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jueves, 6 de agosto de 2009

EL AMOR DE SU VIDA

Por Hernán Barrios

Son una pareja de adultos mayores. Él debe tener unos 75 años y ella alguno menos. Los encuentro todas las mañanas en la parada del ómnibus.


Me llaman la atención por varios motivos. Primero, porque no faltan un solo día a la tempranera cita de las 7:30 de la mañana. Segundo, porque al contrario que yo, que soy un bicho osco y sombrío, mientras esperan el ómnibus conversan animadamente con otras personas de la parada, a las que obviamente conocen de verlas ahí todas las mañanas. Y tercero y más importante, porque se los ve muy enamorados.


Siempre es la misma postal. Ella sentada en el banco de metal al abrigo del techo de la parada, y él parado frente a ella, cuidando atento la aparición en la esquina del transporte de pasajeros. Ella charlando con dos o tres mujeres sobre cualquier tema, y él alternando su tarea de vigía, con algún bocadillo que también mete en la femenina conversación. Se nota que ambos son personas muy sociables. A pesar de la edad, él es aún un hombre enérgico, y grande de físico. Yo le calculo algo así como 1,80 de alto y de complexión gruesa. Uno supone al verlo, que quizás es un tipo que hizo deportes toda su vida, y que ahora seguramente sigue saliendo a caminar a diario. Ella, si bien no es una mujer pequeña, es bastante más baja que él. También se la ve muy entera físicamente, y se nota que en su juventud ha sido linda.


Me hace gracia el hecho de que se visten iguales, o al menos muy parecidos. Se podría decir que tienen la misma onda, sport casual. Ahora en invierno, andan de pantalón deportivo de tela polar (verde oscuro), championes, campera gruesa de abrigo, guantes y bufanda. La diferencia la marca él con un gorro de lana algo puntiagudo, al que ella no se suma. Supongo que este pequeño diferencial responde a que él necesita proteger una calvicie casi total, y ella no.


Yo los observo y escucho desde mi rincón de la parada, muy quieto... casi agazapado, y por momentos me sonrío hacia adentro, y me invade una especie de dulce tibieza. Transmiten la imagen de ser una pareja muy armónica, en el sentido general de la palabra. Se ven armónicos, y se comportan igual. Quizás el hecho de haber vivido toda una vida juntos los ha hecho mimetizarse de tal forma, que transmiten la imagen de un solo ser, en el cuerpo de dos personas. Hablan suave y hacen un excelente uso del lenguaje gestual. Se conocen a la perfección y se nota, que ninguno de los dos necesita preguntar, para saber lo que el otro está pensando. Ella lo mira con ojos tiernos y algo cansados por la vida misma, y son ojos de mujer enamorada. Es maravilloso y hasta emocionante ver en su mirada, la de esa niña que se enamora por primera vez. Sus ojos transmiten además, la seguridad de no haberse equivocado en la elección del hombre de su vida. Y él la trata y cuida, como se trata y cuida a la primera novia. Se nota en la forma de proceder de aquel hombre grande y viejo que se resiste a envejecer, la responsabilidad que nace de lo más profundo de su corazón, de cuidar y proteger a aquella mujer que alguna vez se cruzó en su camino, y de esta manera a aquel amor que los ha mantenido unidos por tantos años. El la trata como a una muñequita de porcelana; como si fuera más frágil de lo que seguramente es. La sobreprotege, y ella le agradece todo el tiempo con una mirada que irradia ternura y complicidad al mismo tiempo.


Uno percibe que son el hombre y la mujer de sus vidas, y eso provoca, al menos en mí, admiración y un breve atisbo de envidia. Convengamos que no es común encontrar dos personas que luego de una vida juntos, se sigan amando, respetando y cuidando como el primer día. De todas maneras, se percibe claramente que son diferentes, además de complementarios. Ella, de la pareja parece ser el cerebro y la calma; él la fuerza y el carácter. Ella análisis y planificación; él empuje y obstinación. Él fuego, ella agua. Él cielo y ella tierra. Y de ambos se desprende hacia el otro, una fuerte dosis de paz y ternura, que llega hasta nosotros, los que estamos a medio camino en la vida, transformada en esperanza.


En un momento el 158 aparece en la esquina, él le avisa y ella se despide de sus amigas transitorias. El hombre baja dos pasos hacia la calle y estira su brazo para detenerlo. Se despiden con un pico, y él la ayuda a subir al ómnibus. El vehículo se aleja, y el hombre emprende la retirada a paso firme hacia su casa.


Su princesa está a salvo.

2 comentarios:

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.