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viernes, 4 de septiembre de 2009

COSAS DE LA CONVIVENCIA (SUPERMERCADO)

Por Hernán Barrios


Ir al supermercado es una pasadita, si voy solo. Como ya sé lo que necesito comprar, voy, entro, agarro las cosas, pago y me voy. Si no hay mucha gente en las cajas, no tardo más de cinco minutos en realizar toda la operación. ¿Cuánto más puede demorar un ser humano normal?


Bueno, si van con sus respectivas novias, fácil treinta minutos. Y eso si les rompen bastante las pelotas y las apuran todo el tiempo, porque sino seguro que pasan el día en el súper. La diferencia entre ellas y nosotros, radica fundamentalmente en dos puntos:



1) Nosotros vamos sabiendo perfectamente lo que vamos a comprar, y ellas van a ver qué pueden comprar.


2) Nosotros agarramos la primera marca que encontramos, en cambio ellas las examinan todas una por una, y les realizan un exhaustivo análisis antes de tomar la decisión de comprarla.



El tema es que a ellas les parece que el supermercado es un Shopping center, entonces lo toman más como un paseo que como un mandado. En cambio nosotros lo tomamos más bien como una tortura. Máxime si vamos a una hora pico, en la que está lleno de gente. A mi me gusta ir los domingo de mañana temprano, cuando los productos en las góndolas están ordenaditos, no están toqueteados, y la gente está en su casa durmiendo.


Ahora estoy acostumbrado, pero hasta hoy recuerdo una de las primeras veces que fui con mi novia al súper a comprar tres o cuatro cosas, y ella se empantanó en las pulpas de tomate. ¡Cómo olvidarlo! Yo, como buen caballero que soy, siempre llevo el canasto. Así que ahí estaba yo sosteniendo el canastito, parado detrás suyo, y ella mirando extasiada la góndola con las pulpas de tomate. Movía la cabeza de izquierda a derecha y de arriba a abajo, cual niño mirando una pecera gigante. Así estuvo al menos minuto y medio, hasta que al fin, agarró una. “Bueno, ¡al fin!”- dije, pensando que se había decidido por una, y le extendí el canasto. Pero ahí me quedé, con el canasto estirado nomás, mientras la señorita se disponía a leer la cajita. “¡Noooo!”. La cosa es que leyó todas las letras de esa marca (datos de la imprenta incluido), y después siguió por las otras, al tiempo que a mi me se me empezaron a entumecer los bíceps, tríceps, lumbares, y los abdominales transversos, de sostener el canasto en posición de mendigo borracho.



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1 comentario:

  1. Si vos siempre hicieras solo las compras, estoy segura que en casa nunca habría prácticamente nada. Porque claro es muy fácil criticar, pero después sos vos el que grita del baño: "amor no hay jabón" ó abre la heladera o el placard y dice "tengo ganas de algo dulce", pero que te pensas que las cosas se trasladan del súper a la heladera y el armario por arte de magia. Deberías agradecer, porque siempre es uno la que tiene que cargar con todo, porque vos compras lo justito y siempre, para colmo te olvidas de algo. Pero ya veo que no te queda ni la vergüenza a la hora de disertar sobre los defectos ajenos.

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Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.