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martes, 11 de agosto de 2009

NOSTALGIANDO

Por Hernán Barrios

Considero falsa esa frase que afirma que todo lo de antes fue mejor. En realidad, por naturaleza tengo tendencia a desestimar juicios tan tajantes como ese. En todo caso, diría que algunas cosas de antes fueron mejores, y otras no.


Pero como de lo que se trata esta vez es de nostalgiar, vamos a mentirnos un poco y a hacer de cuenta de que lo de antes era maravilloso, único, inmejorable, y por ende digno de ser revivido. ¿Vemos qué pasa?



Una de las cosas que más extraño de mi niñez en el interior del país, es la manija para mover la antena. Acá en Montevideo creo que se las arreglaban bastante bien con la antena de cuernitos que se colocaba sobre la tele, pero tierra adentro necesitábamos algo más voluminoso. En mi casa sucedía que la famosa manija, por razones edilicias no estaba colocada en la misma habitación que la tele, por lo que eran necesarias dos personas para dejar la antena en su punto justo; una que movía la manija y otra que campaneaba la tele. “¡Ahí ahí ahíiii...!- gritaba el que estaba al lado de la tele. “¡Te pasaste!”- volvía a gritar con algo más de vehemencia que la vez anterior. Y así, entre gritos de un lado y del otro, nos preparábamos para mirar El auto fantástico. Igualmente, el poder mirar o no un programa en cuestión, no dependía solamente de la habilidad del encargado de acomodar la antena, sino que iba mucho más allá. En realidad la última palabra la tenía el clima. El viento nomás, era nuestro peor enemigo. Las calenturas que nos agarrábamos cuando queríamos mirar algo y el vientito nos movía la antena, no están escritas. Y las tormentas eléctricas, eran otro problemón. Ahí directamente nos hacían apagar la tele por miedo a que explotara con tantos rayos, truenos y centellas. En la última casa en que tuvimos este sistema, algo antes de que llegara el cable a mi pueblo, para no tener que romper la pared, la famosa manija había sido colocada en la ventana de mi cuarto, sobre una tabla que la atravesaba de arriba a abajo. Una charrería con todas las letras. Pero lo peor de todo no era la cuestión estética, sino el hecho de que siempre que teníamos que moverla, –que era cada vez que cambiábamos de canal o cuando el viento la sacaba de lugar- había que abrir la ventana. Imagínense que en invierno, o cuando llovía copiosamente, esa tarea se volvía algo absolutamente detestable.


Otra de las cosas que despiertan al menos cariño en mí, cuando tomo el moderno control remoto de mi actual aparato de televisión, el cual se encuentra junto al del codificador del cable, el del home-theatre y el del equipo de música, es la perilla para cambiar de canal, de la primera televisión que hubo en casa. “Tac, tac, trrrrack...” era más o menos el ruido que hacía la perilla. Recorríamos así, entre el tac y el trac de las 12 posiciones que tenía, los 4 canales que con suerte sintonizábamos. “Siempre para la derecha, nunca para la izquierda”- decía mi padre. Nunca me explicó el por qué de tan arbitraria regla, pero en esa época yo obedecía sin cuestionar. Mmm... ahora que lo pienso, ¿sería una cuestión político-ideológica? Tengo la teoría de que la causa principal del aumento de la obesidad en el mundo occidental, se debe no a los cambios en la alimentación, con sus frutas y verduras transgénicas, sus bebidas cola, sus carnes de cámara frigorífica, y sus grasa saturadas que conforman la comida chatarra, sino a la ausencia de estos dos elementos tecnológicos tan útiles como maravillosos: la manija y la perilla. Los kilómetros que nos hacíamos yendo y viniendo de la televisión para cambiar de canal, y la fuerza que teníamos que hacer para mover la antena, suplían cualquier gimnasio y/o dieta.


Cambiando de tema, pero siguiendo con el hilo de las cosas que han desaparecido, me vienen a la mente los maravillosos y casi mágicos aviones a chorro. Recuerdo que era más que común ver, al menos dos veces por día en el cielo de mi pueblo, aquella nave que iba dejando tras de sí una estela blanca que algunas veces lo atravesaba de punta a punta. Yo no sé si los aviones a chorro no andan más, o andan pero les sacaron el chorro, o soy yo que no tengo tanto tiempo para andar mirando para arriba, pero sinceramente hace mucho que no veo uno.


Desapareció también la jaulita de alambre que mantenía en su sitio al tapón de las botellas de sidra. Ahora las sidras, además de venir en botellas de plástico, vienen con tapa a rosca. Esto sí que es una falta de respeto a la tradición navideña y hasta al mismo Papá Noel. Una sidra a la que no se le puede sacar el alambre, y luego con un poco de fuerza del dedo mayor hacerle volar el tapón lo más lejos posible, no es sidra. En otro orden, ¿qué pasó con el papel de astraza donde el almacenero nos envolvía desde 100 grs. de azúcar o 200 grs. de mortadela, hasta una flauta o una botella para termo Aladino? ¿Dónde fueron a parar tanto aquella chillona señal de ajuste que ponían los canales antes de comenzar su transmisión (a eso de las 2 de la tarde), como la ruedita que ponía la Red Televisión Color (RED) en los intervalos de su programación? Esta última recuerdo que indefectiblemente o te hipnotizaba, o te generaba una crisis nerviosa que te dejaba medio tarado. ¿Y las rayas? Esas que ponían en un ángulo de la pantalla para indicar el tenor de la película, ¿quién las borró?


Hay dos tipos a los que extraño con locura cada vez que tengo que ir al supermercado a comprar los alimentos de primera necesidad: al lechero y al panadero. En casa el lechero venía bien tempranito en un carro tirado por un caballo, cargado con aquellos tachos de leche con capacidad como para 30 lts. que tenían una tapa que parecía de bóveda de banco, y que se aseguraba con una cadenita y un perno. El panadero en cambio, algo más humildón, también venía con un carrito, pero tirado por una bicicleta. Ah... ¡qué tiempos esos! Estos tipos eran casi como de la familia. Recuerdo que ambos entraban por el fondo a la cocina, y dejaban sus productos; el lechero en un tacho que mi madre dejaba sobre el fogón, y el panadero encima de la mesa nomás. Junto con estos personajes también han sido jubilados a la fuerza, el afilador y el lustrabotas. Y el manicero convengamos que anda en la cuerda floja. ¿Quién afila un cuchillo en estos tiempos? ¿Y hacerse lustrar los Nike?


Necesito de tanto en tanto reencontrarme con mi niñez y volver a escuchar algún disco de pasta, en lo posible de esos algo rayados y doblados que hacen mucho shhhhhhhhh. O de última algún cassette, de los que juro tengo un montón, grabado por mí mismo de algún programa radial de la época. O sino me dan ganas de volver a ponerme un pantalón nevado, la campera de corderito también nevada haciendo juego, y mis viejas y queridas botas tejanas, de las cuales me tuve que deshacer no hace mucho, cuando me fui a vivir con mi novia, y a pedido expreso de ella. Era el monumento a la elegancia con esas botas, o al menos eso me parecía a mí, ya que el taco que tenían me dejaba como 10 cmts. más alto. Y los famosos vestidos bobitos de las chicas, ¿a donde fueron a parar? Seguro que luego que pasó la moda hicieron cortinas con esas telas a lunares.


¿Qué fue de la vida de las chapitas con las que jugábamos a la arrimadita? ¿Y las bolitas, y las figuritas? Estas dos últimas creo que todavía andan en la vuelta. Pero igualmente no hay punto de comparación entre Marcos y Ben 10; o entre Naranjito y DragonBall Z. Aquellos personajes eran puro sentimiento y éstos puro armamento. ¿Y en qué se habrán convertido las latas cuadradas aquellas con visor de vidrio en el frente, en las que venían las galletitas dulces? Vienen a mi mente unas con forma de animalitos que no me gustaban mucho, pero que mis abuelos siempre nos traían cuando venían a visitarnos. ¿Y los caramelos de La Positiva? ¿Qué hicieron con las botellas de la TAB? ¿Se acuerdan? Fue una bebida cola que no recuerdo haya existido por demasiado tiempo, pero que en algún punto intentó ser competencia de la Coca-cola. Me parece que duró solo un verano. El Jugolín lamentablemente dejó de existir el año pasado.


¿A dónde habrá ido a sonar el agudo chillido de los frenos de la ONDA? “Uh uh uh uh uuuhh uuuuuuuuuuhh... sh sh sh ssssshh”- hacía el pesado vehículo, un par de cuadras antes de parar justo frente a casa.


Todo ha cambiado mucho. Y las comunicaciones es una de las cosas que más lo ha hecho. Ahora si querés comunicarte con un pariente que se hizo misionero y está en Kuala Lumpur predicando a los lugareños, cazas el teléfono celular de tu bolsillo y lo llamás. Hace algunos años no era tan fácil. En mi barrio había una sola casa que tenía un teléfono de aquellos de dial, y que era al que cada quince días mi madrina se iba a esperar el llamado de su novio que vivía en... Colonia. No no... no vivía en una base militar en la Antártida, era en Colonia del Sacramento, a no más de 200 kmts. Ahí está una de las causas del por qué antes los noviazgos duraban tanto; porque se hablaban salteado y se veían aún menos.


Hoy resulta que me entero de que ahora las hojillas para armar un cigarro de tabaco vienen ya con goma incorporada, y algunas hasta con dibujitos. ¡No me pueden hacer esto! ¿Dónde quedaron aquellos hombres de campo, duros y de seño fruncido, que armaban el tabaco a pura lengua nomás? ¡No jodan ché! Un tabaco sin baba no es un tabaco, es un collage. Uy... ¿y dónde habrá ido a parar mi buzo liceal marca Penguin? ¿Y la escarapela? ¿Y la insignia del liceo? ¿Y el brazalete de la cruz roja que supe lucir con tanto orgullo en quinto y sexto de escuela? ¿Por qué razón le sacaron dos ruedas a los patines y les cambiaron el nombre? ¿Habrá sido una cuestión de ahorro? ¿Qué se hace ahora con los rulemanes viejos, si ya no se ve a ningún niño andar en car a la hora de la siesta, cinchado por otro amigo en bicicleta? ¿Y las lámparas Aladino? Esas altas y flacas que venían a ser algo así como la versión moderna del farol. Recuerdo que siempre nos encargaban que no la fuéramos a romper, ya que parece que si se quebraba el tubo de vidrio, poco menos que había que vender la casa para poder comprar otro.


¿Qué pusieron en los locales en los que funcionaban salas de maquinitas? Recuerdo que yo tenía como 14 o 15 años y aún no me dejaban entrar a la única sala de maquinitas que había en ese entonces en mi pueblo. Pero el quiebre vino unas vacaciones en las que vino a visitarme desde Buenos Aires mi primo Pablo, el cual es un par de años mayor que yo. Y claro, como él ya tenía experiencia en este tipo de antros, mis padres no tuvieron más remedio que dejarme ir. Y ahí fue que me involucré en el maravilloso mundo del Pacman, de The Prince of Percia, del Tetris y más. ¿Y qué pasó con esos locales cuando las maquinitas dejaron de ser llamadores de jóvenes? Y más, ¿qué pasó con las maquinitas mismas? ¿Las habrán convertido en máquinas expendedoras de café? ¿Y se acuerdan de las rockolas? Esas andan aún en la vuelta pero ahora con discos compactos. Pero yo alcancé a hacer funcionar alguna de las otras, de las de discos de vinilo. Eso sí que era tecnología.


Como también era tecnología pura el sistema lumínico que había en los primeros bailes a los que fui. Objeto central e infaltable en cualquier espacio bailable que se preciara de tal, la bola de espejos. Y en segundo lugar, las mangueras de luces aquellas que recorrían todo el techo de la pista de baile, y daban un aire navideño a cualquier evento que allí se realizara, así fuera en pleno julio. Y recordarán los que al igual que yo tienen al menos 35 años de edad, que ese ambiente mágico al que hago mención llegaba a su punto más alto, y hasta caliente se podría decir, a la hora de las lentas. ¡Ahhhh… las lentas! ¿Cómo se puede haber perdido una tradición que refiere prácticamente a la naturaleza misma del ser humano, que es el contacto piel a piel con especímenes del sexo opuesto? ¡No se puede creer! Pero si la hora de lentas era casi el preámbulo al casamiento. Era como tocar el cielo con las manos, además de a tu compañera de turno, claro. Recuerdo que planificábamos a quién íbamos a invitar a bailar, al menos dos días antes del baile. Pero como en realidad el asunto no era 100% seguro, teníamos por las dudas un plan B, y hasta uno C. Ojo, aclaro que dadas mis lamentables características morfológicas de la época, tampoco era raro que ninguno de los tres funcionara, por lo que luego de quemar todas las naves, ya empezaba a tirar al bulto y que saliera lo que fuera.


¡Qué lindas eran las lentas! Recuerdo que una vez que la chica aceptaba bailar con nosotros, el asunto empezaba como medio tímidamente. Las manos del varón sobre la cintura de la señorita, y las de ella apoyadas sobre los bíceps de su compañero, como para marcar la distancia correcta, y hacer palanca en caso de que éste se quisiera pasar de la raya antes de tiempo. El cambio entre canción y canción era el momento indicado para comenzar a estrechar la distancia que nos separaba de la dama. Ya en el segundo o tercer tema, si todo iba bien, deberíamos haber logrado estar al menos a menos de la mitad de la distancia de partida. La forma más clara de ir midiendo dicha distancia era por la posición de nuestras manos. Como dije, al principio sobre las caderas de la chica y luego sobre la cintura; cuando lográbamos juntar las manos por detrás de ella, ya teníamos media batalla ganada. Y de ahí en más todo se reducía a ejercer más y más presión sobre su espalda baja, para lograr así un contacto corporal pleno. Otro punto importante que debíamos tener en cuenta era la ubicación de las caras. O más bien de la cara de ella, ya que la nuestra se ubicaba sin problemas para cualquier lado sin mucha vuelta. Cuando ella recostaba su mentón sobre nuestro hombro, era señal de que íbamos por buen camino. Generalmente aprovechaba esta posición para hacerse gestos con alguna amiga que desde cerca la miraba y le daba instrucciones. Ya cuando dejaba descansar su cara contra nuestro pecho, era que estaba confiada y cómoda. Y demás está decirles que cuando se llegaba al punto de estar bailando con las mejillas pegadas, era solamente cuestión de tiempo para que el beso se consumara. A mí como era medio lentón, justo es decirlo, generalmente en este punto se me terminaba el baile y me quedaba con las ganas nomás. Pero bueno, eso ya es harina de otro costal.


Tantas y tantas cosas podría seguir contando sobre los tiempos de antes; sobre mis tiempos de antes. Es increíble cómo ese mecanismo casi mágico que habita en nuestro cerebro llamado memoria, es capaz de recordar y revivir sucesos ocurridos hace tanto tiempo. Y encima, como quien retoca y mejora una vieja fotografía, le agrega a medida que nos alejamos del suceso en sí, colores más vivos, sonidos más claros y hasta fragancias más delicadas. Creo yo que es básicamente por este mismo proceso de retoque de recuerdos, que nos parece que todo tiempo pasado fue mejor. Eso, junto con la nostalgia que conlleva saber que en el momento en que ocurrieron esos hechos, éramos más jóvenes, y por ende teníamos más tiempo por delante. Más tiempo para perder, más tiempo para disfrutar y en definitiva... más tiempo para vivir.




1 comentario:

  1. Estoy completamente en acuerdo con todo lo que cuentas , Cada una de las cosa que recuerdas son las misma que vivi yo , me llamo Jorge marra . vivi en Durazno en mi infancia , Te cuento que la tele era de 14 pulgadas y en blanco y negro , pero la diferencia era que ,empezaba a las 18 hrs , aparecia la rueda una media hora y en un momento un cronometro al cual llamabamos "los numeros" ahi era donde yo gritaba a mis hermanos grandes que estaban jugando ,los numerooos los numeroooss ,y ahi venian , porque ellos me dejaban a cargo de eso tremendo hdp yo me aburria jajaj , NUNCA ENTENDI EN MI CASO ,cuando era chiko , QUE DECIA RED TELEVISION COLOR , y yo la veia blanco y negro , en fin el primer programa que vi fue una novela que se llamaba "TOPACIO ". DESPUES EL GATO TOM . Puf que recuerdos !!
    tambien esta en mi mente , El almacenero del barrio , me decia un cantico todos los dias , que decia asi :
    "A VER A VER , DESGANCHE ESE PAPEL !!! AZUCAR YERBA Y UN KILO DE COROSEN !! "
    y yo le daba la esquelita ,
    TAMBIEN RECUERDO que no existia lo que es el timbre , se golpeaban las manos , y siempre era un niños que decia , "Doña dice mamá que sino tiene un poquito de azucar que le preste !! que cuando venga papa se lo devuelve , " JAJAJ cosa que nunca pasaba , que lindas cosas ,
    NO SE SI ERA MEJORES , CREO QUE ERA UNA EPOCA SIN PREOCUPACIONES !!!
    Disculpa si me extendi mucho , pero es muy lindo tema
    SALUDOS: JORGE MARRA

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