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jueves, 20 de agosto de 2009

MIEDO A MIS HIJOS

Por Hernán Barrios

¡Mamá, mi hijo me pega!- parece ser la frase que en silencio y desesperadamente gritamos los padres de hoy en día.


La sociedad está cambiando a ritmo de vértigo, y con ella todos nosotros. Cambian las personas y las relaciones entre ellas. Cambian los esquemas sociales y los paradigmas comunicacionales. Cambia el lenguaje y cambian los conceptos. Cambian los medios y los contenidos. Cambian las instituciones y sus preceptos. Cambian los padres, y mucho más cambian los hijos. El mundo se nos quiere escapar en una dirección, y parece que no tenemos más remedio que seguirlo.



LA TECNOLOGÍA


¿Pero cómo es? Hasta dónde se, la sociedad no es nada sin nosotros. La sociedad no es LA SOCIEDAD, sino que soy yo, tu, él, nosotros, vosotros y ellos. O sea que la sociedad no cambia, los que cambiamos somos todos nosotros. Y los responsables de que nuestro cambio se produzca en una dirección o en otra, somos también nosotros. Y aún más que nosotros, las cosas que nosotros hacemos.


Dentro de las cosas que hacemos las personas, la que se lleva todos los premios en lo que a cambios e influencia se refiere, es la TECNOLOGÍA. Cuando era niño y hasta adolescente, y en momentos en que toda esta movida de las computadoras comenzó, recuerdo que un tema recurrente en los medios y por supuesto luego en la calle, era el hecho de que quizás en un futuro las máquinas con su superinteligencia, llegarían a controlar a los hombres. Este fenómeno se llevó incluso a la pantalla grande, en producciones en las que los ROBOTS llegaban en un momento, a dominar a la humanidad.


Unos cuántos años después (aunque no tantos si los miramos desde un punto de vista temporal evolutivo), al final el fantasma de las máquinas dominando al hombre, se ha hecho realidad. Y aunque no ha sido literalmente de la manera catastrófica en que lo anunciaba Hollywood, el resultado ha sido casi el mismo. Hoy en día dependemos de las máquinas para casi todo, y no podemos vivir sin ellas. Se podría decir en líneas generales, que la dependencia es total.



LOS HIJOS DE LA TECNOLOGÍA


El mundo ha cambiado, y como consecuencia de ello, también han cambiado nuestros niños. Nuestros pequeños ya no son aquellos seres que hacían sus primeras armas en el mundo detrás de las polleras de sus madres. Ya no se asustan en carnaval cuando ven un mascarito, porque ya han visto en la televisión que detrás de esa máscara hay una persona. Ya no dependen de su padre para que los ayude a aprenderse las tablas, porque ahora usan calculadora. Ya no van a jugar al fútbol al campito, porque ahora tienen el Playstation. Ya no comen puchero con carnes y verduras, porque los padres no tienen tiempo de cocinar. Ya no van a visitar a los amigos, porque les mandan mensajes de texto. Ya no van a la biblioteca, porque descargan libros de Internet. Ya no escriben cartas, porque mandan e-mails.


Los hijos de la tecnología son menos dependientes de sus padres, y por ende la influencia de éstos sobre ellos, también es menor. La tecnología ha ido derribando vínculos como fichas de dominó, y las máquinas, al tiempo que facilitaban el trabajo y aumentaban la producción de las empresas, también iban eliminado puestos de trabajo. Esto a su vez llevó a que el nivel salarial de los empleados descendiera en forma estrepitosa, y a que ambos padres tuvieron que salir a trabajar para poder cubrir las necesidades básicas del hogar. Los niños, a partir de ese momento, pasaron a estar a cargo de otras personas.



INDOMABLES


El tiempo ha pasado, y hoy, cuando estamos por bajar las cortinas de la primera década de este tecnológico siglo XXI, el panorama se presenta algo complicado.


Los niños, en el poco tiempo que están con sus padres, no les hacen caso, y los padres, en el poco tiempo que están con sus hijos, lo mismo. Los padres no tienen las fuerzas necesarias para educar a sus hijos, y éstos ni se enteran cual es la función de sus padres. Los padres intentan ser amigos de sus hijos en lugar de ser padres, y quedan a medio camino en ambos funciones.


Ha perdido peso y densidad el significado de la palabra NO. Pareciera que los niños de hoy entienden un NO de sus padres, como algo que no es conveniente hacer, pero que igual lo pueden hacer si quieren, sin que haya consecuencia alguna en su contra.


Y la SOCIEDAD, cargando sobre sus burocráticos hombros la hipocresía de cada uno de sus integrantes, legisla para que este desdibujamiento de los roles de la familia, se diluya totalmente. Los padres no pueden siquiera darles una palmada a sus hijos, porque corren riesgo de ser denunciados penalmente. Las maestras, casi no pueden retarlos, porque no solo son pasibles de una sanción, sino que además son proclives a que un padre desquiciado le dé una paliza. Los Derechos del niño y la Ley de protección al menor, ni les da derechos ni los protege de nada. Por el contrario, lo único que hace es sumirlos a ellos y a sus progenitores, en un confuso entrevero de derechos y obligaciones de una y otra parte, que a la luz de las pruebas, no conduce a nada.


O mejor dicho sí conduce, al caos generalizado.


1 comentario:

Diga sin miedo lo que piensa, acá no hay censura de ninguna clase. Le sugiero igual que impere el respeto, en caso contrario difícil que pase.