar
  9. Siempre es bueno tener unas versión independiente tanto de los hechos como de los protagonistas. Como yo no estuve en los primeros, por una mera cuestión de km., puedo hablarles de los segundos. Y les digo: no le crean a ninguno, porque son un par de mentirosos y vagos. Y a las pruebas me remito: hace unos años cuando el escribiente tenía berretines de cantor de boliche, me invitó a ir a la casa del que ahora se mudó, a tomar unos mates. Pero, oh casualidad, justo cuando íbamos a arrancar se acordó que tenía que devolver tres sillas a su amigo, así que no encontró mejor idea que pedirme que yo las llevara, ya que el tenía las manos ocupadas. Con el termo y el mate!!. "Dale, que es cerquita", dijo mi amigo. Y fueron como 12 cuadras caminando desde 8 de octubre y Centenario hasta Av. Italia y no sé qué mierda. Y a la vuelta, al otro, que solía tener complejo de Osvaldo Fattoruso, no se le ocurrió mejor idea que hacernos llevar la batería de 18 cuerpos para el apto. del relator, "así ya queda para el próximo ensayo". Y por cierto que a mí me tocó cargar con el bombo y el redoblante, mientras que mi amiguito se hizo cargo de un platillo y los palillos!!! Y por supuesto, el termo y el mate, no volvieron porque, obviamente, él no podía con todo.
    De modo, amigos, que, no les crean nada a ninguno. Son un par de embusteros empedernidos.
    Igual, les mando un abrazo a cada uno y les deseo muchas felicidades, sólo para que vean que no soy rencoroso.
    El Cumpa.

    ResponderBorrar
  10. A ver...

    ANONIMO (JUVER):

    1) No te hagas el anónimo misterioso, que por lo que pusiste todo el mundo se dió cuenta que eras el protagonista de mi veraz relato. Y si no fue así, yo te quemé.

    2) Nunca dije que no hubiera habido mate. Solo me remití a decir que estaba medio lavadito nomás.

    3) Y bueno, si no llegué a tiempo para bajar el lavarropas no fue por culpa mía, sino porque el bondi no pasó a tiempo. La intención la tuve.

    4) Cuatro tornillos locos tenía la cama esa, y le llevó casi toda la mañana desarmarla. Cuando te compres el juego de dormitorio completo, empezá por lo menos una semana antes, hermano.

    5) Eso de que estuviste en mi anterior mudanza es totalmente cierto. ¿Vos fuiste el que llevaste los cuadritos y el helecho no?

    6) ¿Y yo que dije? Tomamos cerveza gracias a otro, porque de ser por vos, quedamos secos ahí nomás. Y tus propias palabras lo dicen: "yo no estaba".

    ¿Cómo que soy un tanto injusto en mis declaraciones? Pero si pocas veces he escrito un relato tan fiel a los hechos como éste. Apenas si le di algún pequeño matiz por aquí y una pincelada por allá, siempre sin salirme de la delgada línea de la verdad, porsupuesto.

    Bueno, la gente sacará sus propias conclusiones.

    Abrazo grande y cualquier cosita a las órdenes.

    ResponderBorrar
  11. CUMPA:

    Ay Cumpa, no aparecés nunca, pero cuando lo hacés es para enchastrar la cancha nomás.

    Primero que nada, dejame decirte que no estuviste en la mudanza de nuestro común y gran amigo Juver, de vago que sos nomás. Eso de los kilómetros es pura excusa.

    ¡Mentirosos nos dijo Juver! ¡Y vagos encima! Que me insultes no me molesta, pero que se lo hagas a Juver (insultarlo digo), no te lo voy a permitir. Después de todas las cosas que el tipo ha hecho por nosotros. Yo lo defiendo a muerte.

    Uhh... siempre sacando a relucir historias de tiempos ya idos, y encima despojándolas de toda veracidad y cargándolas de exagerados ribetes epopéyicos. Ahora lo que te falta es decir que cada vez que teníamos un toque y venías a casa, te hacía fregar la vajilla. Las sillas no eran 3 sino 4, y llevamos 2 cada uno. La bateria si tenía un cuerpo era mucho, y encima hecho pelota. Es mas, ¿era bateria? Además, eso de hacerte transportar el instrumento, fue solo para hacerte revivir hechos y emociones ocurridos algunos años antes, en épocas en que a falta de vehículo a combustión, cruzábamos la plaza principal de nuestra querida Trinidad, con toda la orquesta al hombro. Jajaja.

    Pero mejor lo dejo por acá, voy a seguir sacando anécdotas que solo nosotros vamos a entender, y el resto de la teleplatea se nos va a enojar.

    Te mando un abrazo, y andá afinando el bajo que en cualquier momento sale un toque en la Plaza Matriz.

    ResponderBorrar

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.